Ya se sabe, los españoles estamos experimentando ese despliegue que fabrica traidores, apátridas, desertores en el propio país, terrorismo indiscriminado y actores que emplean la violencia como arma política rompiendo las reglas del juego limpio democrático, la paz, el diálogo y teniendo como libro de cabecera la DECLARACION UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS. Estamos sufriendo en nuestras propias carnes el zarpazo que despierta sentimientos ante una permisividad que optura una correcta conducta, que se oculta, que se permite y que es utilizada rompiendo puentes, estableciendo líneas rojas y abriendo trincheras en nuestras vidas, en el día a día, con imágenes tan duras como las que estamos observando en Cataluña, en la frontera de una anarquía calculada y unas alianzas cuyas intenciones nos sofocan y colocan a los españoles en el ojo del huracán global de los medios de información, dando unos espectáculos bochornosos que dañan los intereses legítimos de un pueblo como el nuestro que sufre un maltrato indeseable. Unas escenas esperpénticas que asombran a nuestros aliados y aplauden los destructores sibilinos que aspiran a romper España y abrir una vía de agua que hunda a Europa, cuna de la civilización occidental y libre. Quieren que se abra un fracaso político completo, desestabilizar las actividades económicas y sociales y promover enfrentamientos en las calles hasta llegar a la intimidad de la vida familiar. Los análisis y pronósticos han entrado en el campo de las dudas, el escepticismo, del silencio y el recelo. Este caso que hemos sacado de un informe dramático explica en parte hasta dónde ha llegado la crisis de los factores humanos. Que el sesenta y cuatro por ciento de la Humanidad, el género femenino, viva en situaciones penosas, alarmantes y marginales, son signos de la insensibilidad colectiva, pero los más grandes culpables y responsables son quienes gobiernan y predican o se dedican a envenenar el alma humana. Solo nos queda el resquicio de enfrentarnos a la realidad viciada con las armas de la unidad cuando nos ronda el peligro, el voto razonable, reforzar la justicia independiente y el deseo máximo de la supervivencia en un mundo libre. España ha enfermado, pero hay remedios infalibles para eliminar los virus del odio y el sectarismo. En el otro Sistema, también hay vida, pero deberán elegir entre ser o no ser.