EL REGALO DE MIS REYES MAGOS
Mi mejor amigo, ese que encuentras a la orilla del que fue Mar Menor o cruzando sus aguas entonces azules, limpias y tibias que no solo curan ese trozo grande de carne humana sino así mismo el alma grande, que a veces se te cae a los pies sin remedio y te arranca un trozo de vida. Ha cumplido noventa y seis años pero emana ese carisma de bondad y espiritualidad que te encandila, de gente joven, cuando la juventud no deja de ser una hermosura, una explosión de vida y credibilidad humana que se va apagando si no llegas a mirar a la luna y sí al dedo que te la señala en el vacío etéreo de la grandiosidad nocturna cuajada de estrellas, que son como naves rutilantes que navegan viento en popa o te quiebran cuando el huracán te sopla a sotavento.
David Conesa Martínez, que así se llama, es cartagenero universal, escapado de la monotonía aldeana que te conduce a la nadería de la vivencia mediocre de las divisiones urbanas. Hemos navegado muchas horas, juntos y en ocasiones en santas compañías femeninas, sin que apareciera la navaja de la violencia de género, sino la paz y la armonía, el diálogo y la polémica ardiente defendiendo principios e ideas, jamás intereses gaseosos apestando a Dinamarca. Incluso tuvimos el elevado privilegio de pasar una Nochevieja en un diciembre que dió paso al año 81, abarloados en la isla del Barón. Aquella noche mágica la pasamos metiendo el bisturí del pensamiento en el cáncer de las comunidades autónomas que daba mala cara y la degradación de una democracia que ya empezaba a no ser la que deseábamos para nuestros hijos y nietos. Fueron minutos de recreo activo del pensamiento puro cuando me regaló una cita que jamás he olvidado, algo así como SE NOS JUZGARÁ POR LOS HOMBRES QUE NOS HAN GOBERNADO Y NOS GOBIERNAN.
Tuve una respuesta amable para calmar ese furor de los españoles que nos sentimos engañados, y le añadí un breve discurso recogido del Quijote, que no sentimos, tal como que hay quienes encuentran la felicidad ayudando a los demás, en verlos felices. No son ahora nuestros mejores momentos, sino los oscuros de la ira, la rabia y sobre todo el odio y los pecados capitales de la partitocracia reinante. Necesitamos bañarnos en la cultura. Cabe aquí lo que escribió Phil Bosman:«No cargues tu corazón con todo lo malo que pueda haber tenido el ayer, pensemos en lo bueno que nos ha llegado. O soñemos, también, con las cosas y hechos positivos que alcancemos hoy o mañana.» Suena bien como a música celestial porque no es difícil ver cómo el mundo, pese a su belleza y su magnificencia, pese a las conquistas de la ciencia y la tecnología, pese a lo deseado y bienes materiales, estamos sedientos de encontrar una verdad más honda, de más alegría. Es la que nos hace auténticamente libres. Y no lo somos globalmente.
Esta mañana me ha llegado su carta, un manual de buenas costumbres, de ofrecimientos, de quejas y pesambres reales, sin enfermo relativismo.«Sí que tenemos el ánimo enmarañado, por tantas frustraciones, percepciones y conocimiento de ineptitudes, egoísmos individuales y colectivos, mentiras hasta calumniosas, cinismo, vanidades, maldades, inicuos comportamientos de los que deberían dar ejemplo». La vida se ha vuelto desagradable por el gatuperio en el que nos desenvolvemos para ganarse el «pane lucrando». La situación ha podido evitarse, pero no tenemos líderes ni hombres ni mujeres de Estado. No puedo evitar el resquemor, pero a pesar de todo, creo que salidas las hay.«Tendremos que encontrarlas».
David Conesa con sus ya cumplidos 96 años me recuerda las jóvenes palabras del polaco LECH WALESA cuando levantando la voz hastiado del pesado fardo del comunismo afirmó que SI EL MUNDO NO VUELVE A DIOS. SOLO NOS QUEDA EL FIN DEL MUNDO. Mi pregunta, querido David, es, si existe Dios y dónde está, para con su bondad infinita, como nos enseñaban cuando eramos niños, ponga fin a tanto sufrimiento, no solo humano, sino así mismo de la Naturaleza y el mundo animal que vamos destrozando.
Bueno. No quiero aburrirte con mis dudas, pero te prometo a la recíproca, que cuando lleguemos al otro mundo paradisíaco, me lo cuentes, asomado al filo de una de nuestras estrellas, sin esperar un misil norcoreano. Al menos nos merecemos un roscón de Reyes. Un abrazo magnífico. Y a Visi, tu bella esposa, timonel de nuestros sueños marinos, con Tere, mi joya de la Corona familiar.
