ADOLFO FERNANDEZ AGUILAR

 

Como ahora dispongo de todo mi tiempo en plenitud soy libre como el viento y me dedico a diseñar la transformación que me convertirá en un hombre del Renacimiento. Ahí está la tabla de salvación que sirve para huir de estos tiempos fielmente calcados de la tenebrosa Edad Media donde ocurrieron sucesos terribles, ya que con el oscurantismo llegó también el feudalismo, tan semejante a la pretensión independentista catalana de hoy mismo; los movimientos migratorios inmensos huyendo de la muerte, el hambre y la tiranía; el olvido de la cultura grecorromana y la pérdida del concepto de ciudadanía.

Pasaron las Edades históricas, porque al parecer hemos entrado en el Epílogo terráqueo. La Edad Media tuvo movimientos migratorios de miles de personas acompañadas de la destrucción y muerte de países enteros. Hoy con el cambio climático irreversible provocado por el hombre son millones los desplazados climáticos que huyen de tierras devastadas por la sequía; terribles inundaciones, contaminaciones, desaparición masiva de especies, crisis acuíferas sin precedentes que unidos a los emigrados políticos, étnicos y victimas de guerras están provocando una catastrófica crisis humanitaria global.

En los siglos XV y XVI, durante la transición de la Edad Media a la Moderna, llegó el Renacimiento que trajo una gozosa concepción para contemplar al mundo y al ser humano nuevos. Y ahora me pregunto yo: ¿por qué no implantamos hoy un nuevo Renacimiento que salve al mundo? En esto estaba cuando se me apareció Greta Thunberg.

Decididamente huiré de este dantesco escenario medieval que se avecina y pediré asilo al Renacimiento. Sus principios coinciden con mis creencias y su modelo de salvación humanística. Mil quinientos años después, el Renacimiento resucitó la cultura grecorromana y en la España democrática de hoy, cafres políticos de un signo u otro, como en el oscurantismo, persiguen con saña la enseñanza de latín y griego, desterrándolos de los planes de estudio y alejándonos de nuestros orígenes.

Para culminar su revolución, el Renacimiento echó la vista atrás y le bastaron solo cuatro versos de Horacio y Virgilio para cambiar el mundo. Dos versos de cada uno. De Horacio tomaron el “Beatus Ille” (Dichoso aquel) y el “Carpe Diem” (Atrapa el día); y de Virgilio el “Tempus fugit” (El tiempo huye) y “Locus amoenus” (el lugar ameno). Esos cuatro versos destilaron las aspiraciones del hombre renacentista. Ese sería mi programa utópico de vida si existiera algún remoto lugar que se aproximara al “locus amoenus” para escapar de la hecatombe climática que se avecina, cuando llegó Greta Thunberg para despertarme.

Quería explicarle a Greta Thunberg mi nueva norma de vida renacentista fundamentada en la conjunción de esos cuatro versos resumidos así: Viviré en un lugar ameno, consciente de que el tiempo huye velozmente y atrapando el momento presente alcanzaré la dicha de la felicidad.

Ponga usted los pies en la tierra, dijo Greta. ¿En qué sitio de este estercolero terráqueo cree usted que existirá mañana un “locus amoenus”, un lugar idílico? Vuelva a la realidad, caballero. Greta Thunberg es una adolescente sueca que desde los once años viene alzándole la voz a los poderosos y generando una consciencia colectiva sobre el calentamiento global. Empezó su cruzada en solitario, sentada ante la puerta del Parlamento sueco. Después se sumaron jóvenes de su misma edad y llegaron las huelgas estudiantiles. Crearon el movimiento “Juventud por el clima” y consiguieron que el Parlamento sueco redujera las emisiones de carbono a los niveles establecidos en el Acuerdo de Paris.

Todo eso lo alcanzaron unos niños suecos solamente con un cartel que decía: “Huelga escolar por el clima”. Hoy los jóvenes de todo el mundo se están movilizando y multiplican sus huelgas protestando por el desastre que nos matará, sin que Organismos y Gobiernos adopten medidas severas para evitarlo. Esta es la situación: los niños de la convocatoria mundial del “Fridays for Thunberg”, solos frente al poder global.

Greta Thunberg ahora tiene 17 años, pero a pesar de su corta edad, el 4 de diciembre del año pasado, con solo 16 años, pronunció un discurso en la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas y días más tarde otro ante la Asamblea Plenaria del COP24, donde dijo: “Ustedes no hacen nada pero dicen que aman a sus hijos y les están robando el futuro. Detengan ya la emisión de gases de efecto invernadero”. Algo parecido le dijo esta pasada primavera a la Asamblea plenaria anual del Foro Económico Mundial de Davos, antes de que se produjera la marcha mundial contra el cambio climático. Da vértigo tanta constancia, tanta generosidad, tanta convicción, y que ese protagonismo se le deba a una adolescente, mientras el mundo del poder y el dinero miran hacia otro lado. Es jocosa esta situación cuando te enteras que Greta, durante su niñez, tuvo problemas de autismo. El mundo al revés, ¿no serán los organismos internacionales mundiales, los gobiernos y el poder global los autistas, y Greta la única luz solitaria y lúcida la que nos conduce?

Sobre mi mesa se quedan sin utilizar docenas de folios preparados para resumirlos en este artículo. Estadísticas de temperaturas que alcanzan records insólitos; sobre gases de efecto invernadero y despropósitos del payaso Trump; los Océanos colmatados con millones de toneladas de plástico; datos sobre inmensos vertederos de residuos tóxicos, nucleares y radioactivos, imposibles de reciclar y la dejación suicida que no frena el calentamiento global. La Naturaleza ha cruzado una frontera sin retorno. El miedo ecológico al mañana nunca nos abandonará.

Todos estos males que enuncio enlazan con el principio del artículo donde les apercibía de que somos nosotros, y millones de personas como usted y yo, los verdaderos protagonistas del Epílogo terráqueo que ya ha comenzado. También puede que seamos corresponsables directos o indirectos de cuanto está pasando por nuestra indolencia, dejándolo todo en manos de Greta. Ya la han nominado para el Nobel de la Paz de este año. En diciembre lo decidirá el Comité Noruego del Nobel. Esperemos que de tiempo, antes de que llegue el holocausto medioambiental.