Mientras Ciudadanos blandía su oferta abstencionista el lunes, como si fuese un conejo sacado de la chistera, en Moncloa ya cargaban tintas a las puertas de un 10-N que puede suponer un punto de inflexión en el futuro político de Albert Rivera. “A la gente le gusta la magia… pero cuando ven el espectáculo de un mago saben que todo son trucos.” se revolvían en el Gobierno, ante la pirueta de Rivera en último minuto, tachándola de oportunista, tras meses rechazando una reunión con el presidente.
Aunque precisamente ese gesto preconizó el ‘game over’ del plan Rivera. Es decir, que el político catalán asumió, quizás por unas horas, un rato… Implícitamente, lo que los críticos desertores le venían diciendo: que su papel genuino es apoyar la gobernabilidad al bipartidismo para evitar bloqueos. Más aún, si las elecciones de noviembre constatan que Cs está muy lejos –no logrará– ese sueño de ser el líder de la derecha.
A esa impresión contribuyó esta semana la actuación de un Partido Popularque hace tiempo vio en el 10-N una oportunidad –no buscada– de recuperar terreno. Pablo Casado dejó solo a Cs con la abstención, asegurando en el PP que no conocían la voluntad de la formación naranja de abstenerse. Y ahí vino el codazo: nosotros no nos abstendremos, porque en Génova sí somos la “alternativa” al PSOE.
Sin embargo, cuando mejor se verá el ‘game over’ del plan Rivera será al resolverse la incógnita que planea para los meses venideros. ¿El –efímero– gesto bisagra de Cs se repetirá tras un 10-N, ¿de nuevo? Que la gobernabilidad de Sánchez –no solo la investidura– podría volver a depender de los naranjas tras los comicios.
Esa hipótesis debilita ya la campaña de Cs. Por eso, Rivera planea recuperar el “no es no” al “sanchismo” como leitmotiv electoralista, culpándole del bloqueo, cerrándole otra vez la puerta del “constitucionalismo” y prometiendo que pactará con el PP, si suman suficiente. Los naranjas lo siguen fiando todo a la corrupción –Púnica, ERE…– y a su electorado joven –factor generacional– para resistir ante los populares. Pero las estrategias de sus rivales amenazan la decisión de Cs, tras el 10-N, si los naranjas sufren una debacle electoral.
En primer lugar, Casado ha encontrado en España Suma la forma dar la batalla en la derecha. Creen en Génova que nada gusta más –y aglutina– a su seguidor que desbancar al sanchismo, separatistas, podemistas… Y los populares harán de ello su principal arma electoralista: no podemos echar al PSOE porque Cs y Vox no entran al proyecto –será la musiquilla genovense– aunque evitarán entrar al “cuerpo a cuerpo” dialéctico con Rivera.
Segundo, Casado ha hecho los deberes ‘moderantistas’. El PP maximizó sus resultados en autonómicas y municipales del 26-M, cuando los barones huyeron al giro ‘voxita’ de la cúpula nacional del PP. Es decir, que la moderación vende y el líder popular hará ya lo que sea –dejarse la barba, contener su incontinencia dialéctica o elaborar unas listas al Congreso sin toreros– para que copar todo el centroderecha.
Luego está el PSOE. Sánchez lleva meses remando por darle la puntillita a ese Cs que le niega la lealtad a España. Rechazar el apoyo de los independentistas, blandir la aplicación del 155 en el Congreso, huir del referéndum blanco sobre negro… La sentencia del 1-O y la firmeza en la respuesta de Moncloa podrían hacer el resto, si el otoño se viene caliente. Y con Iglesias, ya avisa el presidente: No duerme “tranquilo”.
La situación se complica a largo plazo para Cs, ante la tentativa de Errejón y su opción progresista, verde. Toda opción que emergiesen como bisagra podría verse premiada, mientras el independentismo catalán se niegue a la gobernabilidad. Y por esa vía anti-bloqueo, y por el descrédito de Podemos, puede abrirse camino el exnúmero dos de Iglesias.
Y ese el quid de la cuestión: si tras una eventual debacle de Ciudadanos el 10- N –como vaticinan los sondeos– y ya muy debilitado, su única salida será darle estabilidad al PSOE. “Rivera buscará algo que le haga recobrar la atención, en un tiempo” pensaban en Moncloa hace muchos meses.
Que si el plan Rivera está en ‘game over’, lo más probable sería abandonar la apuesta por liderar la derecha, o retornando al papel de bisagra, o bien fundiéndose en algo similar a ‘España Suma’. Lo contrario sería dejar a Cs diluido en el Congreso, fiándolo todo al protagonismo de PP y Podemos. Y quizás entonces alguien se enfrentase a Rivera. O tal vez no, si a la postre el partido sea ya solo una plataforma al servicio de los vaivenes de su presidente.