MÀRIUS CAROL
JOSEP Tarradellas escribió una carta a Horacio Sáenz Guerrero, que fue director de La Vanguardia (1969-1983), un año después de haber pasado el relevo de la presidencia de la Generalitat a Jordi Pujol, donde decía: “Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal Española, ni los responsables de cuanto sucede morirán por Catalunya, nada de eso. Lo que se hará es querer hacer olvidar las actitudes irresponsables de los mismos que han hecho fracasar nuestra autonomía, consiguiendo la desunión de Catalunya y el enfrentamiento con España; y con eso la actitud de los autores de esta situación es imperdonable. Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos nos haya conducido al estado lamentable en el que nos encontramos”.
Me ha venido a la mente esta misiva, donde el político republicano temía que los políticos volvieran a tener la tentación de repetir el 6 de octubre, que sólo nos llevaría a la tragedia y el desastre. Es indudable que su carta fue premonitoria, como si intuyera que la política catalana estaba condenada a repetir errores porque vivía en un bucle histórico tan terrible como absurdo. Lo he recordado tras escuchar los discursos de los dirigentes catalanes en el Teatro Nacional Flamenco, durante la presentación del llamado Consell per la República.
El independentismo tiene todo el derecho a mantener sus sueños. Pero discrepo de las palabras del exconseller Toni Comín de que no hay que tener miedo, sobre todo cuando anunció que el siguiente tramo de lucha en la calle será “dramático”. Y resulta especialmente incomprensible que el president Quim Torra defienda la vía eslovena para la independencia. En Eslovenia, hubo una guerra, con muertos, heridos y prisioneros. También escribió Tarradellas que Catalunya debe recuperar la unidad, porque el país es demasiado pequeño para despreciar a nadie y lo bastante grande para que quepamos todos.