PAÍS VIOLENTO
Un buen trabajo de la Guardia Civil en el más completo silencio durante la delicada investigación del asesinato de una criatura de ocho años, una policía de talla europea que otros tratan de socavar cuestionando sus virtudes. España en pocos años se ha convertido en un país violento, no solo en un aspecto concreto, sino que es más amplio, porque la violencia no termina generalmente en un suicidio, en un homicidio, un asesinato o un crimen brutal. La violencia tiene, desgraciadamente mil caras aunque algunas de ellas influyen más que otras en una sociedad arrastrada por caminos tortuosos, desde el interior de los mismos hombres y mujeres hasta en las batallas dialécticas que se contemplan diariamente en las pantallas de las cadenas de televisión que no suelen tocar esta desatada brutalidad con el toque necesario de humanidad. La violencia en las familias, en los centros de enseñanza, contra los profesores, entre los mismos alumnos y en la política convertida en una selva incalificable, como leemos en la prensa. También la corrupción es otro modo de violencia como ataque ético. Los altercados callejeros en los que sorprendentemente resultan más policías y guardias heridos que los mismos alborotadores a veces especializados y desplazados para ejecutar sus fechorías. Todos los días nos levantamos desayudándonos un sapo hasta tal punto que parece que la sociedad no sabe cómo responder a esta epidemia que sufren los españoles y españolas. Hemos visto algunos casos aquí en Murcia que nos preocupan, tanto en la vía pública, como en ciertos bares enganchados con las drogas, en las manifestaciones del soterramiento del AVE como en riñas de los pandilleros. Recientemente en Cataluña se preparaba un golpe civil costeado con dinero de los contribuyentes. Algo está ocurriendo y nos tememos que se vaya a peor.
Esta vez, presuntamente, parece ser que una mujer ha terminado con la vida de GABRIEL que nos recuerda el asesinato de dos pequeños en Santomera a manos de su madre o de aquel crio que mató con una catana a sus padres y hermana. LAS PÁGINAS Y ESPACIOS DE SUCESOS de los medios han crecido alarmantemente yendo en dos direcciones la noticia y la audiencia. Recordamos que cuando los crimenes de ETA tratamos un grupo numerosos de directores y redactores-jefes de boicotearles para restarle publicidad y notoriedad. En vano, y los más radicales fueron dos de los rotativos más importante de Madrid. Algunos creemos que las páginas y espacios de sucesos deben tener sus normas deontológicas, sobre todo en los execrables de la violencia de sexo cuyo lenguaje informativo a veces se sobrepasa cuando repercute en menores de edad.
En el asesinato de Gabriel, otro más, se ha magnificado informativamente, pero ha sido una reacción de hartazgo de la opinión pública que pide mano dura contra la delincuencia que desde luego, y no es xenofobia, ha crecido, con la llegada de decenas de miles de lo peor del extranjero. El casi cuarenta por ciento de la población reclusa no es de nacionalidad española, y en los mismos centros penitenciarios se masca esa violencia nueva que los funcionarios mal pagados tratan de controlar. Ahora, desde hace un año, la vigilancia exterior se ha puesto en manos de empresas privadas, error garrafal.
Tampoco olvidamos que este pasado día once de marzo se ha cumplido el catorce aniversario del brutal atentado terrrorista en la Estación de Atocha y otros apeaderos en los que fueron asesinadas 190 personas, hombres, mujeres y niños a manos de dos grupos de terroristas pertenecientes al Estado Islámico, la mayoría de ellos de nacionalidad marroquí, siete de ellos abatidos por la policía y otros llevados ante los jueces. Jamás se ha sabido quiénes fueron los inspiradores intelectuales de tamaña barbaridad cuatro días antes de unas elecciones legislativas que ganaron los socialistas encabezados por Zapatero .
En esta hora dura que nos levanta los estómagos exigimos a las élites dirigentes que sumen y no resten, y no trasladen al Parlamento sus radicales diferencias que de verdad no son ejemplares porque el radicalismo no es la mejor forma de educar a una nación en democracia a la sombra del Estado del Derecho.
Gabriel, hasta allí donde estés, sea un mundo de paz. Te recordamos y besamos a los tuyos que tanto sufrimientos están pasando.Sí, la violencia que nos inunda, no es un buen síntoma. Busquemos soluciones y colaboremos con las fuerzas de Seguridad del Estado y con los que deseamos que nuestro país sea un paraíso respetuoso con la Ley. Una nación violenta termina siendo una dictadura violenta. Repetimos lo que es ya un axioma que se extiende. El capitalismo salvaje, mata. El populismo, también. Pero el odio mata más. Este es el problema más intenso que nos amenaza a los españoles con excesiva saña. Lo de Gabriel nos explica que va a peor.