Como cada año salimos a la calle el Día del Padre y ¡¡contamos contigo!!

No podemos dejar pasar un día como este para sacar a la calle nuestras reivindicaciones.
Como siempre en ambiente festivo y a modo de fiesta para nuestros hijos, estaremos en la Plaza de Santo Domingo el próximo Lunes 19 de Marzo!
TE ESPERAMOS. Con niños o sin ellos. Ven con toda tu familia. Ponte tu camiseta VERDE de la Asociación y «Vuela Alto. Pide Custodia Compartida»

 

Hija, no pidas esa igualdad, no te la vayan a dar

 

Recuerdo que, siendo yo tan solo un chiquillo, la abuela cogió mosqueo fenomenal porque, cuando fuimos a comprar un frigorífico, el dependiente exigía que la firma en las “letras” del pago aplazado fuese la de mi padre. Tanto se debió lamentar de aquella falta de igualdad que, poco tiempo después, allá por el año 1975, con Franco aún vivo y con ocasión del Año Internacional de la Mujer declarado por la UNESCO, Dios le concedió igualdad de derechos para las mujeres casadas en España.

Mi padre, que era abogado, le trajo la buena noticia en primicia, junto con una bandeja de pasteles con la que nos hizo celebrar, tanto el desagravio para mi madre, como su propio descanso en no tener ya que acompañarla de compras y de firmas de documentos al banco, pues no estaban los tiempos ya como para ir perdiéndolos en tonterías. Por aquel entonces, todos en el País nos alegramos con nuestras mujeres porque habían conseguido por fin la igualdad ante la Ley. Después vino la Democracia a consagrarlo en su Constitución.

Han pasado tantos años ya, que la mayoría ni se acuerda de esas cosas. Años felices en los que fuimos iguales ante la Ley, tal y como se había venido soñando desde la Revolución Francesa. Casi nadie esperaba que “la Igualdad” tuviera que extenderse más allá de “la Ley”, pues a la mayoría nos gustaba mucho disfrutar de las diferencias entre ambos sexos en otros terrenos. Y gozando de ellas, aprovechábamos para cosechar el fruto de nuestra descendencia, necesario para garantizar nuestra supervivencia colectiva. Sin embargo, la gestación y los primeros cuidados de los niños condicionaban unas diferencias en los roles sexuales que algunas personas puntillosas entendían como un problema.

Solo eran unas pocas mujeres todavía se quejaban: que si no alcanzaban puestos de mando, que si ganaban menos dinero, que si la casa y el trabajo… Pero pregúntale a la abuela, a tu madre o a cualquier vecina si en algún momento de su vida hubieran preferido nacer hombres. En realidad, la vida para los hombres solía ser bastante peor: menos esperanza de vida, más siniestralidad laboral, más riesgo de sufrir agresiones, de terminar en prisión o de indigente vagando por la calle, de prisión, de suicidio. No tenemos día internacional, ni subvenciones, ni plazas reservadas en las oposiciones… Siempre señalados como si fuéramos “el malo” del culebrón.

Aunque eran bien pocas, con esas caritas tan tristes y con esos ojitos bonitos pintados de color morado, nos conquistaron el corazón. Tanto quisimos esforzarnos en corregir aquellos atroces agravios comparativos que las discriminaban y las apenaban de aquella forma tan cruel, que lo sacrificamos todo, hasta nuestro futuro, para complacerlas. Y así, para evitar cualquier desigualdad, dejamos de tener hijos. Y empezamos a predicar que ya no había que buscarle el gusto a la diferencia, que daba igual comer carne que pescado y que lo mejor era hacerse vegetariano.

Pero aquello no fue suficiente, todavía pedían más y más, más dinero, más privilegios. Y cuanto más les dábamos, aún más nos pedían. Y como la Igualdad no daba más de sí, también tuvimos que entregársela para que dejasen de torturarnos con sus caritas de pena. Y hasta les concedimos hasta un Ministerio, que con todo el cinismo del mundo vinieron a llamar “de Igualdad” y que convirtieron en el templo de su nueva religión, la de “Género”. Y en él, ofrecieron la Igualdad en sacrificio el 28 de Enero de 2005 poniendo en vigor la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Y allí murió esa Igualdad que tantos sacrificios y siglos de Historia costó conseguir.

Ahora hay otra Igualdad, la del cinismo. No se trata de que las mujeres tengáis más derechos, sino de que los hombres los hemos perdido. Nos han criminalizado la vida de pareja, haciendo que para nosotros sea un delito cualquier discusión. Nos han usurpado el derecho a la presunción de inocencia y nos hacen juicios sumarísimos en Juzgados “de Autor”. Esto ha llegado tan lejos que, aunque seguimos siendo uno de los países con menos violencia de género del Mundo, hemos convertido ese motivo en la segunda causa más frecuente de encarcelamiento. Y si en el divorcio nos quieren “joder”, no tienen más que acusarnos en falso para que ya no podamos ni ver a los hijos hasta que no quiera Dios.

Y ahora me dices que tus amigas salieron a manifestarse pidiendo igualdad ¿De verdad quieren eso? ¿Quieren lo mismo que el hombre? ¿Están tontas o qué? Sabes que yo quiero nietos y si te casas y te peleas, como tú eres la chica, a día de hoy no los iba a perder. Pero si te igualan al hombre ¿Qué pasará?.

Si un día, cegados por el calor de una pelea os denunciáis por haberos llamado “marica de mierda” y “putón verbenero” el uno al otro, o bien por deciros “¡Te voy a matar!”, pero como se dice en caliente, sabiendo que nunca se hará ¿Qué harán con los niños? ¿Os prohibirían a los dos las visitas por maltratadores? ¿Se los llevan los Servicios Sociales a su negocio raptor? ¿Os dejarían sin hijos también a las chicas? ¿Me dejarían sin nietos a mí?.

¡Venga ya!

¡Diles que no salgan más!

¿Pedir Igualdad? ¡Diles que lleven cuidado, que no se la vayan a dar!

 

 

JUAN MARIANO PEREZ ABAD