Comienza el segundo ‘round’ entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. La ficción de la unidad que ambos proyectaron en la campaña de las elecciones andaluzas era eso, pura ficción, y ahora ambos vuelven a pertrechar sus ejércitos. Con una diferencia notable: ahora es ella la que está más debilitada, la que puede perder infantería y la que tendrá difícil aguantar como jefa de la oposición y como líder de los socialistas andaluces. Esas son, al menos, las cuentas de Ferraz. El presidente está dispuesto a proceder a la «renovación» de la federación más importante del partido. O por las buenas o por las malas. Y moverá ficha pronto: la dirección tiene claro que hará valer su poder para aprobar las listas municipales del 26 de mayo a su gusto, en las que entren sanchistas, para comenzar a tomar el control del PSOE andaluz y achicar el espacio de Díaz. Eso se hará «seguro». Y si la todavía presidenta en funciones se rebela, Ferraz irá más allá, y no descarta promover su relevo a la fuerza.
«Ha demostrado no tener grandeza, ni visión, ni cariño por el partido. Es primero ella y después ella». «Ella está aún en la ola dando vueltas mientras sus compañeros siguen en la playa, ella no se ha dado cuenta del golpe del 2 de diciembre». En el cuartel general de los socialistas los términos empleados para definir la actitud de Díaz son muy duros. Más después de que ella, el pasado viernes, insistiera en que no se moverá. Aseguró a los periodistas, una vez que se consumó el pacto entre PP, Ciudadanos y Vox que hará a Juanma Moreno presidente de la Junta el próximo miércoles, que no dejará las riendas del PSOE-A. No solo eso: quiere ser de nuevo la candidata de su partido en unas futuras elecciones porque presume que la legislatura será corta por las tensiones entre las derechas, absorbida por la «inestabilidad» y la «incertidumbre».
Díaz argumentó que le daba una «fortaleza enorme» haber ganado las autonómicas del 2-D 36 años después de que los socialistas lo hicieran por primera vez, aunque en esta ocasión ese triunfo no fuera suficiente para mantener el Ejecutivo. El PSOE-A firmó hace casi dos meses el peor resultado de su historia, y bajó desde los 47 a los 33 escaños. «Yo encabezo la candidatura que ha conseguido más de un millón de votos«, y ese aval, siguió Díaz, es lo que la legitima para liderar la oposición en esta nueva etapa. Porque si hubiera perdido los comicios, dijo aludiendo implícitamente a Sánchez y a sus derrotas en 2015 y 2016, se habría ido a su casa.
Recordó que se sometió a unas primarias en 2017 en las que no encontró rival y ahora sigue teniendo la «confianza» de sus compañeros. Descartó que vaya a convertirse en senadora por su comunidad, aunque esa opción se barajara, para evitar que se proyectara el mensaje de que buscaba un puente de plata para huir de Andalucía. Ella quiere quedarse en su refugio, en su rincón hasta ahora inexpugnable y que, previsiblemente, se irá llenando de goteras.
La «fruta madura»
Y es que esa «confianza» que invocó Díaz en su comparecencia es la que Ferraz calcula que se agrietará, y rápidamente. En la dirección afirman que muchos cuadros antes afines a la baronesa se están comenzando a mover, y anticipan que habrá más deserciones en cuanto Moreno alcance la Junta y se vean en la calle 660 cargos de confianza. No le valdrá de nada, apuntan, que se haya bunkerizado.
«Por mucho que ella se atrinchere, al final caerá como fruta madura. No va a ser necesario que hagamos nada revolucionario. Habrá dirigentes que se separen de su lado, alcaldes que no querrán hacer campaña con ella porque no es ya ningún activo, presidentes de diputación… A Susana, aunque no lo vea, se le está moviendo el suelo bajo los pies. Mucha gente nos está llamando a la puerta y ve claro que el futuro no puede pasar por el liderazgo de ella», señalan fuentes del equipo de Sánchez en la sede federal. «Es la conducta de la naturaleza humana —opina un dirigente de la ejecutiva—. La gente se sitúa con el que manda, que es el secretario general y presidente del Gobierno, se pone bajo el árbol que más sombra da. Acabarán abandonando el barco de Susana».
En el núcleo duro de la todavía presidenta en funciones resaltan su «fortaleza», remarcan que el PSOE-A está como una piña en torno a su jefa, también en las provincias, los nodos de poder fundamentales en la federación más potente del partido. Pero el panorama no está tan despejado para Díaz. Hay miembros de su entorno, susanistas templados, veteranos, dirigentes que no están en primera línea pero que sí tienen predicamento interno que sí deslizan que no creen que ella ya pueda presentar un proyecto renovado capaz de volver a conectar con los ciudadanos. Cuadros que, no obstante, estiman que hay que darle una oportunidad y que entienden que lo peor para el PSOE es abrir una guerra abierta de incalculables consecuencias. Ella, si ve que que es un estorbo para el futuro, avanzan, dará un paso atrás.
Pero no es ese el mensaje que da su guardia de corps: ella no se marchará, ni ahora ni después de las municipales, advierten. Díaz confía en recuperar oxígeno el 26-M, que las autonómicas de diciembre surtan de poderoso talismán y saquen de su casa a los votantes progresistas ante el miedo de una segunda victoria de las derechas de PP, Ciudadanos y Vox. Cuenta con ganar las locales y con anotarse un porcentaje de apoyo superior al que reciba el PSOE en el resto del país. Confía en que el PSOE-A vuelva a ser el granero de votos socialista, y esos datos hagan más difícil removerla.
No será más «espectador»
Ferraz guarda celosamente su estrategia, pero de momento va lanzando mensajes. Sánchez, en una entrevista con EFE, aseveró que en Andalucía se estaba «cerrando un ciclo» y en España abriéndose otro capitaneado por él mismo. En resumen, daba a Díaz por amortizada. Esas palabras la molestaron sobremanera. A ella y a su equipo, que se apresuró a remarcar que Andalucía abrió el ciclo, no lo cerró, dando a entender que la marea que barrió a los socialistas el 2-D puede llevarse por delante a todo el partido por, entre otras razones, la estrategia de apaciguamiento del Gobierno con Cataluña.
A continuación, José Luis Ábalos, el secretario de Organización, dejó muy claro que la cúpula federal no renunciaría a ejercer su «responsabilidad», a cumplir sus «funciones». No sería más «espectadora» de lo que ocurre en su federación más potente.
La traducción de esas palabras del número tres del PSOE estaba muy clara: Ferraz no dejará que se repita lo que ocurrió con las listas autonómicas. Entonces, Díaz confeccionó unas candidaturas monocolores, sin sanchistas. El presidente transigió para evitar conflictos, para disgusto de sus huestes. Ya no volverá a pasar. Si algo tienen claro todos los dirigentes federales consultados es que habrá «intervención» en las listas municipales del 26-M. «El partido necesita en Andalucía ciertas dosis de renovación y no podemos cruzarnos de brazos. Que dé por hecho que modificaremos sus candidaturas. Susana no puede pretender que no pase nada», avisan fuentes de la cúpula.
Díaz ya dio muestras el viernes de que no tolerará injerencias. Las planchas municipales se harán «respetando el 39º Congreso, lo que decidan los militantes». Sin embargo, los estatutos del último cónclave, y el reglamento que los desarrolla, otorgan un enorme poder a Ferraz. La comisión federal de listas y el comité federal tienen potestar para hacer los cambios que quieran en las candidaturas socialistas a las europeas, a las generales (Congreso y Senado), a las autonómicas y a los municipios de más de 50.000 habitantes. Ese control federal, no obstante, no es nuevo: es anterior al congreso de 2017.
Fricciones por Cataluña
Los cabezas de cartel andaluces ya están elegidos desde el verano pasado y, «en principio», no habrá cambios en ese primer escalón, adelantan en Ferraz. Pero sí se introducirán modificaciones desde el número dos hasta el final de las planchas locales para garantizar la presencia de cuadros sanchistas en ellas. El presidente intenta agrandar su influencia en Andalucía y achicar el espacio de Díaz. La dirección quiere generar nuevas lealtades. La baronesa ya no dispondrá de la poderosa maquinaria de la Junta para contrarrestar el empuje del jefe federal. «Susana va a recibir de su propia medicina«, resumen en Ferraz. No se prevé una «invasión» de cargos afines a Sánchez en las listas, pero sí una mayor «compensación y equilibrio». Los movimientos se irán cociendo en las próximas semanas. Desde este lunes y hasta finales de marzo todas las federaciones, incluida Andalucía, están obligadas a ir confeccionando sus candidaturas.
¿Pero la actuación del federal se limitará a las planchas locales? Depende. Pero las listas son una de las herramientas claves de poder en los partidos, «y se verá que la referencia es Ferraz, y no ella». Distintos integrantes cercanos al líder y a Ábalos piden esperar a los movimientos que vaya dando Díaz. Pero si hay una «indisciplina«, una «desobediencia», podría tirar de estatutos, señalan. La secretaria general «no salió al ataque» el viernes, pero sí adelantó que no acallará sus «discrepancias políticas» con Sánchez, si se producen, porque siempre defenderá los intereses de su comunidad antes que los de su partido. Un foco de tensiones seguro será Cataluña: «La coherencia no se compra en el supermercado, la coherencia se tiene o no se tiene —aseguró, lanzando una pulla a Sánchez por sus cambios de opinión—. Todo el mundo sabe lo que pienso de Cataluña, que es lo mismo que he pensado siempre».
En la dirección federal recuerdan que las reglas internas dotan de instrumentos suficientes al líder para cortar por lo sano. Ferraz puede, como último recurso, montar una gestora en el PSOE-A, agarrándose a lo prescrito en el artículo 341 del reglamento: autoriza a hacerlo cuando «concurran circunstancias de análoga gravedad que hagan necesario restablecer la normalización de la vida interna del partido». Una redacción lo suficientemente genérica que permite a la cúpula actuar casi con cualquier argumento. Además, Sánchez controla con holgura el máximo órgano de decisión, el comité federal, que podría emprender acciones contra la ejecutiva andaluza o convocar primarias, por ejemplo, si quisiera. Ferraz, no obstante, no contempla por ahora la adopción de medidas extremas, consciente de que eso incendiaría el partido. Sí lo hizo en 2015, y por las bravas, con la federación madrileña (para destronar a Tomás Gómez), muy fragmentada y ayuna de poder institucional desde hace más de dos décadas. Pero Andalucía es harina de otro costal.
Otros barones regionales, de hecho, temen una guerra abierta antes de las municipales que pueda perjudicarles en su examen del 26-M. Los dirigentes que en su momento apoyaron a Díaz consideran que no puede ser penalizada, porque ella ganó sus elecciones, aunque no haya podido revalidar el Gobierno, y culpan parcialmente de los resultados a Sánchez por su estrategia con Cataluña.
Falta de «generosidad»
La otra pregunta clave en este segundo asalto Sánchez-Díaz es cuándo. ¿Habrá confrontación antes del 26-M? La previsión de Ferraz es que difícilmente será posible el relevo de la baronesa antes de esa fecha, puesto que la cercanía de las elecciones reduce los márgenes de maniobra. Pero no está descartado al cien por cien. «Dependerá de si hay provocación, desplante, o si ella echa un pulso. No creo que ella incurra en ese error —tercia un dirigente con un pie en La Moncloa y otro en la cúpula—. Quizá no convenga una guerra, pero, ¿y si un golpe en la mesa hace ganar autoridad a Pedro? Pero vamos, no va a haber esa contienda porque la gente se alineará con el presidente. Otra cosa será ella y su reducto de fieles».
La instrucción que se ha autoimpuesto el equipo de Sánchez es actuar con «inteligencia«, paciencia (algunos fieles urgen a actuar ya) y de forma discreta, máxime después del traspié de Ábalos unas horas después del 2-D, cuando dio a entender que se forzaría su relevo. El presidente cuenta con el asesoramiento de quienes conocen el terreno: el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, íntimo rival interno de Díaz; la vicepresidenta del Ejecutivo, Carmen Calvo, o el director general de Análisis y Estudios de La Moncloa, Paco Salazar.
La operación de sustitución a medio y largo plazo tiene un nombre favorito, el de María Jesús Montero. La ministra de Hacienda, un valor ascendente en el Ejecutivo, es la llamada a suceder a Díaz, pero ella solo estaría dispuesta a regresar a su tierra si se le garantiza una transición ordenada y pactada.
La presidenta en funciones ya deslizó el viernes que no la considera una adversaria impoluta: cuenta con una «amplia trayectoria» porque fue consejera en los Gobiernos de Manuel Chaves y José Antonio Griñán y formó parte de su propio Gabinete. Traducción: Montero, a sus ojos, no puede encarnar la «renovación» que invoca Madrid porque acumula más años en los Ejecutivos socialistas que ella misma y estaba en primera línea cuando se sucedían los escándalos de corrupción.
En Ferraz denuncian la falta de «generosidad» de Díaz, porque si hubiera dado un paso atrás se le habría «facilitado una salida, como siempre se ha hecho, porque está en el fenotipo del PSOE». Es decir, que si hubiera decidido retirarse, la dirección la habría podido ubicar en la lista europea, o en otro destino. Pero ella, de momento, no ha dado opción.
Y es que si algo está demostrando este nuevo serial de hostilidades es que Sánchez y Díaz, pese a haberse enfrentado ya en el pasado, siguen sin tomarse la medida. Él anticipa que ella caerá y ella lanza el mensaje de que resistirá contra viento y marea. Los dos son dirigentes de raza, con piel de rinoceronte, obstinados, desconfiados el uno del otro. Díaz está más débil que nunca, pero no muerta. Ese rechazo mutuo los retroalimenta y, como advierten algunos de los veteranos de la casa, puede llevar a una nueva crisis al partido.
FUENTE: ELCONFIDENCIAL