María González rechaza la oferta de Diego Conesa para entrar en la nueva Ejecutiva, que el secretario general, lejos de prometer ‘café para todos’, quiere reducir a la mitad
Fumata negra en el PSOE. Diego Conesa y María González no se entienden. El alcalde de Alhama y la diputada buscan pero están hoy lejos de un acuerdo para conformar una mayoría sólida que fortalezca a la organización y la conduzca engrasada hasta las elecciones de 2019. Aún quedan seis días para el congreso del que saldrá la nueva Comisión Ejecutiva Regional, y sería esta la primera vez que se llega al cónclave sin unos cuantos cabos sueltos, por lo que ni sus actores principales pueden hoy anticipar el desenlace del congreso que acogerá Cartagena los días 21 y 22. Pero, por ahora, pintan bastos. Después de medirse en las urnas, Diego y María se han reunido -sin éxito- en dos ocasiones (anteayer, la última), con la intención de forjar una entente que evite la traslación al congreso de los porcentajes de apoyo que ambos obtuvieron en las primarias, 51,89 para el ganador y 47,3 para la perdedora. Atascarse en este desencuentro supondría otra fractura en el socialismo murciano difícil de coser. Las encuestas de andar por casa que la dirección federal maneja periódicamente dibujan a esta fecha en la Región una mayoría absoluta de PP y Ciudadanos, alimentada en parte por la evaporación del ‘efecto Pedro Sánchez’, que hasta la crisis de Cataluña situaba al PSOE más arriba en intención de voto. Abrir el congreso de Cartagena sin haber cerrado antes un pacto bilateral pondría en riesgo el respaldo mayoritario a la Ejecutiva que propusiera el secretario general, quien podría toparse con un puñado de votos en blanco. La regatería propia de la negociación precongresual lleva a algún maledicente a aventurar un hipotético escenario peor incluso para el flamante mandatario: el partido volverá a las urnas en pocos meses, para elegir a su candidato a la presidencia de la Comunidad Autónoma, y María podría sentir la tentación de regalarse una segunda oportunidad para derrotar a Conesa, alentada por el despecho de su gente y confiada en el 47% de la militancia que apostó por ella en las primarias de septiembre.
El secretario general se muestra, de momento, conciliador. El miércoles pasado envió un mensaje optimista -demasiado, quizá- al grupo de WhatsApp que comparte con 59 correligionarios: «Próxima Ejecutiva. Integración. Ya he hablado con Lucas y con María (…). Me gustaría que ambos estuvieran en la Ejecutiva y ya les he planteado la labor y responsabilidad en la que tanto María como Lucas más pueden aportar». La incorporación a la dirección regional está asegurada en el caso de Francisco Lucas, el pedáneo de El Raal, que en la segunda vuelta de las primarias, una vez apeado él de la carrera, entregó a Conesa los votos que había cosechado para su candidatura en la primera ronda. Quid pro quo. María, sin embargo, respondió con calabazas al ofrecimiento de Diego: la secretaría de Coordinación Parlamentaria. Volvieron a negociar este viernes, comida de por medio, y de la reunión salió, nuevamente, humo negro. Lealtad mutua y voluntad colaborativa, sí, pero que corra el aire. Resulta curiosa la relación entre Diego Conesa y María González, cuyos destinos parecen entrelazados por circunstancias triviales. Fue María quien propició la sintonía personal que el alcalde de Alhama mantiene con Pedro Sánchez, al señalarle la casa de Diego Conesa cuando el líder socialista le pidió un lugar donde dormir a su paso por Murcia en la gira que hizo por España, puerta a puerta, para recuperar la jefatura del partido. Buscaba solo el domicilio de cualquier afiliado de la Región y fue a parar, entre las miles de opciones que tenía a su alcance, al de Diego Conesa. Meses más tarde, el alcalde alhameño se convirtió en el verdugo político de María. El destino.
Joaquín y Pedro López, Gloria Alarcón y Jordi Arce, en el puente de mando
De la futura Ejecutiva se sabe poco aún, salvo que Joaquín López será, con toda probabilidad, el vicesecretario general, y que en el puente de mando estará también Pedro López, el candidato a la alcaldía de Murcia que fue defenestrado abruptamente en plena campaña por -otra casualidad- Rafael González Tovar, el padre de María. Le acompañarán la profesora universitaria y militante feminista Gloria Alarcón y el joven concejal de Calasparra Jordi Arce, quien se las tuvo tiesas días atrás en las redes sociales con Emilio Ivars, el secretario de Comunicación saliente, a cuenta del resultado de las primarias; a Jordi se le vio, pancarta en mano, entre los manifestantes ante la sede de Ferraz aquel penoso sábado de octubre de 2016 en el que Pedro Sánchez se hizo el haraquiri. De Joaquín López, Conesa anunció en las primarias que lo quería para ocupar la portavocía del Grupo Parlamentario en la Asamblea, en la que López reemplazará -otra casualidad- a Rafael González Tovar. Pero el abogado formará parte además del núcleo duro de la dirección, porque así se convino en Ferraz cuando la dirección federal deshojó la margarita en favor de Diego Conesa. De aquella reunión en Madrid, nada trascendió en su momento. Asistieron el propio Joaquín López, Diego Conesa, José Vélez (el alcalde de Calasparra), José Luis Ábalos (secretario de Organización) y Santos Cerdán, responsable de Coordinación Territorial. María González no estaba.
Existe un obstáculo más para el pacto. No es insalvable, pero tampoco baladí. La diputada reclama del nuevo secretario general que no socave el poder de las agrupaciones que apostaron por ella, para lo que bastaría con hacerles sitio en la Ejecutiva alambicando su composición. Y eso es, precisamente, lo contrario de lo que Diego Conesa se propone hacer con la futura dirección, cuyos puestos reducirá a la mitad. El alcalde rechaza tomar en consideración un sistema de cuotas de poder para contentar a quienes se lo piden y garantizarse así menos contestación interna durante su mandato. Cuando debatió con su adversaria en la web de ‘La Verdad’, un día antes de las primarias, y se le preguntó por su disposición a promover la integración en el supuesto de que ganara el envite, ya dejó clara su resistencia a lo que llamó entonces «una foto engañosa para guardar las apariencias». Ahora, tras su segunda fallida reunión con la diputada, va más lejos aún: «No me gusta el ‘café para todos’, porque luego no hay azúcar suficiente y hay que tomárselo amargo».
Eso, fumata negra.
FUENTE: LAVERDAD