El calendario ya tomará forma definitiva. Más de dos meses después de las elecciones del 28 de abril. Pedro Sánchez ha contactado por teléfono con la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y ha cerrado con ella la fecha de una investidura que aún sigue enmarañada y en vía muerta. El 23 de julio, el reloj se activará. Entonces se producirá la primera votación, en la que se exige mayoría absoluta. Así, quedarán tres semanas por delante para avanzar en unas conversaciones que, hasta el momento, se han probado infructuosas.
Pactar los desacuerdos es una cuestión fundamental para que unas negociaciones sean exitosas, principalmente si de lo que se trata es de formar un cogobierno, y Unidas Podemos está dispuesto no solo a definir los puntos de fricción con el PSOE para aislarlos, sino a asegurar su «lealtad» en cuestiones denominadas de Estado. Así se lo trasladó Pablo Iglesias a Pedro Sánchez en uno de los encuentros que ambos han mantenido durante las últimas semanas, según reconocen fuentes cercanas a las negociaciones. Una cuestión son los posicionamientos de partido y otra los de Gobierno, pero más allá de establecer esta diferenciación, desde Unidas Podemos insisten en que su objetivo es sacar adelante un programa social y de lucha contra la precariedad, por lo que anticipan que si pactan un Ejecutivo de coalición, los representantes morados en dicho Consejo de Ministros serían leales en cuestiones como Cataluña, un asunto que preocupa, y mucho, a Sánchez y a su equipo.
Esto es lo que «implica compartir gobierno» al margen de que cada formación tenga posiciones políticas diferentes en distintos temas, concedía la portavoz de la ejecutiva de Podemos, Noelia Vera, en referencia a ser leales «con el proyecto político» que firmasen ambas organizaciones. Sin embargo, en Podemos quieren centrarse en lo que entienden que más los une a los socialistas. Esto es, un programa social para el que piden tener competencias concretas de gobierno, como «garantía» de que las medidas firmadas se lleven a cabo. Por ello, ya durante las elecciones Iglesias allanaba el camino a esta «lealtad» o a pactar los desacuerdos avanzando que no tenían intención de ocupar ministerios considerados de Estado (Exteriores, Defensa, Interior y Justicia).
En Podemos alegan que si no hubiera lealtad, Sánchez tendría siempre una llave maestra, romper el acuerdo y echar a los morados del Consejo
Desde la formación morada, aseguran no entender que Sánchez apoye su negativa a formar un Gobierno de coalición en las discrepancias con Podemos en materia territorial o, más concretamente, ante la posición que se pueda tener frente a la sentencia del ‘procés’, prevista para el próximo otoño. Y es que asumen que si no se produjese la lealtad prometida, Sánchez tendría siempre una llave maestra, que sería romper el acuerdo y expulsar a los representantes de Podemos del Consejo de Ministros para seguir gobernando en solitario.
Reproches cruzados
La confianza es otra de las bases imprescindibles para un acuerdo de estas características, y conscientes de ello en Podemos destacan la colaboración como socios preferentes del Gobierno socialista durante los más de nueve meses que duró el Gobierno socialista desde la moción de censura. Tras el primer encuentro en la Moncloa entre Sánchez y Iglesias después de las elecciones generales, celebrado el 7 de mayo, el líder de Podemos ya resaltó que la colaboración durante los meses anteriores les habría permitido «tratarnos con franqueza y empatía». Fuentes gubernamentales señalaron entonces que aquel encuentro entre los dos líderes fue «muy positivo y constructivo«, y sirvió para «reconocer el trabajo de estos 10 meses y los avances conjuntos que se han dado en beneficio de una amplia mayoría social para la recuperación de derechos y logro de mayores cuotas de justicia social». Ese «trabajo emprendido desde la izquierda», añadieron, serviría ahora para establecer una «voluntad renovada de cooperación y entendimiento».
Los socialistas subrayan que Cataluña es una cuestión nuclear en el que no puede haber discrepancias ni ruidos, y la distancia es grande
Aquellas bases para el entendimiento entre las dos fuerzas, cimentadas en la confianza labrada desde la moción de censura, han sufrido reveses durante los últimos días, con posiciones aparentemente más alejadas que las manifestadas en la primera reunión poselectoral, pese a que Sánchez y su núcleo duro sí han reivindicado, de cara a la galería, el año de trabajo compartido y las medidas sociales puestas en marcha por los dos socios. Las desconfianzas mutuas parece que han vuelto a aflorar en forma de acusaciones cruzadas y presiones, además de que los socialistas han situado en el centro las potenciales diferencias con respecto al conflicto en Cataluña.
La estrategia respecto al abordaje del desafío soberanista es tan distinta que el PSOE teme que una entrada de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros desbarate y distorsione la labor del Ejecutivo en un suspiro. En el equipo de Sánchez insisten en que Cataluña no es una cuestión tangencial, sino que es un asunto nuclear, en el que no cabe ni la más mínima discrepancia. Cualquier patinazo podría funcionar como una onda expansiva. De hecho, en los meses previos a la convocatoria de las generales, ya era una carpeta que casi tocaban en exclusiva el presidente y su número dos, Carmen Calvo, más allá de los temas competenciales y financieros, que se dirigían desde el Ministerio de Política Territorial, a cargo de la hoy jefa del Congreso, Meritxell Batet.
Fuentes de la cúpula socialista siguen considerando, igual que hace unos días, que es muy difícil «pactar las discrepancias» cuando se trata del gran asunto de Estado que recorre España y que tiene complicada solución. En el Ejecutivo advierten de que Sánchez no se podría permitir que, si hay una severa sentencia condenatoria contra los líderes del ‘procés’, los ministros morados se descolgaran pidiendo indultos o apostando por el derecho de autodeterminación. Entienden que no cabría más salida que la destitución. El Gobierno habría implosionado.
El ejemplo del pasado más inmediato
El PSOE ya tuvo que convivir, entre 2012 y 2014, con la apuesta por el referéndum en sus filas: el PSC de Pere Navarro sí apoyó el derecho a decidir y aquella defensa provocó un tenso choque con la dirección de Alfredo Pérez Rubalcaba que ni siquiera disipó la ‘Declaración de Granada‘, pactada en julio de 2013. Miquel Iceta, tras su llegada a la primera secretaría, fue plegando velas hasta que su formación abjuró de ese planteamiento de manera inequívoca de cara a las autonómicas catalanas de 2015. Una demostración de que la conllevanza interna no era siquiera pacífica incluso dentro de dos fuerzas hermanas como el PSOE y el PSC. Y en Ferraz (y también en el PSC) recuerdan con espanto los años del tripartito (2003-2010), y eso que ERC no había situado el plebiscito secesionista como una prioridad. Respecto a Cataluña, pues, el presidente solo quiere que se oiga una sola voz, y que toda eventual negociación se encarrile bajo la premisa férrea de diálogo solo dentro de la Constitución y de la ley.
Podemos dice que irá a la nueva cita con Sánchez «a escuchar una propuesta clara», después de haber negado que haya recibido una oferta diáfana
En las alturas del PSOE no convence el compromiso de Iglesias. Se tacha de «simpleza«, de paso adelante «muy tímido», aunque insuficiente, de ‘excusatio non petita’… «Es que la lealtad ya se da por hecha. Es la base de todo Gobierno. Es no ofrecer nada», indican los colaboradores del jefe del Ejecutivo.
El presidente en funciones ha decidido emprender una nueva ronda de contactos con los líderes de los principales partidos de cara a explorar las distintas vías para sacar adelante la investidura. Un encuentro para el que Iglesias todavía no ha recibido una invitación oficial, por lo que desde Podemos desconocen cuándo se producirá. Con todo, aseguran que acudirán «a escuchar una propuesta clara» del presidente en funciones, después de haber negado que hayan recibido una oferta diáfana. Por ello, también niegan que se haya iniciado una negociación formal entre Sánchez e Iglesias sin abordar unos ejes programáticos. Por su parte, aseguran tener ya listos sus equipos de negociación y reiteran que sus propuestas «ya se conocen» para iniciar cuanto antes las negociaciones. «Estamos listas y estamos a la espera», concluía Noelia Vera este lunes.
A la espera del Consejo Europeo
Y es que en la Moncloa aún no está decidido el calendario de contactos, porque la disponibilidad de Sánchez dependerá de cuándo y cómo se cierre el Consejo Europeo, que se retoma a las 11:00 este martes en Bruselas y cuyo fin es difícil anticipar. Las negociaciones para el reparto de los principales puestos institucionales de la UE están —también allí— muy empantanadas, y es probable que las discusiones de los líderes se prolonguen horas e incluso ocupen la noche y la madrugada. De modo que el arranque de la ronda quizá tuviera que demorarse al jueves o directamente comenzar a principios de la próxima semana —el viernes hay Consejo de Ministros—. La idea del líder socialista, en todo caso, es que los contactos se produzcan «cuanto antes».
El presidente sigue a la espera de que los morados respondan a su oferta de Gobierno de cooperación, y no quiere moverse de ahí ni bajar al detalle
Fuentes del entorno del presidente y del aparato de Ferraz reiteraban a El Confidencial este lunes que no es previsible que a un nuevo encuentro con Iglesias el candidato acuda con una propuesta más perfilada. Es decir, que no se cuenta por ahora con que le entregue un documento con unas bases programáticas o con una oferta de cargos intermedios concretada para Unidas Podemos. La razón es que Sánchez necesita que Iglesias le dé una «respuesta» a su planteamiento de Gobierno «de cooperación«, que no coalición, y que incluye una colaboración más estrecha tanto en el ámbito parlamentario como en el programático e institucional, siempre sin ministros morados.
Hasta que el jefe de Podemos no despeje si está dispuesto a hablar sobre esas premisas, el presidente no está dispuesto a ir un paso más allá, porque sería «quemar más bazas» de las necesarias. Por esa misma razón tampoco habrá, al menos de momento, un comité negociador. Los socialistas entienden que hay que hablar de medidas, pero solo una vez que Iglesias desista de su empeño de entrar en la primera línea del Gabinete. En definitiva, pensar en una elección exitosa al primer intento suena hoy a ciencia ficción. La gobernabilidad puede que no se desatasque hasta que se vea ya el abismo de unas nuevas generales que nadie dice querer, en septiembre.
Así las cosas, lo que sí quedó ya fuera de dudas este martes es la fecha elegida por Sánchez para ir al debate de investidura y la que la Moncloa espera que funcione como un revulsivo para que todos los partidos se muevan. La más «probable«, como indicaban en su círculo, es el martes 23 de julio, que llevaría a elecciones, en caso de que no hubiera forma de elegir presidente en ese lapso de dos meses que concede la Constitución a partir de la primera votación, al domingo 10 de noviembre. Pero es una carta que había guardado celosamente el jefe del Ejecutivo. Y al final cumplió con el pronóstico.