ENRIC JULIANA
Se ha formado estos días un partido holandés en España, un partido que durante varios días ha estado aplaudiendo desde la grada todo el despliegue táctico y declarativo del primer ministro neerlandés Mark Rutte para rebajar la cuantía del plan de recuperación europeo y endurecer las condiciones para el acceso al mismo. “¡Mark, Mark, Mark…!”
El partido holandés parece haber disfrutado con la posibilidad de un mayor sufrimiento de la sociedad española. Nada nuevo bajo el sol, aunque nos pueda parecer insólito en un país que está acumulando más crisis (sanitaria, económica, institucional, territorial…) de las que podría soportar sin el paraguas de la Unión Europea. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
Se ha formado estos días en España una coalición de opiniones favorable a un mayor ‘castigo” a la sociedad
Componen el partido holandés corrientes muy diversas e incluso antagónicas: el segmento de la derecha que en enero calificó de “ilegítimo” al Gobierno de Pedro Sánchez , los sectores del establishment más contrarios a la continuidad de la actual coalición gubernamental, los atletas del antipodemismo furioso (cuyos ataques constituyen, paradójicamente, la principal amalgama de Podemos) y los sectores más irredentos del independentismo catalán, que desde hace tiempo sueñan con el colapso de España.
Para todos ellos, cada declaración de Rutte exigiendo más austeridad en el sur de Europa era el augurio de una inevitable crisis gubernamental. Para la sección catalana del partido holandés, cada palabra de Rutte era una buenaventura. La Holanda del norte estaría favoreciendo la eclosión de una futura Holanda del sur a orillas del Mediterráneo. “Las economías del sur de Europa estan kapput ”. Estas palabras del primer ministro austriaco Sebastian Kurtz , el único aliado centroeuropeo de la nueva Liga Hanseática, muy comentadas en la prensa italiana, dada la vecindad del emitente, deben haber sabido a miel a nuestro partido holandés.
Estamos kapput y nos alegramos. En un país en el que la palabra nación se declina con tanta reiteración y ansiedad, no puede dejar de sorprender esa coalición de opiniones e intereses favorables al “castigo” de la nación española y de la nación catalana, puesto que esta última también sufriría el látigo de los rigoristas del norte, si intentase abrir una franquicia holandesa en el Mediterráneo con prácticas de ventajismo fiscal. Hay fórmulas que sólo funcionan con “numerus clausus” y las licencias ya están repartida en la Europa de los 27.
En Italia también se ha formado un cierto partido holandés, con menos grosor que el español. La principal fuerza de oposición, la Liga de Matteo Salvini , no se ha atrevido a aplaudir a Rutte, puesto que entraría en flagrante contradicción con dos de sus principales postulados: defender con orgullo los intereses italianos en Europa y acusar a la izquierda de debilidad en ese flanco, desde el día en que Francia y el Reino Unido provocaron la caída del régimen deMuamar el Gadafi en Libia y dejaron a 447 kilómetros de las costas sicilianas un país sin Estado, desballestado, cuyo petróleo y gas natural hoy se disputan Rusia y Turquía en el interior de una enmarañada guerra civil.
No está muy bien visto en Italia expresar estos días simpatías con los países mal llamados “frugales”, término asombrosamente aceptado por la prensa. Llamarles “hanséaticos” seguramente sería demasiado complicado. Obligaría a recordar la existencia de la Liga Hanseática, federación comercial y defensiva de los principales enclaves portuarios del norte europeo, desde Brujas hasta el golfo de Finlandia, que llegaron a formar algo parecido a un “mercado común” del mar del Norte y del mar Báltico entre los siglos XIII y XV. Seguramente algunos historiadores no acabarían de estar de acuerdo con esa analogía. Se les podría llamar “tacaños”, pero se lo tomarían como una ofensa y el horno no está para bollos. No es fácil. La batalla de las palabras también la han ganado esta vez los calvinistas. Durante la pasada crisis económica llamaron PIGS (cerdos) a Portugal, Italia, Grecia y España, los países más afectados por la desestabilización financiera.
Hoy es posible que desayunemos con el pacto de Bruselas. Probablemente no será una catástrofe para un país que acumula casi todas las crisis posibles.