ALBERTO AGUIRRE DE CÁRCER

 

Antes de conocer a los elegidos como secretarios generales de las Consejerías, donde está la ‘cocina’ del Gobierno, decíamos que el primer Ejecutivo regional de coalición parecía un gabinete más técnico que político. La percepción ahora comienza a ser diferente, al menos en la parte tocante al PP, donde el común denominador de los seleccionados para los dos primeros escalones es que todos son de la máxima confianza de López Miras y conocen las claves orgánicas y políticas de su partido. Cualquiera que haya analizado cómo Miras forma y deshace sus equipos, habrá observado que ese es un factor clave en el líder de los populares. Ir por libre se paga caro en el PP que dejó en herencia Pedro Antonio Sánchez y ahora moldean Miras y Teodoro García. De modo que los currículums profesionales de los consejeros pueden conducir a engaño si se toman como un único o principal elemento de análisis. Sí, hay mucho ingeniero en el nuevo Consejo de Gobierno. Pero si Javier Celdrán ocupa la Consejería de Presidencia y Hacienda no lo es por sus conocimientos profesionales, sino por su fiabilidad en los cometidos políticos que le han encargado los dos últimos presidentes del PP y del Gobierno. Es verdad que los también ingenieros José Ramón Díez de Revenga (Fomento) y Antonio Luengo (Agua, Agricultura y Medio Ambiente), así como la maestra Esperanza Moreno (Educación y Cultura), conocen sobradamente el terreno que ahora pisan, tanto por formación académica como porque ya trabajaron en las tripas de esas Consejerías. Pero si ahora ocupan sillones en el Consejo de Gobierno también es, en gran parte, por sus atribuciones menos conocidas en el interno del PP, donde se adquiere esa orientación política que parece estar buscando López Miras. Es difícil que Esperanza Moreno pueda superar en esto a Adela Martínez-Cachá, de quien era su ‘mano derecha’ hasta hace un par de días, aunque no le falta sensibilidad política. Y pocos pueden dudar de que Antonio Luengo, que fue concejal durante muchos años en San Javier, y Díez de Revenga superan con creces en visión política a Miguel Ángel del Amor y Patricio Valverde, que tenían otros atributos porque procedían de ámbitos muy diferentes a la política.

La imagen del Gobierno quedó completamente perfilada cuando se conoció el segundo escalón, trufado de veteranos. La figura clave es la secretaria general de la Consejería de Presidencia y Hacienda, María Pedro Reverte, presente en todos los Gobiernos populares desde el año 1995. Además de tener el control presupuestario, coordinará todas las semanas la poderosa Comisión de Secretarios Generales, el órgano que filtra toda la acción de gobierno, donde se dan salida y prioridad a los asuntos o donde, por el contrario, se atascan o se frenan. Ahí estarán otros cualificados fontaneros y estrategas, como Víctor Manuel Martínez o Enrique Ujaldón. Todos ellos, junto a varios alcaldes, vicealcaldes y diputados (Luengo, Ortuño, Ballesta, Fernández, Arroyo, Segado…), así como otros dirigentes del partido, como Adela Martínez-Cachá (que tiene billete para la Autoridad Portuaria si acepta las cosas tal y como han venido), estarán en principio en la primera línea de ese PP renovado que saldrá de la Convención que Teodoro García Egea y Fernando López Miras preparan para octubre.

La situación en Ciudadanos es completamente diferente porque se trata de su primera experiencia de gobierno en la Región. De los cuatro consejeros solo uno, la titular de Industria y portavoz, Ana Martínez Vidal, atesora unos años de gestión, en su caso en el Ayuntamiento de Murcia durante la etapa final de Cámara. Es probable que los consejeros de Cs tarden en arrancar por falta de conocimiento administrativo, pero eso no significa necesariamente que vayan a ser la parte débil del Gobierno. En cualquier caso, la diferencia más sustancial con sus socios reside en la falta de liderazgo en el partido naranja, que no ha existido en ningún momento en los últimos cuatro años. Ni Rivera ha querido baronías ni ha dado con la figura regional que ejerza liderazgo en su partido. Distintos tropiezos fueron quemando sucesivamente a quienes iban despuntando. Los resultados del 26-M representaron un retroceso y coincidieron con el escándalo que salpicó al llamado ‘clan de Alcantarilla’, cuyas cabezas visibles son la vicepresidenta Isabel Franco y el diputado Francisco Álvarez, el último caído en desgracia. Solo la entrada en el Gobierno suaviza la decepción de un partido que salía a ganar. Formalmente, son Franco y Martínez Vidal quienes, como miembros de la dirección nacional, llevan los galones, pero la estructura territorial de Cs es tan compleja que nadie sabe quién depende de quién. El hecho de ser vicepresidenta y portavoz en la Asamblea otorga a Isabel Franco ese liderazgo formal, pero no las debe tener todas consigo cuando le han impuesto dos consejeros que ella no había elegido. Por lo que pueda pasar, ya ha dicho que no renuncia a su escaño. Veremos si es capaz de llevar adelante todo el trabajo que implica una consejería y al mismo tiempo la portavocía del grupo, sin que resiente lo uno o lo otro. Valiente, sin duda, es.