La reciente sentencia del Tribunal Supremo sobre el Plan Hidrológico de la Demarcación Hidrográfica del Tajo ha supuesto un baño de realidad para las cuencas cedente y receptora del trasvase Tajo-Segura. De inmediato las manifestaciones políticas. Las del territorio cedente con actitud de perdonar vidas, mientras no se hace frente a una gestión muy mejorable de sus aguas subterráneas. Y las del territorio receptor alentando imprudentemente a la gente en defensa de «lo nuestro». No se esperaba otra cosa. Años de engaño a los agricultores del sureste peninsular, prometiendo nuevos trasvases que sabían que nunca llegarían a realizarse o defendiendo otros que estaban apercibidos de cierre sin tener preparadas alternativas. Ahora, la cruda realidad. El shock. El no saber qué hacer por no haber preparado, con tiempo y calma, una situación así que puede suponer el final efectivo de dicho trasvase. Caben ahora dos posturas: la irresponsable de fomentar la disputa y el enfrentamiento entre territorios y usuarios; o la sensata y racional de sentarse a buscar soluciones para el corto y medio plazo. Soluciones que algunos señalábamos hace años, pero al no ser las basadas en la ilógica y ya caduca política de oferta continua de agua, no se querían oír. Reutilización total de aguas depuradas con sistemas terciarios avanzados y desalación subvencionada desde Europa para la agricultura. Eso, y la necesaria gestión de la demanda al milímetro. No cabe otra salida para atender las demandas existentes o las que puedan venir en los próximos años. Aquí está la hoja de ruta válida para políticos valientes y realistas en las tierras del sureste ibérico. Lo demás será mantener en el engaño a la gente. Un engaño fácil en época electoral pero que encierra frustración pertinaz para el futuro. Y lo peor, un engaño que, si se acepta, alimenta un incomprensible lamento cómplice hacia tanto sabio que propugna trasvases que nunca se harán.
Engaño para todos

FUENTE: LEVANTE-EMV