JESÚS LILLO
Llamados a reflexionar por imperativo legal, a los indecisos y electores en general se les acumula el trabajo de hoy para mañana. Del lado socialista, todo son dudas. Nadie sabe a ciencia cierta, ni siquiera Carmen Calvo, doctora en bidimensionalidad política, si todo lo que ha dicho Pedro Sánchez en los últimos días le cuadrará al presidente del Gobierno en el que, cuando le salen las cuentas a Otegui y Rufián, se desdobla el líder socialista. No lo tienen más fácil los votantes de Ciudadanos, deslumbrados por un líder tan liberal que no sabe perder y que, sin embargo, nunca ha empatado con nadie. Ayer en Valencia, sus compañeros de partido le dejaron ganar una carrerita amañada, disputada con la misma confianza con que se cocinan unas primarias en Castilla y León o se ficha, todo entre pucheros, a media docena de renegados. Peor aún se presenta la jornada para lo que fue la parroquia del PP, votantes de bandera y manguera que a estas alturas no saben dónde queda el centro ni, subiendo de Atocha, qué está más a la derecha, si la plaza de Colón o el Wizink Center.