«En España somos occidentalistas a pesar de tener un pasado árabe»… Era la carta de presentación de José Manuel Villarejo en una reunión con representantes de Estados Unidos y Guatemala en mayo de 2016. Una de las ocurrencias con las que el comisario investigado en la Audiencia Nacional trataba de sorprender a quienes contrataban sus servicios de «análisis estratégico» a través de su empresa Cenyt.
Villarejo se vendía como un experto internacional que podía solucionar todo tipo de problemas, incluso los judiciales, gracias a sus contactos en la Seguridad del Estado, donde tanto él como otros miembros de su equipo afirmaba habían trabajado. Aseguraba a sus clientes que sus «más de 30 años de experiencia en estas labores» le permitía llegar a «casi todo el mundo a excepción de algunos países de África» donde decía encontrarse «incómodo», según recogen los informes de la Policía integrados en el sumario del caso Tándem y que reproducen las conversaciones que el propio Villarejo grabó.
Por sus dosieres de «Inteligencia» cobraba millones de euros. En las reuniones previas a la preparación de sus informes, como los que realizó para el BBVA o la familia Cereceda (propietarios de la lujosa urbanización La Finca) abundaban las perogrulladas que vendía como ideas brillantes.
A estos servicios recurrió también el empresario naviero Ángel Pérez-Maura pensando que el comisario podría evitar su extradición a Guatemala, donde las autoridades le investigaban por presuntos sobornos millonarios al presidente y la vicepresidenta del país para recibir la adjudicación de un proyecto de ampliación del Puerto Quetzal. Pérez-Maura habría pagado casi 8 millones de euros a Villarejo por su plan, con el que finalmente no consiguió nada.
Contenedores de libros
El 4 de mayo de 2016, Villarejo y su socio Rafael Redondo se reunieron en Madrid con, entre otras personas, el exembajador de Guatemala en Estados Unidos, Julio Ligorría, el lobbista estadounidense Many Ortiz o los abogados de Pérez-Maura para preparar su estrategia de defensa internacional. Ésta pasaba, según el comisario, por «impedir que se judicialice el tema en Estados Unidos. Eso es un poco la filosofía de la estrategia porque si EEUU no entra en esta historia, no hay caso clarísimamente», pontificaba el comisario. La otra pata del plan consistía ni más ni menos que en posicionar a Ligorría como próximo presidente de Guatemala para que relajara la tensión de la investigación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) contra el empresario español. Ambicioso objetivo.
Entre las grandes ideas que Villarejo propuso en las reuniones para «sacar a Pérez-Maura del asunto», como él mismo decía, estuvo la de que su compañía, Pérez & Cía, regalara un contenedor de libros a Guatemala para mejorar su imagen empresarial. «Para Guatemala, cuando se roba dinero público se deja de dar a las escuelas y eso es lo que el ciudadano percibe. Es este mensaje demagógico el que hay que reconducir incluso con alguna actuación de cualquier tipo de voluntad como por ejemplo un contenedor de libros, para decir que ellos, al contrario, han generado riqueza al país. Un lugar que estaba yermo lo han transformado en uno de los puertos más importantes del Pacífico y todo eso aportará riqueza al país», expuso convencido al resto de interlocutores.
Experto en «cadena de custodia»
Ante la preocupación planteada por los colaboradores de Pérez-Maura sobre los correos electrónicos con posibles pruebas del soborno hacia las autoridades guatemaltecas, éste les tranquilizaba: «Dentro de todo esto hay un factor fundamental en la legislación española que es la cadena de custodia. Es decir, toda aquella pieza de convicción que no se obtenga en un registro oficial ordenado por un juez y con un secretario que da fe de lo que obtiene, no es válida». Lección de primero de Derecho.
Aunque no fue la última idea brillante que el embajador Villarejo ofreció a sus ilustres invitados en Madrid: «Si se les presenta (a Pérez & Cía) como unos creadores de trabajo y de riqueza, es mejor que presentarles como unos especuladores»…Afortunadamente, cuando Villarejo comenzó a elaborar sus cotizados reportes los millennialls no habían puesto de moda el término «cuñao».