La alargada sombra de Rivera y los críticos de Ciudadanos amargan la campaña a Bal y Arrimadas

La alargada sombra de Rivera y los críticos de Ciudadanos amargan la campaña a Bal y Arrimadas

Desde que Isabel Díaz Ayuso decidió romper el gobierno de coalición con Ciudadanos en Madrid y convocar elecciones como reacción a la moción de censura que la formación de Inés Arrimadas y el PSOE presentaron contra sus compañeros en Murcia, es raro el día que Ciudadanos no se encuentra con sobresalto. Primero fue la estampida de cargos, empezando por quien fuera el todopoderoso secretario de Organización, Fran Hervías, que salió pitando hacia el PP tan pronto como la presidenta madrileña convocó elecciones y destituyó de sus cargos a sus socios de Gobierno. Y el goteo de salidas no ha cesado.

Todas las encuestas ya recogían entonces el declive de la marca, que no ha dejado de perder apoyos desde que Albert Rivera decidió tejer un cordón sanitario al PSOE y ensayó aquel discurso de la banda y el botín referido a Pedro Sánchez. Por la derecha (extrema) emergía un nuevo competidor, Vox, y Ciudadanos se quedó en 10 escaños en el Congreso. El mismo Rivera que, tras dimitir, dijo que se apartaba definitivamente de la política para trabajar en el bufete Martínez–Echeverría como presidente ejecutivo para España y Portugal, y que no pensaba «tutelar» a su sucesora ni inmiscuirse en la vida de su partido. Pero desde entonces su sombra persigue a Inés Arrimadas y el anterior presidente no disimula el distanciamiento con ella desde que decidió apoyar al Gobierno de Pedro Sánchez durante la pandemia e intentar negociar los Presupuestos Generales del Estado para «que no cayeran en manos de Bildu y los separatistas». Pese a que la operación fracasó, Rivera aguardó a la presentación de su libro para lanzarle el dardo más envenenado: «Uno puede ser laxo, uno puede tener cintura, pero tiene que tener dignidad», dijo durante uno de esos actos, en Zaragoza. «Y creo que la dignidad en la vida cuando la pierdes, eso ya no se recupera. Sinceramente, veo todo lo que pasa y digo: ay, por Dios, menos mal que dimití, porque si tengo que aguantar todo esto, tengo que ir escoltado, pero frente a mis votantes», abundó, dejando helados a sus excompañeros y a su propia sucesora que prefirió no darse por aludida.

Después Rivera se ha sumido durante mucho tiempo en un estruendoso silencio mientras el PP iniciaba una brutal operación contra Ciudadanos para atraer a sus filas a importantes cargos pilotada por quien había sido su mano derecha en el partido, Fran Hervías, al que se apodó ‘señor Lobo’ en alusión al personaje de Pulp Fiction por su manera de resolver los conflictos internos en Ciudadanos. Mientras las fugas hacia el partido de Pablo Casado se sucedían, como la del valenciano Toni Cantó y otros parlamentarios autonómicos, o la marcha de varios diputados y senadores nacionales que se han negado a dejar el acta, el antiguo líder del partido ha permanecido callado. En paralelo, no han dejado de aparecer noticias que vinculaban más a Rivera con el PP de Pablo Casado.

Primero se supo que en Génova habían contratado los servicios de su bufete de abogados para recurrir ante el Tribunal Constitucional la ley catalana de alquileres, un encargo al que siguió poco después –a mediados del pasado mes de febrero– otro similar para recurrir esta vez, también ante el Constitucional, la Ley de Educación (LOMLOE), más conocida como ‘Ley Celáa’. La noticia desató todo tipo de especulaciones aunque lo cierto es que Casado y Rivera ya mantenían una relación fluida cuando este presidía Ciudadanos. De hecho, ambos fraguaron los pactos autonómicos de sus partidos en Andalucía, Comunidad de Madrid, Murcia, Castilla y León o alcaldías clave como la Madrid. La sintonía paralela que había entre el ‘número dos’ del PP, Teodoro García Egea, y el brazo derecho de Rivera, José Manuel Villegas –trabajando también en el bufete de Martínez-Echevarría&Rivera–, facilitaron que esos acuerdos regionales llegaran a buen puerto. Las relaciones entre los dos dirigentes también llevaron al ex número dos de Ciudadanos a aceptar formar parte del patronato de la Fundación Propósito, un nuevo ‘think tank’ impulsado por exministros del último Gobierno de José María Aznar, como Juan Costa, Josep Piqué y Abel Matutes. Por aquel entonces ya resonaba el mensaje de Casado de que la formación conservadora era «la casa común del centroderecha» y se hacía hincapié en que su objetivo era que los votantes que se fueron a Ciudadanos y a Vox regresaran al PP.

Rivera, cada vez más vinculado al PP

A mediados de marzo, en plena crisis de su partido, el expresidente de Ciudadanos volvió a la palestra anunciado que iba a dirigir el Instituto de Liderazgo y Formación Política del Instituto Cardenal Cisneros, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid y dependiente de la Comunidad de Madrid. Un mes después el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM) publicaba el nombramiento de Rivera como vocal del Patronato de la Fundación universitaria Fray Francisco Jiménez de Cisneros.

El Gobierno regional justificó su fichaje junto a otros cuatro vocales por su «significado relieve en el ámbito de la enseñanza universitaria y la investigación científica». La Cardenal Cisneros es la universidad en la que el presidente del PP, Pablo Casado, aprobó el 70% de la carrera en dos años y salió licenciado en 2007, tras dejar Icade, a la vez que era presidente de Nuevas Generaciones de Madrid.

El runrún de que la sombra de Rivera planea sobre la operación de absorción a Ciudadanos sigue muy extendido en el partido. A finales de marzo, el diario La Razón anticipó que «el asalto al poder provincial y local» se prepara «para después de las elecciones autonómicas de Madrid». «Si Ciudadanos no entra en la Asamblea madrileña, es probable que se acelere el proceso de descomposición y que incluso pueda caer la cabeza de Arrimadas, o al menos esto es lo que esperan en Génova», dicen. «De ahí que ya haya contactos, reuniones y gestiones para estar preparados para el ataque a las estructurales territoriales del partido con el que comparten gobiernos autonómicos y ayuntamientos», contaba el rotativo del grupo Planeta.

Ante esta noticias, Arrimadas ha tratado de ir echando balones fuera. Y cuando llegaba la pregunta sobre si cree que Rivera está detrás de esos movimientos responde con palabras muy medidas «quiero creer que no» o subterfugios parecidos. Al mismo tiempo, deja ver que ya no habla con su predecesor, que se felicitaron las navidades y que lo ve «feliz» en su nueva vida, volcado en su trabajo de abogado y dedicado a su hija, que nació casi al mismo tiempo que el de Arrimadas.

El pasado 7 de abril, en una entrevista en La Sexta, Arrimadas lo intentaba desmentir. «Tengo mucho aprecio personal por Albert. Yo creo que no, quiero creer que no, espero que no y de verdad que creo que no», señaló, desvelando que «habla poco» con él –la última vez fue en Navidades– pero aclarando que «no están enfadados».

La líder del partido tuvo que lidiar la semana pasada con otra noticia de La Razón, que insiste en que «el ex líder de Ciudadanos se encamina a terminar en el equipo de Pablo Casado«. «Sería su regreso a la política, que es lo que le sigue tirando, por la puerta grande del principal partido de la oposición». «Los gestos llevan meses produciéndose, los contactos son crecientes», añade el periódico. Así que Arrimadas tuvo que salir de nuevo al paso en una rueda de prensa: «Yo creo y espero que no, sinceramente. Dejó muy claro que se iba al sector privado y yo confío en que no», insistió, visiblemente incómoda. Pese a ello se ha negado a poner «la mano en el fuego» por el que ha sido su antecesor, que ni ha dado apoyo a la candidatura de Bal, ni se espera que lo haga.

De Quinto pide a Bal que se retire y ficha para formar a los diputados del PP

Un ejemplo más de que los movimientos hacia el PP siguen latentes ha sido el hecho de que Génova encargara a Marcos de Quinto –un fichaje de Rivera– dar charlas de formación en el Ágora Parlamentaria al grupo que lidera Cuca Gamarra. El exdirectivo de Coca-Cola restaba importancia a este encargo y en conversación con este diario aseguraba: «No he fichado por nadie. Tengo muchos amigos en muchos partidos y si me piden el favor de dar una charla sobre temas de empresa, lo hago. Parece ser que mi visión de las cosas es más apreciada fuera del que fue mi partido», zanja. El exdiputado sostiene que volvería a colaborar con el PP si se lo piden. «Como si me lo pidiera Vox o Ciudadanos».

Precisamente De Quinto ha sido uno de los primeros en pedir al nuevo candidato de Ciudadanos, Edmundo Bal, que se retire de la carrera electoral madrileña si «de verdad quiere hacer política útil». En un hilo de Twitter, el empresario reconocía que se imaginaba que Bal no le iba a hacer caso por lo que pedía a los antiguos votantes de Ciudadanos que el 4 de mayo depositen la papeleta de otra opción «antisanchista»: «Pido a todos aquellos bienintencionados votantes de Cs que se lo piensen muy mucho y que, antes de emitir un voto inservible, voten a alguna de las opciones constitucionalistas e inequivocamente anti-sanchistas».

Savater, que fue en las listas de Ciudadanos, le da la puntilla pidiendo el voto por Ayuso

La puntilla a este cúmulo de malas noticias la ponía este fin de semana uno de los intelectuales afín al partido, el filósofo Fernando Savater, que inesperadamente, y a una semana de las elecciones autonómicas del 4 de mayo, le ha dado todo un mazazo a la candidatura de Bal pidiendo apoyo para Isabel Díaz Ayuso. En un artículo en el diario El País titulado ‘Convencido’, Savater, que cerró la lista de Albert Rivera al Congreso por Madrid en las elecciones de 2019, y también la de las europeas de ese mismo año, confiesa en la columna: «Nunca he votado al PP y me cuesta, pero esta vez será a Díaz Ayuso». El filósofo añade: «De crear polarización acusan a Ayuso los mismos que apoyan como ‘progresista’ un gobierno sostenido por separatistas y bolivarianos de guardarropía cuya ideología consiste en proclamar que la derecha nunca pasará».

Pese a todo, Arrimadas sigue pensando que su antecesor no les está haciendo la cama. También el propio Bal ha dicho que no ve a Rivera en esa operación de derribo. La última en terciar para negarlo también ha sido la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, que en uno de los últimos actos electorales de su partido calificaba esos rumores de «leyenda urbana» y, tras dar a conocer que ha hablado con Rivera recientemente, ha pedido «que paren de infundir rumores» porque «no se va al PP». «Albert es un ciudadano libre y está ejerciendo su libertad dedicándose a la empresa privada». «Algunos tenemos dónde volver, él está trabajando mucho, y está preocupado por la deriva política de este país», ha concluido. Pero su fantasma no deja de perseguir a Arrimadas.

 
 

FUENTE: ELDIARIO

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