«Hay una tercera opción para Vox, que es a la que le insta el PP: el ‘pacto oculto’. Contar implícitamente con el efecto de que Ciudadanos haga ‘la vista gorda’ y colocar a algunos de sus efectivos en ciertas consejerías estratégicas que quedan en manos de los populares, como Educación y otras, en cargos del segundo escalón. Ciudadanos no estaría disconforme con este planteamiento».

 

Vox tiene un dilema. Si apoya sin contrapartidas el Gobierno PP-Cs que se prefigura quedará ante la opinión pública y ante sus votantes como un colaborador facilón que acepta sin rechistar el cuento de que ha de facilitar el paso a la derecha como mal menor frente a la posibilidad de que Cs se case con la izquierda. Pero aun a pesar de esto podría calcular que su papel decisivo en el espacio parlamentario tras una alianza de los azules con los naranjas le permitiría influir, matizar, revocar y participar en las leyes e iniciativas del poder legislativo. Vox no tendría poder ejecutivo, pero quienes lo ostentaran tendrían que acabar una y otra vez recurriendo a la cuña de los cuatro diputados imprescindibles para impulsar cualquier política de derechas. Vox ejercería de molestísima mosca cojonera en el idilio PP-Cs, lo que le otorgaría un protagonismo principal ante su clá, siempre que sus posiciones siguieran siendo radicales y entorpecedoras de la política del Gobierno, pues de otro modo aparecería como colaboracionista voluntarioso, sin obtención de rédito propio, lo que se entiende como compañero de viaje o tonto útil.

La otra opción a su mano consiste en mantener su proclamada actitud: no pactarán con quienes ni siquiera se dignan considerar la posibilidad de un acuerdo tripartito, es decir, Ciudadanos. Pueden boicotear la constitución del Gobierno PP-Cs votando sistemáticamente ‘no’ en todas las sesiones de investidura que se sucedan hasta finales de agosto, al límite de la repetición de las elecciones, y provocar que los naranjas decidan zafarse de esa imposición y viren hacia el PSOE, con el que suman mayoría, de modo que Vox perdería en tal caso su capacidad de influencia sobre el diseño de las leyes, pero adquiriría un más marcado perfil como fuerza que no precisa hacer concesiones formales o ideológicas en el ámbito parlamentario, ya que su fuerte es la inmovilidad de su consignario.

Hay una tercera opción para Vox, que es a la que le insta el PP: el ‘pacto oculto’. Contar implícitamente con el efecto de que Ciudadanos haga ‘la vista gorda’ y colocar a algunos de sus efectivos en ciertas consejerías estratégicas que quedan en manos de los populares, como Educación y otras, en cargos del segundo escalón. Ciudadanos no estaría disconforme con este planteamiento, pues ya hemos visto que en otras Comunidades y municipios han ido mucho más lejos de lo que habían advertido que no consentirían. Vox podría colarse en algunos enclaves de la Administración bajo manga del PP y ante la indiferencia de Ciudadanos, lo que mostraría un pacto implícito que no estaría puesto a la firma. Serían, al efecto, las cloacas inconfesadas del pacto PP-Cs que por dos veces (el programático y el del reparto de poderes) ha sido escenificado con luz y taquígrafos. Pero, ante su electorado, Vox tendría que explicar que renuncia a su cuota de participación en el Gobierno (cuatro diputados por seis de Cs) a cambio de unos platos de lentejas en direcciones generales tuteladas por el equipo de López Miras.

Sin embargo, Vox persiste en declaraciones públicas de quien se ha convertido en su más transparente portavoz, Luis Gestoso, en que estarían dispuestos a facilitar un Gobierno PSOE-Cs antes que ser cómplices de una coalición entre el PP y Cs que los excluya de manera tan grosera, pues siendo necesarios para la constitución de ese Gobierno ni siquiera han sido llamados a la mesa por los escrúpulos de Cs, y esto a pesar de que en Madrid este partido no se ha mostrado tan tiquismiquis.

Lo que dice Gestoso, de una claridad meridiana, debiera advertir a todos de que es imposible el pacto PP-Cs que parece armado hasta el más mínimo detalle. Pero todo observador ha de tener la mosca detrás de la oreja a la vista de que muchas de las exposiciones taxativas que se han ofrecido durante el proceso electoral e inmediatamente después se las ha llevado el viento, como fue el caso de Inés Arrimadas, quien anunció en su mitin en la capital murciana que Cs no contribuiría a prolongar hasta veintiocho años el poder de quienes lo han venido ejerciendo durante los últimos veinticuatro. A la vista de que, tras el resultado electoral, Cs ha declarado ‘socio preferente’ al partido de los veinticuatro años y ha rubricado con él dos pactos sucesivos para compartir Gobierno sin opción a atender las ofertas del PSOE, que ganó las elecciones, hay que poner en almoneda las declaraciones de Gestoso, por si al final ‘hace una Arrimadas’. Y es que si lo que dice Gestoso es cierto, no habrá viabilidad para el abrazo PP-Cs a no ser que los naranjas inviten a Vox a sentarse a la Mesa del Consejo. Hagan apuestas y piérdanlas.

 

 

FUENTE: LAOPINIONDEMURCIA