ÁNGEL MONTIEL

En septiembre, si no antes, pero nunca después, el Gobierno cambiará la Ley Electoral para limitar la presencia de las opciones a priori minoritarias en la Asamblea Regional, un paso más para consolidar la opción de López Miras, que culminará así la contrarreforma iniciada contra la política de Cs en la anterior legislatura

Será el próximo mes de septiembre. Tal vez incluso antes del verano, si la pandemia remite para entonces. Pero nunca más allá del final de la canícula, porque resultaría demasiado porno cambiar la Ley Electoral a conveniencia del Gobierno al filo de la precampaña. Y aunque los escrúpulos no sobran para este tipo de amaños, todavía es necesario conservar cierto nivel de estética. Así que será en septiembre, incluso aunque estuviéramos en la novena ola. 

Dicen los portavoces del Gobierno para desmentir, una vez más, que no contemplan la reforma de la Ley Electoral, que éste es un asunto subalterno y que ahora están en lo importante, la pandemia y tal. Pero el tiempo corre, y habrá un momento en que, con ómicron o con épsilon, se decidirán a elevar el porcentaje de sufragios necesario para obtener representación en la Asamblea Regional: del 3% actual al 5% para ellos ideal. Está en el programa, ni siquiera en el oculto.

FALSO VERDADERO. Cuando en su día avanzamos desde aquí esta intención, el entonces consejero de Presidencia, Javier Celdrán, salió en La7tvMiras, para proclamar que la información de LA OPINIÓN era falsa. Falsa. Repitió esa palabra media docena de veces, con delectación, a instancias de las preguntas que le permitían reafirmarlo mientras la portada de este periódico lucía a mitad de pantalla, cosa que jamás había ocurrido antes en esa emisora pública y nunca ha vuelto a ocurrir. Celdrán transmitía, bajo su actitud terminal, un cierto nerviosismo, puesto que sus gestiones con algún partido parlamentario para auscultar su voluntad de llevar a cabo el proyecto quizá fueron voluntariosas, y el hecho de que se desvelaran y con ello trajera alguna contrariedad al presidente no le pudo hacer feliz. Quería demostrar a López Miras su habilidad política y fue pillado al primer paso. Por nadie pase. 

Pero dado que el asunto, como digo, está en el programa y ha sido percibido a través de otras ventanas, el Gobierno ha tenido que seguir desmintiendo lo que ya desde antes era una evidencia. No creo que en el ‘laboratorio Moreno’ de su consejera de comunicación sean tan sutiles para que el asunto obedezca a una planificación, porque desde que el PP goza de una mayoría absoluta sobrevenida ni siquiera se permiten el arte del disimulo, pero en la práctica la técnica de la repetición de los globos sonda suele tener su efectividad, pues lo que al principio puede generar un cierto escándalo al final acaba siendo aceptado como cosa ya sabida, y los argumentos a la contra van siendo aplacados. Es como lo del coronavirus: la nueva normalidad consistía en convivir con él. Vaya planchazo.

FUERA LIMITACIONES. El Gobierno cambiará la ley electoral, es decir, las reglas del juego, antes del próximo partido. Esto está cantado. En principio, en lo que respecta al tope de porcentaje necesario para tener acceso al Parlamento regional, pero quizá no se detenga ahí y restaure las cinco circunscripciones electorales que anteriormente impedían que tres de ellas fueran inaccesibles para partidos distintos al PP y al PSOE, con ventaja para cualquiera de ellos según la tendencia mayoritaria del momento. Esta posibilidad es más incierta, ya que Vox, aliado necesario para tal reforma, tal vez observe que no tendría mucho que rascar en el Altiplano o en el Noroeste con este modelo.

 Pero, no obstante, el Gobierno lo está estudiando, y pásmense: en vez de cinco circunscripciones serían siete, por lo que en caso de ser activadas electoralmente todavía se verían más reducidas las posibilidades de acceso a la Asamblea a partidos que no fueran los de mayoritario refrendo popular. Lo gracioso del caso es que este nuevo diseño territorial toma como referencia la apelación en el reformado Estatuto de Autonomía a la creación administrativa de las comarcas, iniciativa derogada por la retirada, a instancias del PP y de su mayoría, de ese proyecto de reforma una vez que San Esteban detectó que en el Congreso de los Diputados se pretendía restaurar la limitación temporal del cargo de presidente, lo que habría impedido la opción a un tercer mandato por López Miras. 

DOS LEYES Y MÁS. Precisamente la reforma de la Ley Electoral para restaurar el modelo bipartidista constituye el colofón a la reciente reforma de la Ley del Presidente, que permite a López Miras presentarse indefinidamente a las elecciones con la aquiescencia de Vox, que cree ser esta vez la pieza de la ‘imperfección’ que, en otros tiempos, incluso con el 5%, permitía la presencia testimonial de IU (en el caso de Vox, ahora, con una expectativa de representación mucho más amplia, y con pretensiones de ser hegemónica). Reforma sobre reforma para volver a un modelo anterior, en el que, atendiendo a la tendencia extendida de la actual coyuntura, el PP no volvería a perder las elecciones autonómicas. 

Todo este proceso de reformas constituye en realidad un proyecto de contrarreforma: los católicos de toda la vida pretenden recomponer su preeminencia frente al empuje regeneracionista de los protestantes, que tuvieron su momento dulce en la novena legislatura, la anterior. Pero aquella fantasía duró lo que duran dos peces de hielo en un whiski on the rocks.

LA CLAVE CIUDADANOS. La décima legislatura autonómica, por la que transitamos, es la de la contrarreforma. Los cambios estructurales de la novena, impulsados por el espíritu de la regeneración política, están siendo aplastados de manera expeditiva. La clave que lo explica todo es la liquidación de Ciudadanos. Este partido, o lo que fuera, presenta una paradoja extraordinaria, y es que resultó más influyente mientras decidió permanecer en la oposición que cuando dio el paso para participar en el Gobierno. Las condicionantes de Ciudadanos para apoyar las investiduras, en principio de Pedro Antonio Sánchez, y después de López Miras, caído el primero precisamente por tener que cumplir lo que firmó, introdujeron en la política regional una verdadera sensación de cambio, algo que no consiguió el pacto de Gobierno posterior mediante el que Cs se incorporó a la gobernación. Este pacto resultó más retórico que el anterior, pues en aquél se establecieron reformas estructurales de altísimo calado y se establecieron condiciones tan estrictas desde el Parlamento regional que incluso, como digo, condujeron a la dimisión del entonces presidente. Sin embargo, el pacto de gobernación mutua para la actual legislatura no introdujo más que epígrafes imprecisos, algunos incluso engañosos (como el referido a la temporalidad de los cargos y a la institucionalización light de la transparencia) y condicionó más a Cs que al PP, pues aquél, al convertirse en portavoz del Gobierno, acabó blanqueando todas las acciones (más en concreto, inacciones) de éste en asuntos principales como el Mar Menor y otros, y se vio vinculado a Vox, partido que participaba del pacto de investidura.

Cs, al integrarse en el Gobierno (un Gobierno que, por lo demás, había prometido de manera explícita en campaña electoral no prolongar), perdió todo su espíritu original regeneracionista, pues se transformó en propagandista de la política de otro partido, el PP, sobre cuyas deficiencias había crecido hasta descubrir tiempo después que eran uña y carne en lo que se refiere a las dirigencias.

Mientras tanto, la debilidad interna de Cs, partido artificial, sin estructura democrática y dirigido a dedo desde Madrid a extremos que rozaban el ridículo, entró en fase catatónica, exhibiendo patéticas convulsiones orgánicas, hasta el punto de que lo realmente visible de sus actuaciones se reducía a que Fortunata quería ser Jacinta y, para complacencia del PP, se asistía a la lucha por el título nobiliario de la vicepresidencia, que a los efectos es como el que tiene un tío en Graná. No deja de tener cierta gracia que quienes en Cs más defendían al Gobierno del PP, por razones institucionales, y desconsideraban al socialcomunista Sánchez en su respectivas funciones de portavoz del Gobierno (Martínez Vidal) y del Grupo Parlamentario de Cs en la Asamblea (Juanjo Molina) se quedaran al final colgados de la brocha, como si se hubieran caído del caballo, incluso del caballo de la dirección nacional de su partido que todavía había venido aspirando a hacer listas conjuntas con el PP hasta que Mañueco en Castilla y León ha establecido, por indicación de Génova, que la estrategia general de los populares consiste, como es lógico para sus intereses, en liquidar a un socio que potencialmente pudiera serlo también de su principal adversario.

Pero todo esto, al cabo, resulta anecdótico, pues Cs ha acabado siendo, de una esperanza, una previsible decepción, no tanto por la construcción de sus propuestas regeneracionistas como por el hecho de que los agentes que las proponían no estaban a la altura del imaginario conceptual que habían construido de cara a la galería.

AHORA O NUNCA. Liquidada, pues, la fantasía de una derecha alternativa a sí misma por la vía de la regeneración, el camino iniciado en Murcia en la novena legislatura ha tocado no solo a su fin, sino que se ha iniciado el regreso al punto de origen. El PP, que por su debilidad electoral en la anterior etapa se vio obligado a ceder en las reformas, una vez que la disolución del partido que le imponía condiciones se ha disuelto por sus contradicciones, ha iniciado un proceso de contrarreforma, es decir, de recuperación de los espacios en que tuvo que ceder.

 En ese sentido, los cambios en la Ley del Presidente como los que vendrán en la Ley Electoral son solo apuntes de la recuperación, con provecho de la actual mayoría absoluta sobrevenida por la crisis de Cs, de un esquema legislativo propio de la mayoría absoluta con la que el PP se ha entronizado en el poder a lo largo de varias décadas. Ahora o nunca. Es preciso restituir el sistema tradicional, no sólo en la lógica institucional que preserva el estatus sino también en las leyes de la gobernación (en especial las de medioambiente), para volver al espacio ideal en que la vida sigue igual. Lo irónico es que la contrarreforma se está produciendo con el apoyo de los agentes de Cs que promovieron la reforma en una extraña espiral de ida y vuelta. Y no solo porque los actuales compañeros de Gobierno procedan de Cs; es que los que siguen en Cs y ahora constituyen oposición fueron en su momento, antes de la fatídica moción de censura, avalistas tan comprometidos como quienes han seguido en el Gobierno. 

Estamos, para hacernos la mejor idea, en el tránsito de un proceso de demolición de lo que en su día se propuso como regeneración. Como los cangrejos.