LA HERENCIA DE LOS ESPAÑOLES
Una nación partida en diecisiete, con cuatro planificando una fuga de una cárcel vacía de corruptos y otros delincuentes, sus socios necesarios. Una nación llena de enchufes y enchufados que dicen ser asesores. Una nación con ex terroristas paseándose por las calles o veraneando en despachos oficiales. Una nación en la que se queman banderas llamadas por algunos desertores, el trapo, salvo las suyas protegidas, que son sagradas. Una nación que habla el español, ahora castellano, y quinientos millones más. Un idioma despreciado y prohibido en los cacicatos separatistas, y en sus centros de enseñanza. Una nación en donde se le mete fuego al retrato del rey y jefe del Estado, con el aplauso de los que odian o son intolerantes, ciudadanos o ciudadanía antes llamados españoles. Una nación en donde los guardias civiles o policías son expulsados por las bravas de los hoteles de Región partida en dos y enfrentadas. Una nación en donde el Himno Nacional, música de fondo de nuestra historia milenaria, es silbado. Una nación en la que el Estado de Derecho es una sombra del pasado, necrosado y despreciado por las élites de la extrema izquierda y la derecha salvaje, con claros desacatos. Una nación con una comunidad autónoma que pretende ser gobernada desde un país extranjero, la misma que está dotada de un ejército policial, y dos más en agitación permanente. Una nación con un Parlamento vacío de ideas pujantes, y en ocasiones de diputados y senadores bien remunerados, más la masa enardecida de tertulianos maleducados, y el espectáculo mundial de diecinueve parlamentos regionales retransmitido por once televisiones cortijeras en las que dicen de todo y cuesta un riñón y parte del otro.

Una nación que paga, con el dinero de todos los contribuyentes, a los separatistas radicales que tratan de romper la unidad de España y destruir al Estado de Derecho, un golpe imposible en otro país democrático, utilizando la plataforma de partidos que actúan fuera de la ley. La furia de la violencia de género con el morbo apropiado contagioso, que llaman machista. La nación que se permite el lujo de tener políticos «trabajando» en el exterior europeo, en paraísos fiscales, millonarios y belgas nazis que pagan residencias de ricos millonarios. La nación con cuatro millones de parados, con un veinte por ciento de ellos sin un jodido euro. La nación con ocho millones de pensionistas preocupados y los que llegarán, temblando porque no han ahorrado, aunque si los nenes bonitos de sus clanes políticos, los salvadores de todas las patrias españolas con números rojos,los mejores clientes de los empobrecidos bancos que nos arruinaron y asaltaron desde dentro, los llamados blindados o corriendo hacia las puertas giratorias, luces de sus ojos alegres. La nación con dos millones de viudas refugiadas en la maldita soledad, en el desamparo. La nación que aparece en los titulares de la prensa exterior, donde ser mujer puede tener un riesgo añadido. La nación en donde más crecen las subvenciones en las llamadas «operaciones púnicas», el maquillaje que pagamos bajo cuerda a los poderosos. La nación que no termina de saber si es nación, país o tribus articuladas por El Corte Inglés. La nación con dinero negro que sale blanco por los chorros de la economía sumergida. En fin, una nación que puede ser pero no la dejan serlo. El espejo donde se reflejan las tres Españas con las imágenes de la antisistema que huye a la Suiza sembrada de miles de millones, para defender a las clases humildes. La cantante con voz de oro, Marta Sánchez, que se le ocurre ponerle letra al Himno de España, y sufre las tarascadas de la selva. Y esa nieta de millones de abuelos que se alegran con la esperanza de que hayan más Inés Arrimadas, que sin rendirse o acobardarse, sus hijos gocen de la calidad de vida que cuatro millones de españoles y españolas se merecen para siempre.
