En la era de la imagen, hay políticos procesados por mejorarla. No hay más que leer sus brillantes currículos para entender cómo hincan los codos para su perfeccionamiento intelectual. El que no ha estudiado en Salamanca, tiene un máster de Cambridge. El prestigio de los gobernantes se basa más que nunca en la imagen, piedra angular de su futuro.

También los países, como sus gobernantes, triunfan y deciden por su fama; y España, que había mejorado su perfil en Europa y en el mundo, vuelve a tenerlo borroso. Los españoles han pasado de ser retratados como demócratas a ser vistos como corruptos. Otra vez nos describen como intolerantes, impuntuales, mal hablados, gente que se echa la siesta y empalma las fiestas de Semana Santa con la Feria de Abril. En esta ocasión, los nacionalistas han relevado a los flamencos en el papel de guardianes del grial de la leyenda negra. Después de tantas fake news, sólo les falta que hagan un retrato de la Familia Real, como aquellos de perros, bufones y meninas. Qué pena, toda la historia intentando quedar bien, y cuando coloreamos el retrato, caemos de culo en la cucaña.

Resulta grotesca esa obsesión española por el qué dirán. Seguimos pendientes de la reputación, como se cuenta en el poema de Georges Brassens que cantaba Paco Ibáñez en el Olympia o en La Candelaria, donde yo tomé una copa con los dos: «En mi pueblo sin pretensión / tengo mala reputación / haga lo que haga es igual / todo lo consideran mal». Pero la reputación puede ser falsa como la que describe Quevedo en el romance satírico sobre los médicos: «Que ha muerto más hombres vivos / que mató el Cid Campeador/ en entrando en una casa / tiene tal reputación / que luego dicen los niños: / Dios perdona al que murió».

Las agencias de calificación de riesgo, las que nos atormentaban cuando la quiebra, nos califican de solventes y, las agencias de calificación democrática, especialmente las del procés, califican la democracia española de insuficiente. Sergi Miquel de las juventudes nacionalistas dice que la justicia española cada vez está más sola, desubicada y desesperada. Los procesados por el referéndum ilegal tratan a Llarena como si estuvieran en la barra de una taberna, mirándole a los ojos le dicen que sus argumentos son delirantes. Con el sistema judicial tocado, la Universidad en los papeles y cientos de políticos acusados de corrupción, qué futuro nos espera. Lo peor no es que nos desprestigien desde dentro. Recordemos, sin embargo, que aquí no se es nadie hasta después de muerto; ahora tampoco, porque han surgido iconoclastas que derriban las estatuas.

 

 

FUENTE: ELMUNDO