ÁNGEL MONTIEL

 

Al delegado del Gobierno no le va a salir competencia para la secretaría general, pues todos en el PSOE tienen claro que es el hombre de Ferraz, dispone del nihil obstat de Pedro Sánchez, y muchos, la mayoría, sospechan que la batalla no toca ahora, sino en el momento de dilucidar el candidato o candidata para la presidencia de la Comunidad autónoma, que no tiene que ser necesariamente Vélez.

 

Lo peor que podría hacer el PSOE para emprender un plan de futuro es partir de un mal análisis sobre los problemas que lo han conducido a su nueva crisis. Un error en el actual punto de partida sería asumir los pretextos del secretario general saliente, Diego Conesa, quien justifica su salida en el acoso político y personal que viene recibiendo desde el PP, como si esto no fuera un supuesto que todo líder político ha de aceptar de antemano. O Conesa tiene la piel muy fina o no era consciente cuando se lanzó a dirigir el PSOE de que esto es la jungla.

Tampoco resulta muy coherente por su parte achacar a sus adversarios una dinámica agresiva contra él cuando su calificativo habitual más fino para definir a los representantes del PP es llamarlos corruptos (la más alta descalificación política y personal a cualquier político), y esto con razón o sin ella, pero sin pruebas de las que consideran los jueces. No puedes hacerte la víctima cuando te replican con artillería gruesa aquellos a los que has querido desplazar del poder, con procedimientos legítimos y oportunos, eso sí, aunque democráticamente fallidos, con el pretexto de la circulación de unos maletines que nadie ha visto. La respuesta de un buen líder de la oposición a la apisonadora implacable del discurso maquinal del poder autonómico debiera consistir en aguantar, replicar y denunciar con acierto antes que rendirse, como bien saben quienes lideran movimientos sociales con causa o los medios de comunicación que no renuncian a su deber deontológico de ser críticos y superar toda presión.

La herida interna. En el fondo, la herida de Conesa no es tanto que el PP la haya emprendido con él hasta el punto de desactivar sus ánimos, pues intuyo que más le ha afectado el hecho de que los suyos propios hayan difundido grabaciones de sus reflexiones internas en los órganos del partido que, una vez publicadas, han creado perplejidad en el espacio exterior. Esto es consecuencia de un error anterior de Conesa, consistente en haber renunciado a la integración real de las ‘familias’ del PSOE, gesto más necesario en su caso cuando ganó las primarias por un escaso margen de votos.

Conesa, en definitiva, ha caído por el fracaso de su propia política, que estuvo siempre concentrada en una moción de censura para el ecuador de la legislatura en la que debía contar con el apoyo de Ciudadanos y de Podemos. El fiasco de esta operación es lo que se lo ha llevado por delante. La paradoja es que hizo lo que debía hacer, en coherencia no sólo con los intereses de su partido sino también con las proclamas electorales de Ciudadanos, un no partido que se deshizo como un cubito a la hora de la verdad por enredos internos y personalistas de sus dirigentes y representantes parlamentarios antes que por motivos estrictamente políticos. Si la moción hubiera triunfado, hoy el PSOE capitanearía las encuestas y el PP se convulsionaría en una crisis interna grave, pero en el ‘match point’ la pelotita cayó al otro lado, y Conesa no pudo casarse con Scarlett Johansson en versión Woody Allen.

El ‘paso al lado’ o ‘paso atrás’ de Conesa se debe, no tanto a la perfidia del PP, que en todo caso viene de serie, como al hecho de su descrédito en el PSOE por la moción de censura fracasada y las insostenibles explicaciones posteriores. Y esto por muy injusto que parezca, ya que la militancia socialista aprobó la operación con un alto porcentaje de votos en una consulta virtual. Pero la consecuencia del fracaso de la iniciativa dejó a Conesa quemado, y la revisión a toro pasado no pudo salvar detalles como el hecho de que él mismo renunciara a formar parte del Gobierno alternativo al del PP.

 

 

El verdadero jefe. Las explicaciones de Conesa en su ronda de esta semana por los medios de comunicación son consoladoras para sí mismo, pero el PSOE cometería un error de partida en su intento de nuevo reimpulso si lo estableciera desde el análisis del líder en funciones. José Vélez, que ayer se presentó, como era previsible (Vélez al quite), a aspirante a la secretaría general, debiera tener en cuenta otras cuestiones más complejas, la mayoría de ellas relativas a su propio partido. Y más si se tiene en cuenta que como ‘hombre fuerte’ del mismo más o menos en la sombra, una parte de la militancia le atribuye a él, antes que a Conesa, la actitud de querer gobernar la organización sin contar con una parte importante de sus activos. Digámoslo con claridad: Vélez es el auténtico jefe del PSOE, camuflado en una secretaría de la dirección ejecutiva actual más bien irrelevante y, por tanto, una vez que sea elegido formalmente tendrá que optar por mantener la actual política interna o agrupar en la nueva dirección a elementos concordantes y discordantes con la mayoría orgánica que él mismo ha pulido. En su mensaje de ayer apuntaba sin mucha precisión hacia esta última posibilidad, pero queda por saber si se trata del tipico recurso retórico.

Sin competencia y a la espera. A Vélez no le va a salir competencia para la secretaría general (a no ser la del típico friki que aprovecha estas oportunidades para hacerse notar), pues todos en el PSOE tienen claro que es el hombre de Ferraz, dispone del nihil obstat de Pedro Sánchez, y muchos, la mayoría, sospechan que la batalla no toca ahora, sino en el momento de dilucidar el candidato o candidata para la presidencia de la Comunidad autónoma, que no tiene que ser necesariamente Vélez salvo que persista el vacío de personalidades alternativas disponibles o, como aseguran algunos, que el calasparreño sufra de mal de altura al verse distinguido con dos cargos tan importantes: líder del PSOE y delegado del Gobierno.

Nadie al aparato. Lo cierto es que nadie relevante, con posibilidades de concentrar una mayoría, le va a hacer frente en el inmediato congreso. En parte porque Conesa le ha facilitado las cosas, tal vez calculadamente, al anunciar su renuncia a la continuidad a muy pocos días de la fecha designada para el cierre de candidaturas, el 4 de octubre. En la práctica, no hay tiempo para organizar una oposición sólida, pero tampoco hay síntomas de que ésta pudiera aparecer aun disponiendo de un mayor tramo de tiempo para formarse. La batalla, ya digo, si ha de darse, será cuando corresponda elegir al candidato electoral.

La tendencia de opinión acerca de que alguno de los alcaldes socialistas debería convertirse en la imagen institucional regional del partido decae, a la vista de que nadie parece querer dar el salto. Alguien ha oído decir a la aguileña Mari Carmen Moreno, la más preferida: «Aunque viniera Pedro Sánchez a verme y de rodillas me pidiera que diera el paso, no lo daría. Hay vida más allá de la política». Parecidas manifestaciones hacen otros alcaldes en pequeño comité, como el de Lorca, José Mateos, que bastante tiene con guardar para el PSOE la precaria mayoría local con la que se sostiene; y el de Murcia, José Antonio Serrano, solo puede tener una misión: revalidar su puesto tras dos años de mandato mientras briega sutilmente contra las maniobras entorpecedoras de su socio de Cs Mario Gómez y pretende estimular, con escaso éxito, a un cuerpo funcionarial que, en gran parte, no pierde los vientos por colaborar y parece estar a la espera del regreso de Ballesta: ¿para qué pringarse con alguien que puede ser provisional? Nadie al aparato por ese flanco, al menos de momento. ¿Tal vez la alcaldesa de Santomera, Inma Sánchez Roca? Unos aprecian sus más y otros sus supuestos menos.

La integración. La manera de armonizar el proceso que viene sería, es obvio, que Vélez, contra el perfil prefijado, se revelara como un político integrador y revolucionara la organización, al modo como Pedro Sánchez ha hecho con su Gobierno y muy probablemente lo haga con el PSOE en el ámbito nacional, es decir, pasando página de viejos supuestos agravios y convocando al ‘todos a una’. El que se perfila como nuevo secretario general de la Región ha de poner no sólo a todo el partido a funcionar sino también establecer lazos con simpatizantes exteriores que perciban una maquinaria política realmente alternativa al emporio popular. Pero seamos serios: en el PSOE no se ha visto nunca una plena integración; los socialistas murcianos sufren una especie de desgarro interno que en su convivencia es trascendental y visto desde fuera causa perplejidad y más si se atiende a las nimiedades. ¿Conseguirá Vélez curar las heridas? No es esa todavía la pregunta sino esta otra: ¿Lo pretenderá?

Líder extraparlamentario. Una vez más el PSOE se va a ver en una situación extraña, con su líder fuera del arco parlamentario. Los rumores fundamentados advierten sobre que el actual portavoz de la ejecutiva, Francisco Lucas, tercero en discordia en las anteriores elecciones primarias, que finalmente se decantó por Conesa tras ser llamado por Ábalos a la sede de Ferraz, podría sustituir al alhameño como portavoz parlamentario, una promoción que serviría para visibilizarlo y entrenarlo en el papel de candidato dentro de dos años. Esta intención sería signo de continuidad, y tal vez no fuera del gusto de otros sectores del partido, pero quizá todo dependa del grado real de integración si es que fuera voluntad de Vélez el promoverla. Por otro lado, en el Gobierno regional tildan a Lucas de ‘radical’ (el presidente, López Miras, en un gesto insólito, lo ha llevado a los tribunales por lo que no pasaría de ser, en todo caso, un exceso verbal) de manera que la tensión parlamentaria podría subir aún más de tono (a los dirigentes del PP ningún miembro de la oposición les parece suficientemente moderado, si bien prescinden de valorarse ellos mismos con ese baremo).

La culpa la tiene Sánchez. El que será nuevo secretario general del PSOE tendrá que afrontar otro problema complicado, derivado de su actual función de delegado del Gobierno. El PP va a ver en él más que nunca la encarnación del propio Pedro Sánchez, a quien representa en la Región, y por tanto, se encontrará enfocado permanentemente por López Miras y su insistente política de desplazar hacia el Gobierno nacional la solución de los problemas que corresponden al suyo. Esa retórica cansina debe ser muy efectiva, a la vista del hecho de que el PP no parece retroceder ni aun cuando se ha desvelado gráficamente a qué ha conducido su política medioambiental en el Mar Menor. El Gobierno regional ensaya ahora maniobras de distracción del colapso de la laguna queriendo desplazar la inquietud ciudadana al cierre provisional de las líneas ferroviarias de cercanías a consecuencia de las obras del Ave, trazados a los que jamás ha prestado la mínima atención, y en este caso es obvio que el Gobierno central está concernido. Por tanto, o Vélez acompaña su liderazgo en el PSOE de la Región con un plus de interlocución efectiva con el Gobierno central o se verá continuamente asaeteado por supuestos desagravios en la práctica victimista de San Esteban.

Va a resultar que el nuevo secretario general socialista se va a enfrentar, en la política, a lo mismo que su homónimo, el José Vélez cantante canario, quien en una de sus más populares canciones advierte, en su caso sobre el amor: «A cara o cruz se gana o se pierde un amor. A cara o cruz, hoy un te quiero y mañana un adiós». Pues eso.