España se está quedando vacía, con un Norte convertido en un desierto verde y con un Sur cada año más afectado por la desertización climática y poblacional. El suicido demográfico que padece nuestro país no parece preocupar a nadie. Tenemos a los políticos enzarzados en lo inmediato y urgente, mientras se alejan de lo importante y trascendente. Aunque en esto, todos tenemos un poco de culpa. No obstante, quienes nos gobiernan deberían combatir la España hemipléjica que desarrollan hacia el Mediterráneo, en clara conjura contra el resto del país. Y mientras se perpetra ese desequilibrio en menoscabo de la cohesión territorial, las aldeas se vacían hacia los pueblos, que a su vez se van diezmando a favor de las capitales de provincia, que a su vez ven desplomarse sus padrones en beneficio de las grandes ciudades. El mundo que viene es de emplazamientos. Madrid, Barcelona -si se arregla el dislate independentista-, Valencia y Sevilla serán más importantes que el resto de España, como Londres ya lo es en el Reino Unido. A pesar de esa tendencia, conviene recordar que lo que da valor a una nación no es su territorio, sino quienes lo habitan.
 

 

 

 

FUENTE: ABC