El Mundo titula que «Bélgica alega un defecto formal para volver a humillar a España». Si sólo fuera Bélgica. Francisco Rosell se cuestiona para qué sirve la euroorden, porque la decisión de Bélgica «añade descrédito a la figura, ya muy dañada tras la decisión del tribunal de Schleswig-Holstein. Corren buenos tiempos para el euroescepticismo y malos para renovar la fe en el proyecto europeo, fundado sobre el principio de mutua confianza entre países amigos». ¿Amigos? Será amigos de los supremacistas. La última de Bélgica, continúa, «bordea el desafío a un Estado miembro de la Unión». Parece que desafiar a Rajoy ha pasado de ser deporte nacional a internacional. «La imagen de España no se puede permitir más resbalones. La de Europa tampoco debería permitírselos». Que se los queden, que el cáncer secesionista se extienda por Europa de la mano de Puchi, que es un maestro en sembrar odio. Arcadi Espada echa la culpa a Llarena. «El arrogante error del juez Llarena no atendiendo las propias advertencias de la fiscalía belga ante los defectos de su euroorden es el último de una instrucción, errática, contradictoria que parece poco meditada y menos trabajada. Tanto los jueces belgas como los alemanes, y ya veremos los ingleses, amenazan con dejar en lugar muy delicado el sintagma justicia española cuando esta tenga que pronunciarse sobre los insurrectos catalanes. El panorama de una justicia europea que absuelve y otra española que condena sería puramente letal». Y por lo que se ve para Arcadi la mala es la española.
El País dice que «los partidos acuerdan que un nuevo 155 incluya a TV3». A buenas horas. Pero que vamos, que «la intención de Rajoy es devolver la autonomía por completo a Torra» y allá se las compongan. Como si meten a los catalanes no indepes en campos de concentración, a él que no le molesten. El editorial se dedica a atizar a Rajoy por no ir a una cumbre con Kosovo, un asunto de rabiosa actualidad y relevancia. «Sea por razones de política europea o de política interior, lo que es evidente es que Rajoy se equivoca. El mensaje de su ausencia es tan ridículo como contraproducente», «si eso no es una derrota diplomática, desde luego lo parece». Lo ridículo es comparar a España con Kosovo. Josep Ramoneda es uno de los muchos columnistas que parecen vivir en el limbo. «Con Torra el independentismo da la señal de que no quiere darse por enterado de lo que sabe perfectamente: hoy la uniteralidad no es viable». Desde que Alemania dio el visto bueno al Golpe los indepes lo ven viable todo, hay que estar ciego para no verlo. «Y Rajoy y Sánchez se reúnen para afianzar su compromiso en la acción represiva pero siguen sin enviar un solo mensaje político que pueda abrir la cuestión catalana». Acción represiva. Parece que Ramoneda es la Rahola de Cebrián.
ABC dice que «el Supremo se harta del blindaje belga al golpismo». Sin embargo, Bieto Rubido dice que lo de Cataluña va viento en poca, oiga. «Estamos mejor que en 2017: el Estado existe y es más fuerte que el independentismo (…) Después de cuarenta años de ingeniería social no se derrota una sinrazón de la noche a la mañana. Tengan la seguridad de que ellos son conscientes de que han perdido». Una foto que publica este mismo periódico con los huidos en Bélgica celebrando la victoria ilustra mucho la depresión que padecen. El editorial es más realista. «El frente formado por el independentismo responde a causas profundas e irracionales. La designación de un xenófobo neofascista como Quim Torra no es el síntoma sino la culminación de un proceso de desenmascaramiento del nacionalismo separatista, que ha perdido el pudor y no tapa siquiera a sus más impresentables activistas». ¿Y por qué van a taparle si son héroes en Europa? Allí jueces, prensa y opinión pública adoran a los racistas catalanes. Gabriel Albiac no piensa que Torra «sea un cínico ni un mentiroso. Tampoco pienso que lo fueran Gobineau, ni Rosenberg. Ni siquiera Hitler. Lo que hacía de esos sujetos temibles máquinas de inducir al asesinato era precisamente su sinceridad, la firmeza pétrea de sus creencias». Isabel San Sebastián alerta. «Las similitudes existentes entre la Alemania nazi y la Cataluña nazionalista no son en absoluto desdeñables». Lo mismo por eso les protegen tanto.
La Razón dice que «Llarena defiende su euroorden y rechaza enviar otra a Bélgica». Marhuenda dice que «toda la peripecia judicial de los huidos viene determinada por la incalificable actitud inicial de la justicia belga que lejos de acoger las demandas de un Estado democrático impecable se escuda en cuestiones de procedimientos». Pero es optimista. «La verdad, la justicia y la razón están de nuestra parte y, al final, prevalecerá». Pues yo no lo veo tan claro. Luis Alejandre tampoco. Es más, confiesa que está «preocupado». «Hoy estamos más cerca del desastre de Yugoslavia que hace un año». Y no lo dice sólo por Cataluña, sino por el País Vasco y Navarra, donde «quedan vivas y bien vivas, las serpientes de parecidos nacionalismos». Y mientras, «una aturdida y cobarde Europa sigue con sus históricas incertidumbres». Que sigan, que sigan, al final acabará como siempre como el rosario de la aurora.
En La Vanguardia Fernando Ónega también ve la cosa fea, pero fea. «Me temo que la confrontación solo se dirime en términos de triunfo o derrota. Esperemos que sea en las urnas, no en otros escenarios». Pues vete preparando para cualquiera porque lo de las urnas ya no sirve.