El panorama político está un poco adulterado, se confirma cada día más la poca programática de los lideres representativos de las diferentes formaciones preocupados en como dejar en ridículo al contrario en lugar de trabajar en común para el sostenimiento del progreso en nuestro país.
Enmarañadas propuestas para formar Gobierno, algo que en diferentes comunidades autónomas ya ha pasado, convierten el paisaje desolador de nuestros votos en papel mojado para la clase política. Decidimos un horizonte de pluralidad basado en el tono conveniente de cada uno de los partidos que se presentaron en su día, sabedores de que el bipartidismo se había quedado obsoleto y creyendo que con las nuevas formaciones alcanzaríamos un porvenir más lucrativo par a la sociedad española.
Los partidos que salieron de la nueva hornada pronto ganaron adeptos a un populismo libertino por la parte de la izquierda y a un liberalismo mal dispuesto que se convirtió en amigo de la derecha más recalcitrante, la que ya creíamos estaba enterrada en el Valle de los Caídos desde hace décadas.
Ahora tenemos varios populismos, uno por la izquierda más dura, el otro por quién se decía defensor de los derechos de la ciudadanía y ahora se convierte en veleta desdeñosa del socialismo y ensimismada por otro Mesías político: dos populismos erróneos a todas luces que le están dando alas a la ultraderecha y dejan en un confortable escaño al partido que salió del Gobierno por la moción de censura.
Varapalos del destino nos dan estos pipiolos de la política, manejados por un espíritu nada aleccionador de equilibrio social y confundidos por ideologías extrañas basadas en discursos, encuestas, petición de opinión a sus votantes y hasta licencia para ir al baño.
Error, malamente vamos por estos andurriales, perdemos el tiempo tratando de dar muestras de credibilidad a quien ya no merece nada más que el deterioro del derecho al voto ante el uso que de tal derecho hicimos. Elegimos y le dan la vuelta, opinamos y dicen que ellos y ellas solo tienen que dar “el parte de trabajo” a sus afiliados sin decir lo más ocurrente en política que es proclamar la defensa de los derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas del país al que te presentas para ejercer de representante.
Es difícil definir cómo se siente la gente ante tanta malsana proclama que se escucha en el atril del Parlamento, es muy grave ver como quienes tienen que decidir juegan con el móvil, Tablet, dibujan monigotes en los papeles o dormitan en los escaños; no les importa que la sociedad vea quienes son o lo que representan, cobran su buena nómina y con eso les basta. Vergüenza es la palabra correcta para definir semejante trato, una apatía en el ejercicio de sus tareas rayano en la desidia, un desafecto a tener en cuenta y a castigar como merecen.
Votar de nuevo no significa tener que quedarnos en casa tranquilamente ante la perspectiva de que la derecha más audaz y altanera consiga seguir adelante en sus tramas; el peligro de las estrategias de los que abrazan el fascismo sigue ahí, es por tanto conveniente de tener que volver a ejercer el derecho al voto castigar más aun a quienes nos tachan de rojos, republicanos o golpistas por el simple hecho de no tener en casa una fotografía del dictador o una bandera de España; algo que en más de un hogar si estará desde que fuimos campeones, un emblema que no debe significar discordia ni definir a quién no apetezca gritar con orgullo como rebelde a una causa que sin tanto énfasis es la suya; menos aun descalificar ante la audiencia de un país a otros partidos no afines como banda de atracadores al sistema, eso sí es plausible de tachar de populista, poco ducho en la ciencia política y bastante ignorante de las necesidades del país que tanto dice servir con altanería.
Las cosas serían más fáciles sin necesidad de demorar el tiempo, sin perder la oportunidad de que un panorama plural de la política fuese envidiado por Europa, de que los extremismos sigan frenados en toda su intensidad, de que las confrontaciones sean el pan de cada día en el Parlamento hasta lograr acuerdos no satisfactorios a los ideales políticos, sino beneficiosos para la ciudadanía que al fin y al cabo todos y todas representan.
Si hay que votar pues votaremos, pero la defensa de la libertad, la expresión de lo que se escribe, de la no rotura de un país como el nuestro, de la integridad personal y el respeto por encima de todo de los que son integrantes de él, sea respetado. Más allá de todo eso, si aún les queda tiempo, que se pongan tibios de reproches y asalten la morada del otro todo cuanto quieran, lo importante, la ciudadanía, siempre debe de quedar al margen de los litigios políticos de cada cual, incluso cuando estos pasan a ser un tema personal y ser la protagonista del espacio electoral.
FUENTE: ELCONFIDENCIALDIGITAL