FABIOLA MECO

 

 

Esta semana conmemoramos el 80 aniversario del fin de la Guerra Civil Española, el final de un golpe de Estado militar que dio paso a 40 años de dictadura. Nuestros libros de texto no lo enseñan y prueba de ello es el gran desconocimiento en la ciudadanía sobre lo que nos pasó como pueblo, lo que vivimos y lo que sufrimos. No se le dedica a nuestra historia más reciente el tiempo, ni la atención, ni el enfoque que merece. Más cuando seguimos teniendo importantes tareas pendientes en materia de memoria democrática. Prácticamente todas me atrevería a decir. No basta con leyes ni con instituciones, que son importantes. Hace falta voluntad política para vencer todas las resistencias de quienes siguen buscando el silencio. No hay motivos, hay sinrazón y falta de ética. Hasta el Papa Francisco lo reconocía en el programa de Salvados a preguntas del incisivo Jordi Évole sobre la búsqueda de los restos de las personas asesinadas durante el franquismo: «Una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos. Los muertos son para ser enterrados. Nunca se va a tener paz con un muerto escondido».

Esta semana Pablo Iglesias asistía en Paterna a la apertura de la fosa 115 que parece albergar  los cuerpos de 150 personas asesinadas, entre ellas, se cree también su tío materno. Se calcula que en Paterna pueden haber 2000 personas enterradas víctimas del franquismo y de la represión. Desolador pisar esa tierra llamada santa y oír el relato de las personas voluntarias de ArqueoAntro que realizan las exhumaciones y de los familiares de los fusilados. Todo un ejercicio de valentía, de lucha contra el olvido, de dignificación de las personas asesinadas, de memoria en la que no pueden estar solos. Los costes han de ser asumidos por las Administraciones sin reparos en cumplimiento de la ley. Una sociedad democrática se mide también en estos momentos en los que toca ponerse en otros zapatos pensando en ese futuro al que apelaba el Sumo Pontífice. Si tienen dudas, vean el documental El Silencio de los Otros. 

Cortina de humo es una expresión con origen militar que consiste en propagar densas masas de humo para ocultar al enemigo el movimiento de las propias tropas. Esta expresión es utilizada como estrategia en política y consiste en la realización de maniobras de distracción de la opinión pública sobre una realidad que se desea le pase desapercibida a la opinión pública. El humo es más denso, más irrespirable por tóxico, más dañino cuando afecta a nuestra democracia misma, cuando esas maniobras van destinadas a fabricar pruebas policiales falsas desde las llamadas cloacas del interior contra un partido legal como es Podemos.

No dejo de hacerme preguntas: ¿Por qué no se combate en campaña electoral a Podemos en la arena política con argumentos? ¿Por qué son necesarias prácticas ilegales, pruebas falsas, informes policiales de la vergüenza para derrocarlo? ¿Por qué no hemos sabido de reacciones inmediatas ante este atentado a la democracia por parte de la oposición, pero especialmente del gobierno? ¿Dónde está el Ministerio Fiscal? ¿Para qué y por qué tanta agitación y la propaganda en contra sufragada con dinero de todos pero sin que lo sepa nadie? ¿Por qué no hay respuestas contundentes e inmediatas por parte de todos los ámbitos afectados ante estos hechos deleznables que ponen en jaque un sistema? ¿Es porque el objetivo es Pablo Iglesias, el líder de Podemos? ¿Es porque estamos en campaña electoral y nadie quiere dejar de salir en la foto? Coincido con Iñaki Gabilondo cuando dice que esto no puede pasar desapercibido y que ante situaciones de verdadero atentado a la democracia y aun en período de campaña electoral: «Todos unidos porque aquí sólo hay un bando y Pablo Iglesias es de los nuestros». 

Frente a los atentados a la democracia y a la utilización de las instituciones al servicio partidista del Partido Popular o de quién sea, frente al destino de recursos públicos a prácticas ilegales, se llame como se llame el objetivo contra el que dirigen sus malas artes y praxis, no caben cortinas de humo, sólo cabe actuar para dejar claro que el marco básico de nuestra convivencia no puede ser puesto en jaque por nadie. 

Hay una parte de mí, incluso ahora que estoy dentro de la política de partido e institucional, que comprende a esa ciudadanía que se distancia de la clase política, especialmente en campaña electoral. No doy crédito a declaraciones de dirigentes políticos populares que dicen que si ganan seremos más felices, sabiendo todo lo que son capaces de hacer para esquilmar nuestras arcas públicas sin rédito alguno para la ciudadanía; no entiendo por qué se empeñan en cuestionar la capacidad e inteligencia de las mujeres en temas de embarazo y aborto ni lo aberrante que representa apelar al mundo neandertal o exhortar el auxilio de abogados americanos. Me dan vergüenza ajena declaraciones de nuevas caras de Ciudadanos que insultan nuestra inteligencia cuando a preguntas por el mayor de los problemas valencianos, la infrafinanciación, responden que «si el Estado ha infrafinanciado a la Comunitat Valenciana, sus motivos tendrá», mientras Cantó dice «que ellos van a ser serios». No opino de la extrema derecha porque la aberración máxima es su propia existencia impugnando por las armas todo lo que nos ha cimentado como sociedad democrática. 

La ciudadanía está harta de cortinas de humo, de los mismos dimes y diretes de cada cuatro años, de lugares comunes. Quiere líderes preparados, sinceros, capaces de dar respuestas ya, de una vez por todas, a los problemas de toda índole que la acucian en vivienda, dependencia, pensiones, educación o sanidad. Nuestros mayores y jóvenes esperan propuestas rigurosas que no los expongan más a la necesidad o a la precariedad. La política requiere de quien la prestigie y la dignifique, quien no se amilane ante las dificultades, quien diga claro lo que se puede y lo que no, quién de valor a la palabra únicamente cumpliéndola. Es tiempo de que la realidad de lo conseguido venza a las promesas electorales, juzguen con eso a Podemos y al Botànic; porque como decía nuestro mayor referente en las letras tristemente desaparecido esta semana, Rafael Sánchez Ferlosio: «Lo más sospechoso de las soluciones es que se las encuentra siempre que se quiere».