LA HISTORIA QUE DEBEMOS CONOCER LOS ESPAÑOLES DE MURCIA. (Reflexiones sobre el irresponsable pasado. J. J. Cano Vera).

 

La experiencia nos lo ha remarcado, sobre todo en naciones como la nuestra, que los pueblos que desconocen o ignoran su Historia, sobre todo la contemporánea, al menos la de dos siglos atrás, están condenados a repetirla inexorablemente. Es el mismo refrán tan español, salido de la propia experiencia, que el hombre es el animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. O experiencia, a veces brutal. La experiencia española llega hasta una cantera o canteras ubicadas en las diecisiete comunidades autónomas que han vuelto al  Absolutismo. El problema del agua es insufrible porque cada región y sus virreyes se han constituido en amos de sus propios intereses olvidando que la Constitución mandata la solidaridad inter-regional y sin embargo los distintos gobiernos del Estado actúan segun sus intereses electorales. Región con gran número de diputados y senadores, ganan siempre o amenazan con guerras frías parlamentarias. En Comunidades de segunda, con menos diputados, pierden. Murcia es el ejemplo de que nos han ignorado, desplazado ya que han carecido de líderes de altura política, humana y preparación intelectual. O simplemente, de sentido común, energías y sensatez.

 

Todo viene desde hace algunas décadas, después de la mayoría absoluta de Felipe González con su caída vertical plagada de corruptos salidos desde las alcantarillas. Ya a finales de la década de los ochenta. Lo conté detalladamente en un preciso libro que publiqué a finales de los noventa, con el título descarnado de «AZNAR, LA ESPAÑA ROTA», con éxito de ventas, ofrecido en las librerías más importantes de España.

 

Como intuyo que a los lectores les puede interesar el relato del hundimiento o como se iniciaron los miserables pactos con los indepedendistas, los nacionalistas lobos disfrazados de ovejas y los asesinatos de los pistoleros de ETA, ahora en candelero, elogiado el capo Otegi por Pablo Iglesias, golpistas separatistas y socios de la extrema izquierda, les ofrezco un breve resumen del primer capítulo de ese libro incordiante que  prologó el historiador RICARDO DE LA CIERVA, que recibió ataques personales por su atrevimiento en destapar la verdad, la que ya era un negocio canalla y puñaladas traperas a la Democracia y por el separatismo como peligro inminente.  Posteriorme los rebeldes de Murcia tiramos por la calle de enmedio y le dimos guerra al Régimen de Valcárcel con la OPERACION BRUTUS y desde hace cinco años la ONG MURCIA TRANSPARENTE, sin ánimo de lucro  y acosada financieramente: Escribí sin dejarme impresionar por los que pretendían «amistosamente» evitar un escándalo. Lo hice. No lo dudé. La alternativa era clara. O con los legítimos derechos de los murcianos demócratas tratados con malos modos. O sucumbir. Lean.                     

 

 

Los teléfonos no paraban de sonar en la madrugada del 3 de Marzo de 1.996 en la casa de J.R. Calero. Ele ex-portavoz del Grupo Parlamentario del PP y ex vicesecretario general de política Territorial, denotaba en su rostro una cierta preocupación. Los resultados electorales no confirmaban los optimistas resultados de las encuestas que daban a Aznar una holgada mayoría absoluta. Algo más de 300.000 votos superaron a González. Era una victoria amarga y una dulce derrota. Un día antes Calero se mostró escéptico. No creía en el poder de arrastre del líder de la renovada UCD española. Ni en su carisma, despertaba desconfianza incluso entre sus más fieles colaboradores. Aznar era frío, distante, poco amable, calculador y con una dosis de soberbia que no correspondía a sus capacidades, se había granjeado la indiferencia del electorado. Su fama de vengativo y acumular demasiados cadáveres políticos a sus espaldas le hacía escasamente recomendable.                                 

 

Por un lado su campaña electoral que había llevado al país a la máxima crispación, y el error tremendo de no enfrentarse a Felipe González en un debate televisivo, fueron otros factores determinantes para no alcanzar la mayoría absoluta. El famoso vídeo del dóberman había hecho daño. Un personaje colérico y siempre crispado como Aznar, a quien secundaba una cohorte de soplagaitas procedentes de la fenecida UCD, casi todos los que habían ejercido de Bruto con Suárez, los democristianos, que devoraron a los leones en el circo político, hizo el resto. La ambición de ejercer el poder por encima de la defensa de los ideales de un partido que había predicado en la oposición la defensa de la moral pública y la regeneración, pero sobre todo la unidad nacional sobre la apetencia desordenada de los nacionalismos disfrazados de un autonomismo creado sobre una base raquítica y precipitada, por unos padres de la Constitución que pactaron un Estado débil.                                   

 

Juan Ramón Calero, serio y circunspecto, rodeado de un grupo de ex altos cargos y ex diputados de Alianza Popular y Partido Popular, el Sanedrín, nos recordaba que ya había pronosticado los malos resultados electorales , que algunos sicarios habían interpretado como una actitud crítica al poder interno del partido. Una actitud crítica debida esencialmente a la falta  de democracia interna y al acaparamiento  de cargos del llamado «clan de Valladolid» que había instalado en Génova 13 el llamado pragmatísmo político frente a la razón de las ideas y el programa. Actitud de dignidad que le valió el destierro político en Madrid y Murcia, después de un Congreso Regional , en septiembre de 1.993, extraño, que perdió porque todo el aparato político e incluso administrativo de la sede central, apoyó con todo su poder a Ramón Luis Valcárcel, un político siempre a las órdenes del jefe, en el primer tiempo de saludo castrense, pero sin virtudes castrenses. Anteriormente a la decisión de Calero, Mariano Rajoy, siguiendo las directrices de Paco Alvarez Cascos, había suspendido de militancia a José Antonio Ibáñez Mengual, prestigioso catedrático de la UMU y secretario general del Partido Popular que se había atrevido a presentar su candidatura contra la opinión de Madrid. Con Mengual fueron a la calle seis vicesecretarios generales, y la disolución «manu militari» de la poderosa Junta L ocal de Murcia, que apoyaban a los llamados caleristas. Una historia que no merece más que unas líneas, pero que años despúés se repetiría con Alejo Vidal Quadras, con la diferencia de que Juan Ramón Calero se presentó desoyendo los cantos de sirena. Le ofrecieron hasta una embajada en Lisboa o la Presidencia de la Comunidad. Promesas que no ablandaron en absoluto  el escepticísmo del líder natural de la derecha murciana , y sus pricipios radicados en una impecable línea de honradez. La batalla de Murcia, prólogo a la de Vidal Quadras, en Barcelona, fue para muchos de nosotros, el despeje de una incógnita matemática. Fue la ventana desde la que se veía la catadura moral de Aznar y sus más directos colaboradores, sobre todo de Cascos, un ingeniero de caminos, que abrió las vás de penetración para llegar a La Moncloa, sobre los intereses de la Nación Española, sirviendo a las fuerzas políticas nacionalistas que cercan al Estado y naturalmente a la Corona.                                                               

 

Aznar tenía tres salidas, disolver y convocar nuevas elecciones; pactar con Felipe González o gobernar con CIU y PNV. La primera era la más digna, y le hubiera dado la mayoría absoluta, explicando bien el problema planteado: o alianza con los socialistas , lo que en aquel momento parecía una locura. O pacto con los nacionalistas, lo que constituía un riesgo serio para la integridad de España.                                                                                                                             

 

Hasta las seis de la mañana del 4 de Marzo estuvimos discutiendo lo que haría Aznar. La casi mayoría de los reunidos estábamos seguros que Aznar convocaría elecciones después de intentar algunas soluciones posibles. Si era listo negociaría con Pujol y Arzallus. Conociendo las insaciables apetencias de catalanes y vascos, Aznar lo tenía fácil, anunciaría al pueblo español que no estaba dispuesto  a gobernar a costa de la destrucción del Estado y del futuro de España. Solo Calero y Gabriel Motos Lajara, ex diputado regional y prestigioso médico, se inclinaron por la solución más complicada que adoptaría Aznar, la de pactar a cualquier con los nacionalistas. Una aut-entica locura sin sentido, comentamos los que no conocíamos las interioridades espirituales del candidato popular.

 

EPÍLOGO.- Si la caída de C C, la señora Cristina Cifuentes era lo esperado, no entiendo por qué otros politicos y políticas de los cuatro grandes partidos, incluyendo a los puros  independentistas, sumando el clan de los Pujoles, que han cometido garrafales meteduras de patas y manos sucias también en la región murciana no han sido depurados por sus partidos pringados. En el PP se ha dado el toque de zafarrancho de combate, y es curioso que las principales lideresas femeninas sin  pelucas como Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Pilar Barreiro y otras han sido marginadas. Solo queda la Cospedal frente a frente  a la vicepresidenta, Soraya Sáenz. El PP ya está en la UVI solo le queda una opción de urgencia. Radioterapia masiva o seguir con el tratamiento galaico de Paracetamol. Nos informan desde Madrid que el tropezón de C C favorece a Valcárcel. Infantilmente me pregunto ¿ por qué razón? Se lo transmito a mi panadero, y me responde con sabiduría de licenciado en química: ¡¡ hombre don José Juan, es la última trinchera donde resistir, pero el sabor del agua salada se les puede atragantar. Y comunique a Garre que se moje con los chapuceros acuerdos con el PNV cargados de millones montorones, y los murcianos pidiendo limosnas!!. ¡¡A ver que se le oiga!!.                                

 

 
 

J.J. CANO VERA