ANÁLISIS DEL COMPLOT SEPARATISTA CATALÁN, Y LA EXTRAÑA FUGA DE PUIGDEMONT

 
 
Según el diario EL PAIS, Jaume Roures, el magnate y mangante de los medios de comunicación, entre ellos la SEXTA TV, sus pelotazos deportivos y negocios con el Barça, suele votar a la CUP -los anticapitalistas y antisistemas, con un par- los ultras de la extrema izquierda como los republicanos de Junqueras que suelen reunirse en el monasterio de Monserrat, todos ellos y otros integrados cariñosamente en el separatismo catalán nacido a los pechos espléndidos de JORDI PUJOL y de su formación político -financiera, la más burguesa de Europa y mezclada en asuntillos de corrupción y evasión de capitales rumbo a diversos paraísos fiscales, entre ellos Andorra, cogobernada por un obispo español de La Seu d’Urgell, santo barón, principado donde ahorran millones en su CAJA B los proletarios independentistas y repartían migajas, generosamente los petrodólares procedentes de Venezuela, Bolivia e Irán, naciones ejemplares sembradas de libertades, bajo el asesoramiento del cerebro y masa gris de Putin, líder del neofascismo ruso y organizador de elecciones  imparciales que sirven de ejemplo a la Humanidad ilusionada.
 
El señor camarada Roures es también Director General y Comisario político de la empresa obrera del procés mediático, que manda romanas, en el que colaboran los intelectuales de Pablo Iglesias y sus cultas mareas. Jaume Roules -me comunica la «quinta columna murciana» infiltrada- está inquieto en el puesto de mando de MEDIAPRO, la joya de la corona de sus empresas visibles e invisibles, salvo la SEXTA TV que recauda publicidad a mantas capitalistas made in China, ofreciendo espectáculos a los asombrados ciudadanos y ciudadanas, afirma ser trosko de pura cepa e ideólogo de primera fila. Al nuevo rico de la nueva política le dieron ayer unos pasmos, cuando ha visto las orejas a los lobos y zorras asilvestradas pero de buen ver, en  la prensa adversaria, acusado de ser uno de los mercaderes complotados para lograr la independencia de la República de Cataluña, cuyos actos fueron fielmente retransmitidos  desde los limpios platós, con la noble intención de animar al personal a reventar contenedores y quemar  vehículos verdes de la Guardia Civil que pasaban por allí y a prudente distancia, a la vista que los buenos Mozos les hacían la Peineta de origen murciano-andaluz. Una singularidad hispánica extendida internacionalmente, ya conocida por Trump y Maduro.                             
 

 


 

 
Me confirman lo que venimos sospechando la mayoría silenciosa española, que lo más florido del estado mayor y bien pagados jefes de estos mozalbetes, montaron la fuga del ínclito Carles Puigdemont y sus cuatro consejeros más fieles, vía aérea a Bruselas tras un corte publicitario en Marsellla en donde fletaron un avión, por dos perras, como hizo el caudillo saliendo de Canarias hasta Tetuán, y tan en secreto y sigilosamente, que nadie se enteró, y menos Rajoy que nunca ha sabido nada sobre las actividades corruptas de sus fieles. Eso sí, la verdad es que siendo como soy un admirador de nuestros policías, guardias civiles y algo menos de los zagales del CNI, me he sentido chafado por el fallo garrafal de la GRAN ESCAPADA, algo como para llevar al cine de ciencia ficción con nominación a Oscar de habla no inglesa, sino doblada al flamenco.
                                                                                                                                 
Hay preocupación en el Ministerio del Interior con un problema que no saben como resolver. Muy serio, cómo buscar una salida a algunos miles de Mozos de Escuadra fuertemente  pertrechados con armas cortas, largas y vehículos antidisturbios blindados. Los que permanecen fieles a los partidos y dirigentes soberanistas no deben continuar en un mini ejército operativo y que en algún momento de tenso riesgo puede crear una situación de enfrentamiento armado, debe ser tenido en cuenta. Durante la crisis, desde días antes del REFERENDÚM el Ministerio del Interior solo pudo enviar unos siete mil guardias civiles y policías afectados de una logística de nación subdesarrollada, hasta bochornosa en algunos casos, como cuando los nuestros fueron desalojados de media decena de hoteles, y abucheados por las hordas extremistas. Escenas humillantes que nos dejaron rotos a los que creemos que la Democracia y la Unidad de España, son intocables y respetables. Se aguantó como se pudo, se enviaron dos ferrys asquerosos y mientras nuestra Armada se mantenía al pairo porque no «era conveniente» llevar los barcos a los puertos catalanes, al menos a cinco de ellos. ¡¡Que vergüenza, majestad!!. No deben repetirse situaciones como aquellas, ya hemos llegado a tocar techo aguantando cuarenta y cinco millones de españoles tanta laxitud imperdonable. 
 

 

 

 

En fín como casi todo está contado, salvo las hazañas del mayor Trapero, el estratega napoleónico, en paradero desconocido salvo para la Moncloa, paso a retomar otros detalles de una columna del Sansón Ignacio Camacho, que vamos a tener que pagarle con nuestros fondos reservados llegados desde Gibraltar, fuentes de ingresos de las cuatro mafias italianas que operan entre los llanitos y la costa levantina. Por estos lares les llaman investigados, como está mandado. Lean y comparen:       
 
 
 
DE IGNACIO CAMACHO
                                                           

Los ribetes tragicómicos de la saga-fuga de Puchimón están alejando de la memoria de muchos españoles la evidencia de que en octubre se produjo en Cataluña un golpe nacionalpopulista contra el Estado. Un golpe organizado desde las instituciones autonómicas, estructurado en diferentes fases y ejecutado con la precisión de una fuerza de asalto. El devenir de los acontecimientos, desde la aplicación del artículo 155 hasta el actual bloqueo parlamentario, ha convertido aquella revuelta en un fenómeno relativamente lejano, pero la Justicia, que está obligada a recordar, continúa investigándolo. Y del trabajo de los jueces y de las fuerzas policiales está surgiendo con claridad un relato: el de un meticuloso plan de rebelión con un guión, un programa, un calendario y un elenco de actores perfectamente sincronizado.Gracias a los detalles plasmados en agendas y documentos, la investigación judicial va reconstruyendo el reparto de papeles del proyecto. Había una dirección institucional operativa, con Junquerascomo cerebro. Había dos brazos civiles -las plataformas ANC y Òmnium– encargados de dotar la revuelta de músculo callejero y de proporcionar la logística del referéndum. Había una red política de vasos comunicantes con la presidencia del Parlamento, y había un cuerpo uniformado -Los Mozos- con la misión de blindar la seguridad del proceso. Había, por último, un complejo aparato de comunicación y propaganda comprometido con la causa de otorgar al motín la máxima difusión para multiplicar su efecto.

En este punto, el empresario Jaume Roures desempeñó según la Guardia Civil el rol decisivo para convertir la sublevación en un fascinante espectáculo retransmitido en directo. El magnate de la televisión no sólo aportó el soporte mediático del recuento, sino que produjo bajo su conglomerado industrial los vídeos -obra maestra de la posverdad- que acorralaron ante la opinión pública internacional al Gobierno. Ejerció como escenógrafo de un levantamiento realizado con coreografías de diseño y sobre todo, con su poderío técnico y su enorme influencia en el mundo audiovisual, transformó el desafío independentista en un sugestivo montaje posmoderno. Un fenómeno de audiencias masivas comparable a un campeonato de fútbol europeo.

Los informes de la GC que señalan a Roures como el quinto elemento del procés parecen de escasa relevancia penal, pero definen su intervención en los hechos como una suerte de regidor escénico. El anfitrión de aquella cena de agosto con Junqueras y Pablo Iglesias, el impulsor estratégico de la avasalladora presencia televisiva de Podemos. El millonario antisistema capaz de intuir en la revolución separatista no sólo un formidable escaparate de su fuerza en los medios sino un ventajoso negocio de entretenimiento. El ideólogo nihilista que trata como enemigo a un Estado que nunca ha dejado de concederle privilegios.

 
 

 

 

 

COLECTIVO «OPINIÓN PÚBLICA»