Nadie podrá acusar al Partido Popular de transfugofobia. Ya en 2003, mucho antes de todo el lío que se está montando alrededor de la actual tramitación de la Ley Trans, la formación hoy dirigida por Pablo Casado asumió la primera fila de defensa de la libertad individual y ofreció todo su apoyo institucional en la Comunidad de Madrid a los diputados trans(fugas) Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, gracias a los cuales terminó llegando a la presidencia de la Comunidad la conocida activista queer Esperanza Aguirre, autora de la máxima “los diputados tráns(fugas) son diputados” que desde entonces guía el rumbo del PP en su permanente reivindicación de la libre autodeterminación del escaño.
El partido político es algo que se asigna al parlamentario al inicio de la legislatura. Hay muchos diputados que se identifican totalmente con el partido asignado. Pero otros no, y sufren en mayor o menor medida una disforia de partido, al no coincidir su partido sentido con el partido registral que figura en su acta de diputado.
Muchos diputados no se identifican totalmente con ningún partido por completo; se trata de diputados de partido fluido, que pueden ocupar cualquier posición dentro del continuo que forman los partidos. A veces esta disforia se va gestando lentamente a lo largo de una legislatura; pero a veces aparece súbitamente, sin que nada hubiera permitido anticiparla, como cuando, por poner un ejemplo inventado, te llama Teodoro García Egea en mitad de la noche.
Antiguamente, los requisitos para poder votar en contra del propio partido y a favor de otro diferente suponían un auténtico calvario burocrático que llegaba a desmoralizar por completo al diputado trans(fuga). Era necesario abandonar el escaño, darse de baja en el partido asignado, darse de alta en el partido sentido, esperar a que hubiera nuevas elecciones, conseguir ir en sus listas y obtener el nuevo escaño por el nuevo partido. Muchos quedaban por el camino.
Afortunadamente, gracias a la sensibilidad con los colectivos más desfavorecidos que siempre ha caracterizado al Partido Popular, todo eso ya ha cambiado: basta una consejería caída del cielo, un incrementillo sustancioso en la nómina y un chófer para que por fin la sociedad les reconozca plenamente el derecho a ser ellos mismos.
Lo ocurrido en Murcia esta semana es una manifestación del vanguardista signo de los tiempos que lleva el PP en su ADN
Lo ocurrido en Murcia esta semana es una manifestación del vanguardista signo de los tiempos que lleva el PP en su ADN. Y la convocatoria electoral realizada por Díaz Ayuso no ha de ser interpretada como miedo a un cambio en las alianzas que la ponga de patitas en la calle, sino como un anhelo por un nuevo proceso constituyente en la Asamblea de Madrid, ocasión propicia —lo vimos en 2003— para la aparición de nuevos diputados fluidos.
Así que unámonos todos al PP en la celebración de la diversidad que supone la existencia de Isabel Franco, Valle Miguélez y Francisco Álvarez, los tres diputados autonómicos trans(fugas), y condenemos con todas nuestras fuerzas las muestras de transfugofobia que hemos oído estos días en boca de representantes del PSOE y de Ciudadanos.