El informe de impacto del Ministerio relata que la familia Maestre empezó a comprar terrenos a los primeros propietarios e impuso su cuño turístico, con la bendición de Fraga. Perteneció al Estado hasta el año 1863, cuando la traspasó por 31.000 reales

 
 

La Manga del Mar Menor sería ahora un enclave virgen, una perla natural del Mediterráneo, de no haber mediado un hecho amargo para los conservacionistas: la fecha del 10 de enero de 1963 figura en la historia de este enclave singular como el día en el que el Estado lo vendió por 31.000 reales del valor de la época (7.750 pesetas o 47 euros actuales). Como paso previo a semejante transacción, la lengua de arena fue confiscada por la ley de Desamortización de Mendizábal del año 1855. A partir de ahí se empezó a labrar -y no precisamente para cultivar lechugas- su destino urbanístico, hasta quedar casi invadido el último metro cuadrado.

El Ministerio de Medio Ambiente ha desempolvado los orígenes fedatarios de La Manga para diagnosticar los impactos urbanos y turísticos sobre el Mar Menor, como figura en el informe del ‘vertido cero’ que sacó a informacíón pública el anterior equipo bajo el mando de Isabel García Tejerina y María García.

Vender grandes enclaves naturales a precio de ganga debía estar de moda en aquella época, puesto que cinco años después del ‘negocio de La Manga’, el Gobierno ruso vendió Alaska a los Estados Unidos por 7,2 millones de euros. Claro está que se trataba de un territorio enorme de 1,5 millones de hectáreas, donde hay para dar y tomar. Dos siglos antes, un espabilado comerciante compró la Isla de Manhattan a los indios Canarsie por mil dólares.

 

Para un turismo «exclusivo»

En lo que atañe a La Manga, relata el Ministerio que la familia Maestre comenzó a comprarla a los nuevos propietarios a finales del siglo XIX. Por los años 50 de la siguiente centuria, la zona norte, en San Javier, ya estaba en manos de Tomás Maestre Zapata, patriarca de la familia. La zona de Cartagena fue cedida a José Huertas para establecer una pesquería en la encañizada de Marchamalo, y años más tarde pasó al empresario minero José Celdrán.

En 1956, Tomás Maestre Aznar, sobrino del patriarca, empezó a trabajar en el proyecto que tenía en mente: urbanizar los extremos norte y sur de la lengua de arena y dejar el centro para que conservara intacto el paisaje natural. Un diseño que finalmente no fue tal. En 1961, después de litigios y negociaciones, se hizo con la totalidad de La Manga para convertirla «en un exclusivo destino turístico internacional». Tuvo los apoyos de los dos ayuntamientos, aunque el respaldo principal le vino a través de la ley de Centros de Interés Turístico, con la visita del entonces ministro del ramo Fraga Iribarne, señala el informe ministerial.

La urbanización se inició en 1966 a pasos agigantados, cuando se aprobaron los planes de ordenación

El colofón llegó en los años 1966 y 1968, cuando la Comisión Provincial de Urbanismo aprobó los planes de ordenación de ‘Hacienda de La Manga de Cartagena’ y ‘Hacienda de La Manga de San Javier’. De esta forma comenzó la urbanización «a pasos agigantados», con el famoso eslogan ‘La Manga, un paraíso entre dos mares’. El resto de la historia es de sobra conocido.

 

 

FUENTE: LAVERDAD