Aunque vea cumplidos varios ‘sueños’, es tal el volumen de gasto que va a dejar el coronavirus -ERTEs, Ingreso Vital Mínimo o los 100.000 millones a empresas- que los recortes son poco menos que inevitables.
Vaya por delante que me asombra ver gente, a izquierda y derecha, sorprendida porque Pedro Sánchez y Pablo Casado, los únicos llamados a liderar un gobierno, hayan decidido pactar en el Congreso unos mínimos en torno a la «reconstrucción» social y económica tras el coronavirus.
¿Qué otra cosa pueden hacer, díganme, el actual presidente y su previsible sucesor ante una pandemia que está dejando decenas de miles de muertos y amenaza nuestro futuro como nunca antes lo hizo ninguna crisis?
Dicho de otra manera: ¿De quién son los 1,4 billones de euros de deuda pública que vamos a contraer para proteger a los más débiles? ¿De quién es responsabilidad ese 120% del Producto Interior Bruto (PIB) que nos va a empeñar a nosotros y a nuestros hijos durante lustros?
¿Solo de Sánchez y de su vicepresidente, Pablo Iglesias, los cuales nos dejarán pagando intereses durante años a razón de 30.000/35.000 millones anuales cuando salgan de La Moncloa? … ¿O también de Casado, e incluso de quien le suceda?
¿Quién paga la factura?
Pero permítanme detenerme en el líder de Unidas Podemos. Hace unos días deslizaba en una entrevista que el «gran acuerdo» que necesita hoy España no es el de PSOE y PP, sino decidir «quien paga la factura»… como si las opciones fueran: o la pagan los mileuristas y las clases bajas en forma de paro y desahucios, o lo hacen la Unión Europea con su chequera, Google y los Amancio Ortega de turno, a los cuales, supuestamente, representan Casado, José María Aznar, la CEOE, el FMI y los austericidas del norte de Europa.
No se engañe, estimado lector, pagar, lo que se dice pagar, pagaremos usted y sus hijos, Iglesias y los suyos, y yo y los míos, todos, en forma de subida de impuestos y de recortes.
Aunque ya veremos cuáles impuestos pueden subirse, porque en 2020 aquí va a haber pocas empresas en beneficios a las que se pueda elevar el Impuesto de Sociedades del 15 al 18%, y menos españoles todavía declarando en IRPF haber ganado más de 130.000 euros; así que, no se engañe, insisto, pagaremos los 47 millones de españoles, unos más que otros.
Aún así, el juego de palabras del vicepresidente es interesante porque sirve para escrutar qué pasa por su cabeza, por mucho que Pedro Sánchez le haya garantizado que la coalición PSOE/Podemos no corre peligro.
Sabe Iglesias que su gran paradoja es que puede morir de éxito; que aunque vea cumplidos varios sueños de político izquierdista, incluido el Ingreso Vital Mínimo, es tal el volumen de gasto que está contrayendo el Gobierno para pagar eso, los ERTEs, las pensiones o los 100.000 millones en avales a las empresas, que los recortes en el presupuesto 2021 son poco menos que evitables.
No solo porque nos obligue la Comisión Europea, es que moralmente –a Iglesias le gusta adornarse con la ética– sería indecente que los españoles de hoy no hiciéramos todo lo posible y lo imposible por evitar a nuestros hijos vivir bajo el yugo de una «deuda perpetua» por usar la terminología del propio presidente del Gobierno.
GABRIEL SANZ