La vida es eterna en cinco minutos, y también en cinco años. Los versos de Víctor Jara en Te recuerdo Amanda eran algunos de los preferidos de Pablo Manuel Iglesias Turrión. El líder de Podemos nunca ha escondido esa suerte de debilidad que profesa por los cantautores, por la canción protesta. Este, en concreto, no puede definir mejor la transfiguración de quien hasta hace unos años era tan solo un joven vecino de un barrio de Vallecas y también profesor en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense.
Son decenas las transformaciones que han sufrido tanto la formación morada hasta hoy. El plano personal, como suele suceder, ha tenido consecuencias en el plano político. El anuncio esta semana, como todo lo que ocurre en torno a Podemos, ha sido una noticia bomba más, quizás la última. La revelación de que va a ser padre de nuevo con Irene Montero, completando de ese modo la familia numerosa, es la enésima revelación sobre un partido que ha dependido en gran medida de la figura de su líder. El Dacia Sandero Stepway de color blanco se les está quedando pequeño y tendrán que hacerse con un vehículo de mayor tamaño. Es lo que tiene el personalismo: para lo bueno y para lo malo, todo es analizado al detalle.
La fecha de este último anuncio no podía haber llegado en un momento más oportuno. Esta misma semana de marzo, hace exactamente cinco años, Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y otros antiguos integrantes de la formación acudían al ministerio de Interior a formalizar su inscripción como partido político.
Tras echar a andar en aquel ilusionante y enfervorecido mes de enero, el 11 de marzo de 2014 fue la fecha escogida para cristalizar en algo tangible su propuesta. Su objetivo en aquel entonces: “Convertir la indignación en poder político de ruptura con la actual situación». Esa era la carta de presentación de Iglesias de cara a las elecciones europeas. Derrocar a eso que él definía como “la casta”.
Hasta su antiguo ídolo, Evaristo Páramos, cantante y leyenda viva del grupo de punk La Polla Records, ha hecho referencia a la prematura vejez, a ese ensimismamiento, a la languidez en la que vive desde hace muchos meses la izquierda a la que Iglesias representa. Un movimiento que se dijo durante mucho tiempo que iba a ser la izquierda “del cambio”. Estas han sido sus palabras esta semana.
-«La izquierda se ha azucarado y la derecha se está lanzando. El espectro político lo hemos movido hacia ese lado y el centro ya no está donde estaba. Hemos vuelto a ‘El Planeta de los Simios’”.
La mudanza del piso de Vallecas. El chalet de Galapagar. El coche grande y nuevo. Padre primerizo de mellizos. La “traición” (así la define su núcleo duro) de amigos cercanos y compañeros de viaje como Íñigo Errejón. La soledad en la cúspide del partido que nació como una plataforma plural y colaborativa. El aislamiento en La Navata, como un señor encerrado bajo siete llaves en su castillo.
Hasta el sector madrileño de los anticapitalistas ha huido despavorida de Podemos para constituirse como partido propio tras años de alianza con pablistas y errejonistas. Recuperando la mítica frase de Alfonso Guerra, lo cierto es que a Iglesias, cinco años después, no lo reconoce “ni la madre que lo parió”.
El profe del piercing y el pendiente
“Tengo mono de calle. Tengo mono de plaza. Estoy harto de que nos tengamos que ver en estos lugares cerrados. Toca ir a las plazas”. El nueve de febrero de 2014, Pablo Iglesias se sube al atril del escenario en la presentación de la segunda fase de la creación de Podemos como partido político. Luce una camisa de cuadros, su hasta aquel entonces clásico pendiente en la oreja izquierda y el gesto serio y de enfado que se iba a convertir en su santo y seña desde entonces y en adelante.
Pablo Iglesias habla claro y contundente. Quizá por eso tenían tanto éxito entre los alumnos sus clases en la facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas. Eran los tiempos en los que, emulando la escena de El Club de los poetas Muertos, se subía a la silla e invitaba a sus alumnos a hacer lo propio.
-Si entra un profesor podría pensar que hay una rebelión. Los poetas se rebelan cantando el poema de Walt Whitman, Oh capitán, mi capitán. Cuando los estudiantes se ponen encima de la mesa, son ellos los que tienen el poder.
Era uno de los profesores más populares. El de la coleta, el piercing y el del pendiente. Aquella arenga definía ya, en cierto modo, el carácter del que luego sería la cabeza de lista del partido en las elecciones europeas. El joven docente comenzaba también a rotar por aquel entonces, a finales de 2013 y a principios de 2014, en las principales tertulias televisivas y ponía de paso a andar el canal La Tuerka, donde todavía hoy acude a debates y entrevistas a personajes que a él le interesaban y le siguen interesando.
Por aquel entonces, Iglesias vivía en la casa que heredó de su tía abuela Ángeles en el barrio de Vallecas. Su pareja era Tania Sánchez,diputada de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid. Ambos cultivaban su afición por las series y la política. Eran las fechas en las que Iglesias defendía que los políticos debían fijar su residencia en un lugar en el que sepan “lo que es coger el transporte público”. Quedaban pocos meses para que comenzase el vuelco político que se inició con las elecciones europeas, en las que lograron 5 inesperadas representaciones. Fueron portada de todos los medios.
Al año siguiente, justo antes de las elecciones municipales, las cosas comenzaron a cambiar. Iglesias rompió la relación con Tania y comenzaban a aflorar las primeras fricciones internas en el partido. La meteórica victoria en las elecciones municipales impulsó el viraje de algunas de las ciudades más importantes de España hacia alcaldías que fueron denominadas “del cambio”. Eso sí, las coaliciones y las colaboraciones entre la marca Podemos y sus réplicas exteriores fueron complicadas desde el principio. ¿Cómo casar el personalismo político de Iglesias, una marca omnipresente, con los pequeños grupos que habían aglutinado el desencanto en distintas urbes españolas?
Esos debates se han agudizado hasta el día de hoy, al punto de la ruptura con las fuerzas que les apoyan en las distintas comunidades autónomas. Y buena parte de todo ello tiene que ver con la altísima influencia de Iglesias en todas las decisiones internas.
La entrevista en Televisión Española
6 de diciembre de 2014. Programa: La noche en 24 horas. A un lado del cuadrilátero, el periodista Sergio Martín, conductor del programa de entrevistas y tertulia de las noches de este canal de la tele pública. Al otro, apoyando el codo en la mesa, en clara tensión ante la pregunta que se le está realizando, está Pablo Iglesias. La camisa arremangada deja al descubierto pulseras juveniles de aquel entonces. En la pechera, un lazo naranja, en defensa de los trabajadores de TVE. En el rostro, el ceño fruncido y el verbo agresivo de quien está enfadado con los poderosos, ese grupo al que por aquel entonces colocó el sambenito de “la casta”.
La primera pregunta de Martín no puede ser más concisa, un dardo arrojado por el entrevistador sobre los presos de ETA provoca el enfado en el líder de la formación morada.
-Hemos visto a Pablo Iglesias defender la salida de los presos de las cárceles. Esta semana estará usted de enhorabuena, entonces.
-No es un problema de enhorabuena. Y que nadie juegue con el honor de las víctimas.
A partir de ahí, la entrevista transcurre en una constante tensión que en ningún momento termina de desaparecer. Ese momento da un poco la medida de aquel primer Pablo Iglesias de retórica agresiva, corbata roja, camisa de cuadros, tanto en la tertulia de la Sexta Noche (no había sábado que no estuviese invitado) como en el meeting. Nada tiene que ver aquel Pablo Iglesias con este otro Pablo Iglesias.
Del “picadero” de Vallecas a Galapagar
De su humilde piso de Vallecas decía que lo había usado “para estudiar y como picadero”. Un tercero de 94 metros cuadrados con los mismos muebles que le dejó en legado su tía abuela. Allí continuó viviendo hasta hace cosa de un año. En 2018, en su mente y en la que es su pareja desde hace unos años, Irene Montero, la portavoz del grupo confederal Unidos Podemos en el Congreso, está una casa que es la casa de sus sueños. Un cuidado inmueble a las afueras, en las lindes de la sierra de Guadarrama. En el paraíso de Galapagar.
En 2015, Iglesias pasó 24 horas con Ana Rosa Quintana. En uno de los momentos de la larga entrevista, la periodista le preguntó si tenía la intención de tener hijos alguna vez. Esta fue su respuesta.
– “No he sentido la llamada de la selva. Para tener hijos hay que ser muy generoso y tener tiempo. Y no sé si yo sería lo suficientemente valiente y generoso. Además, ahora no tengo mucho tiempo».
La cosa, sin duda, han dado un viraje de 180 grados. En los hijos y, por supuesto, en la vivienda. Hace tiempo que cambió su forma de pensar en cuanto a “ese rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalés, que no saben lo que es coger el transporte público”.
Y llegó Galapagar. Una parcela de 2.000 metros cuadrados con 268 construidos. 615.000 euros que pagar. Una decoración muy personal, con su piscina natural, con su casa de invitados, con su huerto exterior e incluso con su columna renacentista. La casa contaba hasta con un retrete con forma de tinaja.
Los hijos comenzaban a ser algo ya más prioritario para Iglesias. Desechó sus antiguos principios, y optó junto con Montero por mudarse a una residencia algo más acomodada, un poco más confortable. No dudaron al verla. Solicitaron de inmediato la hipoteca para hacerse con aquel chalet, al módico precio de 615.000 euros.
Cuando se conoció la noticia no todo fue miel sobre hojuelas. Muchos en el partido lo sabían, pero en los inscritos y en los afiliados a Podemos cayó como una bomba. Diversos miembros de los órganos internos del partido coinciden en que se trata en parte de la metáfora de lo que le ha ocurrido a la formación. Y recuerdan las abiertas críticas que miembros de todos los sectores de la formación elevaron cuando se conoció la adquisición de la prohibitiva parcela. Era la consumación de la transformación de Podemos.
“Fue un tema incómodo. No gustó nada el tema de la votación, la salida que se le dio”, explica un cargo del partido en una de las federaciones del norte de España, recordando el polémico referéndum de consulta a las bases sobre si sus líderes podían o no adquirir el chalé de La Navata. “Parecía excesivo, además de buscar un apoyo totalmente personalista. No sé votaba un proyecto, ni un documento. Se votaba a Pablo Iglesias”.
Jordi Rodríguez-Virgili es Vicedecano de la Facultad de Comunicación y profesor de Comunicación Política en la Universidad de Navarra. “El problema de Pablo Iglesias y de Podemos ha sido de falta de coherencia. Un partido que se presenta como participativo o asambleario y luego se ve que dentro prima la autoridad. Él se presentó como algo distinto, un hombre de la calle. Decía: soy uno de los vuestros. Pero han sucedido cosas, y una de ellas es lo del chalet. Es la incoherencia entre lo que dices y lo que haces”.
La semana trágica de enero
Pese a la baja de paternidad, Iglesias ha tenido que meter mano en el partido en los últimos meses, poniéndose momentáneamente el mono de obra. Uno de esos momentos recientes se produjo a finales del pasado mes de enero, en una semana en la que acabaron dinamitadas buena parte de las estructuras internas del partido. Y resulta sorprendente todo lo que puede llegar a suceder en apenas siete días. Veamos:
1) El jueves 17 de enero, Íñigo Errejón anuncia por sorpresa que concurrirá a las elecciones regionales madrileñas bajo la marca Más Madrid, la plataforma de Manuela Carmena. Se desata el terremoto.
2) “Íñigo no es Manuela”. Unas horas después, Pablo Iglesias resucita de su baja de paternidad. Lo hace difundiendo un mensaje de audio en sus redes sociales en el que rompe con Errejón de forma definitiva y le dice que Podemos competirá contra esa nueva fuerza en las elecciones autonómicas.
3) La cosa se calienta. Pablo Echenique, secretario de organización, Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores, y otros miembros del partido comienzan a hablar de la maniobra de Errejón en términos de “traición”. Los bandos existentes dentro del partido se arrojan un dardo tras otro y la guerra es ya a pecho descubierto. Eduardo Maura, entonces portavoz de cultura de Podemos en el Congreso, suplica que si todo se quema, que se queme bien: y que arda Monedero. La situación, incluso a día de hoy, parece irreconciliable.
4) El lunes 21, varios días después de la bomba, Íñigo Errejón abandona su escaño en el Congreso, consumando así la ruptura interna.
5) Al día siguiente, una jueza ratifica la sanción a Echenique por ‘pagar en negro’ a su asistente.
6) El viernes 25 de enero, ya como colofón, Ramón Espinar dimite de todos sus cargos y abandona el partido. «No se dan las condiciones para llevar el proyecto hacia donde creo que debe dirigirse«.
Fueron una serie de golpes consecutivos con los que no fue sencillo lidiar, pero que apuntaban de nuevo a un problema: el personalismo de Iglesias se había acabado comiendo la hipótesis inicial de Podemos.
La semana que viene vuelve “ÉL”. El acto de Pablo Iglesias el 23 de marzo pondrá fin a sus días de baja por paternidad y regresa dos meses después al ruedo político. Quedan 30 y pocos días para las elecciones generales. Las encuestas pronostican un contundente bajón en las próximas elecciones generales.
En sus filas se ha instalado un profundo sentimiento de desencanto. No se trata de ningún secreto. El ejemplo más claro del viraje queda ejemplificado en la ya mítica fotografía de los inicios de la formación. De aquel Edén puro e inmaculado llamado Vistalegre surgió un documento gráfico fundacional del partido: la foto de todos. En ella únicamente permanece un solitario Pablo Iglesias. No está Carolina Bescansa. No está Luis Alegre. No está Monedero (aunque se le escucha en las tertulias). No está Errejón. En Podemos siempre han gustado los paralelismos entre las series y la política: esta temporada sería algo así como un soliloquio en el que Iglesias interpreta todos los papeles.
Para muchos expertos, resulta verdaderamente notable el acelerado envejecimiento de la formación de Iglesias. Como un Benjamin Button alumbrado en los círculos del 15M, Podemos se está haciendo demasiado mayor y todavía no ha abandonado la ternura de la infancia. Lo mismo puede que le esté sucediendo a Pablo Iglesias: simplemente, que se está haciendo mayor.
Un destacado referente que todavía continúa dentro del partido explica a EL ESPAÑOL que, cuando comenzaron, Íñigo Errejón definió la situación que estaban viviendo como la de un partido que iba a tener que aprender sobre la marcha. Entretanto, tendrían que canalizar y gestionar la ola de descontento que les impulsó al asalto de los cielos.
De repente, muchos se vieron identificados en la reacción social que supuso Podemos. “Íñigo decía que era complicado porque era como correr y atarse los cordones al mismo tiempo”. No parece que lo hayan conseguido. Como cantaba un juglar en los estertores de la dictadura de Franco, los burgueses son «eso que yo no quise ser».
FUENTE: ELESPAÑOL