Mientras el mundo sigue en vilo por la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, Baviera copó los análisis al comienzo de esta semana. La Unión Social Cristiana (CSU) perdió la mayoría absoluta con la que gobernaba hasta ahora, mientras Alternativa para Alemania (AfD) irrumpía con más de un 10% de los votos y está ya presente en 15 de los 16 parlamentos de los Estados federados. En Deutsche Welle,Rosalia Romaniec calificaba de «derrota histórica»los resultados de los socios de Merkel, que, sumados a la fuerte caída de los socialdemócratas, auguran consecuencias para la gran coalición en Berlín. Desde el austriaco Der Standard, Eric Frey relativizaba los pronósticos catastrofistas: la subida de AfD, argumentaba, se ha frenado y el presidente de Baviera, Markus Söder, podrá seguir gobernando el land con relativa comodidad gracias al 37% de los votos obtenido, «algo con lo que los grandes partidos en Europa solamente pueden soñar».
En el semanario Der Spiegel, Jakob Augstein atribuía los buenos resultados de Los Verdes a su capacidad para escapar de una campaña centrada de manera casi exclusiva en la inmigración y transmitir optimismo, poniendo al partido ecologista en «las antípodas» de AfD y mostrándolo como su potencial dique de contención. Florian Rötzer analizó los resultados para el digital Telepolis desde una perspectiva más amplia, preguntándose si el eje izquierda-derecha no está agotado y ha sido sustituido por otro basado en el estatus socio-económico de los votantes: la línea divisoria separa a quienes apuestan por la pluralidad y el cosmopolitismo y tienen la mirada puesta en el futuro —que se corresponderían con los “ganadores del desarrollo económico”— y a quienes se decantan por el nacionalismo y se orientan al pasado, que agruparía a los «perdedores».
Aunque no tuvieron la misma repercusión que las elecciones en Baviera, el domingo 15 de octubre también se celebraron comicios en Bélgica, en este caso municipales y provinciales. En su análisis, la edición belga de Paris Match hablaba de una «Bélgica todavía más dividida» debido a los buenos resultados obtenidos en el sur del país por el partido ecologista Ecolo —que en la capital se convirtió en segunda fuerza— y el Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB) —en Bruselas pasó de un 1% a más de un 11% de los votos—, así como la resurrección del Vlaams Belang (derecha populista y nacionalista flamenca).
Mientras tanto, en Suecia, el primer ministro en funciones, el socialdemócrata Stefan Löfven, recibió el encargo del Parlamento de formar gobierno tras el fracaso del Partido Moderado. El país nórdico se encuentra, en palabras de Politico, en una inestabilidad poco habitual tras las elecciones generales del 9 de septiembre, en las que el Partido Socialdemócrata obtuvo su peor resultado desde 1911 con un 28,3% de los votos y la ultraderecha representada por los Demócratas Suecos (DS) se alzó con un 17,53%, convirtiéndose en tercera fuerza. La estrategia de Löfven es crear un cordón sanitario en torno a los Demócratas Suecos de Jimmie Akesson, para lo que pidió «humildad y compromiso» a todos los partidos. Su plazo se agota el 29 de octubre.
La guerra comercial y el ‘caso Pocahontas’
Las elecciones hacen que las noticias en el frente de la guerra comercial que la Administración estadounidense ha declarado a sus rivales directos pasen más desapercibidas. Una de las cabeceras que no le ha perdido la pista ha sido la alemana Junge Welt, que en un artículo de Jörg Kronauer señalaba que las exportaciones chinas a EE UU aumentaron un 14,3% respecto al mismo mes del año anterior, haciendo que la balanza comercial entre EE UU y China sea favorable a esta última en unos 34.000 millones de euros. Kronauer advierte que esta cifra récord puede deberse a la voluntad de las empresas de adelantarse a la entrada en vigor de los aranceles decretados por Trump. Impertérrito a las respuestas de la Bolsa, el presidente estadounidense amenazó con imponer todavía más aranceles a China, informaba Bloomberg.
Según el FMI, sólo la primera ronda de aranceles podría ya suponer una reducción del crecimiento en China del 6,2% al 4,6%, y del 2,5% al 1,6% en EE UU, con los inevitables daños colaterales para la economía europea. También The Guardian dedicó una pieza conjunta de sus corresponsales en Washington y Pekín al incremento de la tensión entre ambos países, hablando incluso de «una nueva guerra fría».
Las páginas salmón no parecen sin embargo preocupar mucho a Trump, que se pasó parte de la semana arremetiendo, desde su cuenta de Twitter, contra la senadora demócrata Elizabeth Warren. Warren, uno de los nombres que suenan para encabezar el ticket demócrata en las próximas presidenciales, se había presentado anteriormente como descendiente de nativos americanos. Trump le puso a Warren el apodo de Pocahontas ya durante la campaña de 2016 y la retó públicamente a someterse a un análisis de ADN para demostrar la veracidad de sus afirmaciones.
La senadora de Massachussets recogió el guante y los resultados del análisis fueron de 1/1,024, o una herencia indígena que se remonta a entre seis y diez generaciones atrás. La nación Cherokee aseguró en un comunicado que “un test de ADN no tiene ninguna utilidad a la hora de determinar la pertenencia tribal” y Trump calificó a Warren de “fraude”.
El analista de la CNN Julian Zelizer cree que la polémica es otro ejemplo de por qué Trump “es un formidable adversario político”, y destaca la capacidad del magnate republicano para dominar el relato, “marcar los términos del debate y llevar a sus contrincantes a un tema de conversación en el que nunca quisieron entrar”. “Warren, una de las senadoras más inteligentes y capaces que ha servido en la Cámara Alta durante décadas, se encuentra atrapada en un debate trumpiano que tiene poca relevancia para el futuro de la nación”, valora Zelizer, que recuerda cómo Trump ha recurrido a esta misma estrategia en casos anteriores “sin importarle lo que digan los hechos”. Las elecciones al Senado y a la Cámara de Representantes son el próximo 6 de noviembre.
Desde el otro extremo del mundo llegó la decisión de la Iglesia ortodoxa rusa de romper con el Patriarcado de Constantinopla. El digital Meduza, con sede en Riga, publicó un artículo explicando los motivos que han llevado al Sínodo de la Iglesia ortodoxa rusa a dar este paso, «el último recurso en las relaciones entre iglesias», según sus autores, Alexander Borzenko y Grigory Levchenko. Se trata principalmente de la decisión del Patriarcado de Constantinopla de conceder la autocefalia a la Iglesia ortodoxa ucraniana, y con ello, su independencia del Patriarcado de Moscú. Para Vedomosti, el cisma debilitará el soft power de Moscú, aunque el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, obtiene una victoria más bien simbólica en ausencia de «logros políticos y económicos significativos.»
El revés de Salvini y el auge de la eurofobia
David Broder analiza para la revista estadounidense Jacobinla estrategia de la Liga de Matteo Salvini para conquistar a los votantes del sur de Italia, a los que hace solamente cinco años el hoy ministro del Interior italiano «describía como terroni, un término racista» y llamaba «vagos» y «corruptos». La fórmula consiste en combinar «un nuevo sentido común reaccionario con una base conservadora envejecida» para crear «un bloque nacionalista de nuevo cuño».
Actualmente, la Liga obtiene en los sondeos de intención de voto un 22% en la mitad sur del país, en la enorme franja que va desde Abruzzo a Sicilia. En el presente más inmediato, sin embargo, la Liga, tal y como informaba el martes La Repubblica,se ha visto obligada a renunciar a una de sus propuestas estrella, la de la aprobación del impuesto único (flat tax). El país, con todo, se desliza hacia el euroescepticismo: según el último Eurobarómetro, solo un 44% de los italianos votaría por la permanencia en la Unión Europea de celebrarse un referendo sobre esta cuestión, el valor más bajo de todo el bloque comunitario.
Los italianos no están solos en su escepticismo. El último Eurobarómetro revela que la mitad de los ciudadanos de la UE cree que esta camina en la dirección equivocada, una opinión mayoritaria en 18 de los Estados miembros, según recogía Euronews. Los mayores incrementos se registran en Alemania y Francia, con 13 puntos respecto al último sondeo. Además, solo un 49% de los encuestados se declaró satisfecho con el funcionamiento democrático de la Unión Europea. El optimismo de Eslovenia, donde un 69% considera positiva la pertenencia a la UE y dos tercios volvería a votar por la adhesión, según la radiotelevisión nacional (RTV), contrasta con el pesimismo de Rumanía, donde únicamente el 49% de los ciudadanos cree que es positivo haber entrado en el bloque —una caída de diez puntos respecto al último Eurobarómetro—, aunque un 65% volvería a votar a favor de la entrada si hubiese un referéndum.