ÁNGEL MONTIEL
Si Sánchez hace, porque hace; si no hace, porque deja de hacer. «Yo sí tomo decisiones», dice López Miras. Pero si esas mismas decisiones las hubiera tomado el presidente del Gobierno central, las criticaría, como hizo en periodos anteriores
El profesor me tiene manía. Es la frase recurrente de los alumnos torpes o perezosos. Antes que declarar la propia impotencia o ineptitud es más habilidoso aludir a una dificultad exógena de intenciones perversas. Llama la atención que, con frecuencia, el pretexto sea admitido por padres o tutores, de modo que se recurre a él con intenciones prácticas, y así ocurre que en muchos casos la familia queda conformada con el hijo poco espabilado, de atenuada predisposición o, en el mejor de los casos, proclive a la evasión más que a echar codos.
La culpa es de Sánchez. En política, la traducción del fenómeno es el famoso ‘enemigo exterior’: bombardear Sudán para limpiar las manchas del vestido de la Lewinski. Siempre es útil fabricar un tentetieso al que adjudicar tu propio amontonamiento. En la Región de Murcia, desde el día en que Rajoy abandonó el Congreso para ir a almorzar y siguió de sobremesa hasta la merienda-cena, sustituido en su escaño por el bolso de Soraya hasta que lo vimos salir algo perjudicado del restaurante («política para adultos», llama a esto), el tentetieso se llama Pedro Sánchez. Al presidente murciano le vino de perlas aquella moción de censura que desplazó al PP del Gobierno de España, pues desde entonces puede elevar a éste, cada día de la semana y sin descanso dominical, la razón y causa de sus propios tropiezos, desnortes y elusiones.
Tiempo después, cuando el Constitucional anuló los sucesivos decretos sobre el ‘estado de alarma’, el PP se apresuró a exigir responsabilidades políticas a Sánchez, como si ellos no fueran corresponsables con sus votos en el Congreso de la aprobación de esa fórmula, que en efecto criticaban en su totalidad a la vez que la sufragaban, todo en un campo abierto de incoherencia retórica, en el que cualquier observador detectaba más contradicciones entre los portavoces nacionales y autonómicos del PP que en las comparecencias del ultraparodiado Fernando Simón, el estrafalario portavoz de Sanidad. En el paroxismo de la inconsistencia, el PP veía en el ‘estado de alarma’ una intención autoritaria de Sánchez para gobernar sin control parlamentario cuando lo que el Constitucional vino a decir era que la declaración correcta para tomar las medidas que se dictaron bajo su protección era el ‘estado de excepción’, un grado más en la suspensión de las libertades públicas. En el PP son conscientes de que reparar en tan sutiles matices en tiempos eléctricos no es lo habitual y que pesan más los lemas rotundos: «La culpa es de Sánchez». Cuando lo es, que a veces lo es, y cuando no lo es. Funciona siempre.
Pero no solo en la pandemia. En la gestión de la pandemia se ve con mucha claridad, tanto como en lo relativo al Mar Menor, por ejemplo, esa cadencia intermitente de alumno inaplicado que atribuye a las manías persecutorias del profe el hecho de no ser capaz de resolver los deberes. Y esto es así porque en la necesidad de improvisar se observan con toda claridad las incoherencias e incapacidades, la limitada capacidad de respuesta. Pero también en el resto de cuestiones relativas a la gobernación se percibe esta dinámica, pues Sánchez aparece hasta en la sopa.
Se ha constatado en el debate de Presupuestos. López Miras se queja, esta vez con razón, del deficiente sistema de financiación autonómica (no era tan vehemente al respecto cuando gobernaba Rajoy, detalle que no afecta a su credibilidad sino que evidencia su parcialidad), pero a la vez baja impuestos y transfiere cantidades sustantivas de dinero público a la enseñanza y la sanidad públicas, aspectos únicos en los que sobresale el incremento presupuestario, mientras en el final de ejercicio hay direcciones generales y consejerías que presentan un escandaloso porcentaje de falta de ejecución, de indiferencia a los fondos europeos cuando no redundan en sus políticas, y la deuda se sigue disparando sin control. La culpa de todo esto, por supuesto, sigue siendo de Sánchez.
El toletole liberal («el dinero está mejor en manos de los ciudadanos», una expresión que recitan como si se tratara de un hallazgo que enunciaran por primera vez) encalla en la práctica de este Gobierno, a no ser que entendamos por ciudadanos estrictamente a los gestores de la enseñanza concertada o de las clínicas privadas, que se financian en gran parte con dinero de todos, lo que constituye una práctica escasamente liberal. En cierto sentido es mejor que el dinero esté en manos de los ciudadanos que en las de estos gestores, que lo administran con tan poco rendimiento y dan tan poca cuenta de él, como en el caso de los fondos covid.
El achacoso siglo XXI. «Sabemos lo que tenemos que hacer para resolver los problemas, pero el Gobierno central no nos deja». Esta es la acuñación que sintetiza este tipo de política infantil, convertida en lema por el consejero Díez de Revenga, que lo es de Transportes Cochambrosos, Fomento al Ralentí, Vivienda Liberal y, sobre todo, Trompeteo Twitero. La ocurrencia se refería al Mar Menor, pero si la aplicara a sus responsabalidades sobre la movilidad en autobuses tendría que explicar cómo es que Pedro Sánchez mantenía ayer mismo la web de información sobre los trayectos regionales sin datos fiables y el teléfono de consultas en tono ‘comunica’ (es decir, sin comunicar) desde las 8 a las 14 horas, de modo que era preciso consultar presencialmente en la estación a fin de planificar un viaje para hoy. Este consejero ha anunciado hace unos días que, tras la experiencia iniciada a primeros de mes con las renovadas licencias, se ha procedido a una reactualización para la mejora. Ya comenté aquí hace algunas semanas que los miles y miles de euros empleados a lo largo de los años en estudios y planes-director para la mejora del transporte público de ciudadanos han servido de poco, pues la consejería está desarrollando en vivo y en directo un ensayo tipo ‘prueba y error’ que sufren cada día los usuarios, convertidos en conejillos de indias. Se trata de un ensayo dentro de un ensayo, pues tras veintiséis años de Gobiernos del PP se han dado otros dos por delante para ver cómo funciona el invento, y antes de un mes del experimento ya andan con retoques, de manera que conceden que la cosa no va desde el primer momento. Y esto a pesar de que Díez de Revenga proclamó (literalmente) el nacimiento del siglo XXI para el transporte murciano el día 3 de diciembre de 2021. Lo que pasa es que el siglo XXI no termina de arrancar por aquí. Tal vez si fuera destituido de su cargo, el problema, el del transporte y otros, podrían empezar a enmendarse. ¿Cómo de mal hay que gestionar las cosas para que te releven de este Gobierno cuando como en este único caso no han encontrado la manera de exculparse contra Sánchez?
¿Autonomía para qué? La pesadez en eludir la responsabilidad de gestión y de administración procede, aparte del obvio intento de eludir funciones propias, de algo más profundo. Este Gobierno no cree en el propio sistema en que se fundamenta, el de las autonomías. La prueba más palpable es la reciente liquidación de la reforma del Estatuto, tan solo debida a una causa: que a su paso por el Congreso podría quedar limitado el periodo de mandato del presidente regional, y para evitarlo se desecha una oportunidad única de consenso con la que se habían ampliado las competencias y fijado derechos ya irrenunciables. Será difícil en muchos años recuperar esa oportunidad, y mientras tanto el Gobierno regional se administra con un Estatuto cuyo articulado ni siquiera se ha ocupado de desarrollar, pues cuando no le conviene argumenta que no ha recibido formalmente las competencias que contiene sobre este u otro asunto, es decir, que tampoco se ha ocupado en solicitarlas. Por no hablar de que el propio López Miras ha amagado en alguna ocasión con devolver al Estado el capítulo de la Educación, y en un primer momento de pánico, todo lo que afecta al Mar Menor. Si quienes gestionan la autonomía no creen en la autonomía, y de cualquier problema debiera ocuparse Sánchez, o no ocuparse en el caso en que lo haga, va a resultar que el Gobierno regional no nos hace ninguna falta. Esquema y mentalidad en que calza Vox con el número exacto de zapato. Todo preparado para la futura coalición. Que, esta sí, es la verdadera manía.