Cuando compareció el ministro de Interior utilizó la palabra «paripé» para describir los sucesos del día. No eran un paripé, sino una grotesca farsa totalitaria destinada a avanzar en el autogolpe de Estado que unos catalanes emocionados dan a otros catalanes acogotados. El paripé era el suyo, la actuación del gobierno. Policía y Guardia Civil fueron enviados a Cataluña a realizar un papel poco claro, más vendidos que otra cosa.

La orden judicial era clara: precintar los colegios antes del amanecer. Eso no se realizó por el incumplimiento de los Mossos. Es de esperar que la justicia sea implacable con la actuación de sus mandos. Han puesto en peligro la seguridad colectiva cual policía de partido al servicio de una causa y no del conjunto de los catalanes.

Los policías y guardias civiles fueron a una batalla perdida. Más que a hacer algo fueron enviados a aparentar que se hacía. Lanzados contra la movilización de miles de personas para un imposible.

 

La estrategia de Rajoy era absurda. Activado ya un referéndum ficticio, y tomado el Parlament, pretender, como él pretendía, la imposibilización absoluta de cualquier hecho físico que pudiera parecer un voto era ponerle puertas al campo. Iban a votar donde fuera y como fuera. Cualquier sitio valía, cualquier papeleta, cualquier urna. La ley no importa, querían un acto para las masas hambrientas de dulzura y un acto para su acción de zapa internacional.

Rajoy no ha obtenido nada porque los separatistas tienen las dos cosas: las fotos internacionales de violencia que buscaban y la continuidad de su proceso ilegal. Está programado: o bien negocian con un Estado debilitado mucho más allá el marco estatutario o declaran la independencia unilateral.

La gente no termina de entender que el separatismo es un movimiento totalitario estructurado que se extiende inteligentemente al exterior y que en estos momentos brinda porque deseaba la foto de una porra y alguien sangrando para deslegitimar a España ante la comunidad internacional y la UE. Su estrategia (y esto está escrito en la web de Presidencia, a la vista de cualquier juez que quiera empezar a actuar) pasa por limitar la capacidad de actuación del Estado español con el argumento debidamente distorsionado del respeto a los derechos básicos. Es ahí donde incidirán para ir reclamando la mediación internacional. El totalitarismo supremacista catalán paga dinero en el extranjero y lo paga en Madrid. El porcentaje de radicales y activistas catalanes que vive de ello nos sorprendería. El presupuesto público financia la secesión. Es una revolución desde el presupuesto.

El separatismo catalán no recurre a la violencia física porque es la condición necesaria que el derecho internacional les exige para prosperar en la autodeterminación. Pero la buscan de manera indirecta.

En su estrategia golpista necesitaban la colaboración de la izquierda de nostalgias comunistas, prima hermana en cuanto a la corrupción del lenguaje y el mensaje de ruptura social. Siempre presta a la traición y a aprovechar el desorden público, comparecieron como se esperaba de ellos. Hablar de represión es de una ligereza escandalosa. Lo único legítimo que sucedió en las calles de Barcelona fue la violencia policial. Fue una violencia legítima y en cumplimiento de una orden judicial. Los miles de personas que se lanzaron hacia las lecheras policiales cometían un delito para el que incluso llegaron a ser instruidos desde las televisiones.

Actuar contra ellos es imposible (y esto supone para el resto de los españoles una nueva humillación) pero los actores principales de la insurrección deberían ser procesados de manera inmediata. No mañana, hoy mismo. De lo contrario, el gobierno español y las autoridades estarán colaborando por omisión con una acción golpista.

Rajoy debe asumir su responsabilidad. Su inoperancia y falta de capacidad están más que demostradas. Su ausencia de talento, grandeza, sinceridad y energía sumen al país en el absurdo de su propia retórica, de la que nada puede salir ya.

Hoy hemos visto masas llorando, espasmos colectivos en pleno acto de desobediencia. Gente tan ignorante como nosotros, pero presuntuosa y trastornada por años de un mensaje de odio. Retomar el control de la calle como espacio común y no exclusivo debería empezar a ser un reto para el constitucionalismo, si es que tal cosa existe aún. El separatismo totalitario está crecido. Es un bloque unánime y delirante que pide diálogo sabiendo que no habla el mismo lenguaje, y que amenaza con extender su influencia al resto de España. La razón de su fuerza es que no se le ha aplicado nunca el código penal. Que secesionistas y élites corruptas tengan en común la bula judicial debería hacernos pensar sobre «los fundamentos de nuestra convivencia».

Lo único en lo que todos estamos de acuerdo es que el 78 agoniza. Pero que no nos confundan sus corruptos mantenedores y líricos blandos, ni la izquierda de corrosión comunista: la democracia que necesita España no es ésta que vociferan la CUP o Podemos. Es una nueva, distinta, integradora, que ha de llegar por la libertad colectiva y por la inteligencia. Sin privilegios ni castas políticas o territoriales.

Ojalá algún día la veamos. Mientras tanto, el totalitarismo es el enemigo. Aunque se acerque con una rosa o voto en la mano.

 

 

FUENTE: ABC