Javier Zaragoza (Alcorisa, 1955) ha tenido un papel destacado y singular en todo el caso 1-O, y no sólo ahora en el juicio oral en curso en el Supremo. De los cuatro fiscales que intervienen en la vista, él es quien antes tuvo contacto con la materia que se enjuicia. Cuando el Parlament aprobó la declaración I/XI, de 27 de diciembre del 2015, en el despacho que Zaragoza ocupaba entonces como fiscal jefe de la Audiencia Nacional se encendieron todas las alarmas.

Otro quizá hubiera esperado acontecimientos, pero a él le pareció que el anuncio de la voluntad de construir estructuras de Estado constituía por sí mismo una grave amenaza para el sistema político y legal. Por ello se puso inmediatamente manos a la obra. Y envió a todos los cuerpos de policía del país –Mossos d’Esquadra y Ertzaintza incluidos– una instrucción para que permanecieran atentos e informaran a la Audiencia de cualquier actividad tendente a sustituir a las instituciones del Estado en Catalunya, por su posible encaje en diversos tipos penales, entre ellos los de rebelión y sedición.

Ahora, en el juicio, Javier Zaragoza ha llevado a cabo algunos de los interrogatorios más documentados y extensos. Sobre todo, en las comparecencias de mandos policiales, tanto de la Guardia Civil y la Policía Nacional como de los Mossos d’Esquadra, incluido el mayor Josep Lluís Trapero y los principales comisarios del cuerpo. Entre los políticos, interrogó a la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría; al expresident Artur Mas; al exministro de Hacienda Cristóbal Montoro, y al exdelegado del Gobierno Enric Millo. Y a la secretaria judicial del registro de la Conselleria d’Economia, Montserrat del Toro.

En esa especialidad es verdaderamente diestro. Le rezuma la experiencia de la Audiencia Nacional por los cuatro costados. Cuando un testigo le sigue, la declaración fluye como el agua. Y cuando, en cambio, tiene que usar el sacacorchos, lo hace con estudiado lenguaje verbal y gestual, combinando la elevación del tono y el torcimiento del gesto.

Los atestados iniciales sobre las estructuras de Estado proyectadas los encargó este fiscal

Con el presidente del tribunal, Manuel Marchena, se ha topado más de una vez. Marchena fue fiscal, conoce bien el oficio y, al frente de la Sala Penal, intenta mantener en todo momento los equilibrios y tratar por igual a acusaciones y defensas. Por eso de vez en cuando le pide a Zaragoza –como hace también con algunos letrados– que no formule preguntas con la respuesta inducida. Y el fiscal no protesta, hace como que acata, a lo sumo con un leve ademán de contrariedad, y en la siguiente esquina replantea el asunto introduciendo un nuevo matiz, o con otras palabras. Pura práctica forense.

 

 

FUENTE: LAVANGUARDIA