Pertenezco a esos que están encantados con lo que está pasando en el parlamento de Cataluña. Me recuerda a Berlanga y Buñuel. El bucle del ‘procés’ sigue una rueda previsible que se basa en la infinita repetición que va del costumbrismo al surrealismo: ¡Bienvenido Míster Marshall!, La escopeta nacional, ¡Todos a la cárcel!, Simón del desierto y El discreto encanto de la burguesía.
Los partidos que defienden la sedición han basado su discurso en la mentira de la inminencia con el fin de tener a sus bases permanentemente movilizadas. Según ellos el señor Marshall está a punto de llegar, esa independencia-arcadia que todo lo solucionará. Llevan ya cinco años haciendo creer que en pocos meses Cataluña será una república independiente.
Claro, luego llega La escopeta nacional, el simulacro democrático que aprueba decretos a su manera, ‘a la Forcadell’, ERC y la CUP votan con la Convergencia de Mas sin Mas o el PdeCAT de Puigdemont. Llevamos años en los que ERC anuncia los últimos presupuestos autonómicos mientras firma recortes de derechas con socios de derechas. Mientras tanto, la ANC nos felicitaba 2013 deseando la independencia, en el 2014 decían que ése sería el año de la libertad, el 2015 lo felicitaban como el año de la independencia, luego dijeron que con el 2016 llegaba la república, en el 2017 repitieron la felicitación de 2016. La ANC para quien no lo sepa no es la Asamblea Nacional Constituyente venezolana sino la Asamblea Nacional Catalana, una organización registrada como asociación de donde viene Carme Forcadell cuyo objetivo es la independencia de Cataluña.
1.- Un presidente convergente pide que, cambio de hacer un referéndum, le aprueben los presupuestos con recortes, que serán los últimos de la Cataluña autonómica.
2.- Se hacen unas cumbres muy pomposas donde se acuerda hacer un referendum ni vinculante ni pactado, sin ninguna trascendencia ni valor.
3.- Se hace el simulacro del referendum. El Gobierno de España, la justicia y la prensa de derechas españolista montan su previsible numerito ya que a ellos también les encanta el ‘procés’. Los partidos nacionalistas dicen que ya han ganado y proclaman la independencia.
4.- Como absolutamente nadie reconoce el resultado del referendum, el presidente convergente convoca unas elecciones autonómicas diciendo que en realidad son plebiscito, donde solo su candidatura representa el ‘Sí’, chantajeando al resto de partidos nacionalistas para que le den apoyo y vayan a su lista.
5.- Se hacen elecciones autonómicas normales y corrientes, donde los partidos nacionalistas dicen que el referendum es una pantalla pasada y que quien lo plantee es un españolista, prometiendo ellos harán una Declaración Unilateral de Independencia al minuto después de las elecciones.
6.- El candidato convergente gana las elecciones y pide a los partidos de izquierdas nacionalistas que firmen una hoja de ruta para proclamar la DUI y la desconexión total de España en pocos meses.
7.- Una vez investido, el presidente hace alguna declaración parlamentaria o ley inconstitucional para disimular un poco, llenar el expediente y provocar alguna sentencia adversa con la que dramatizar un victimismo sobreactuado. Poco después reconoce que no tiene suficiente apoyo para hacer la DUI, que lo que hace falta es hacer es un referendum. Volver al punto 1.
Como los independentistas viven encerrados en su burbuja periodística donde todas las noticias son buenas y cualquier sombra de duda es sospechosa de traición, tienen la sensación de que realmente están avanzando en línea recta, cuando es evidente que no hacen más que dar vueltas concéntricas en torno al mismo punto. Si no se han dado cuenta, ahora mismo estamos en el punto tres.
Igualito que la URSS con Stalin. Sus discursos eran jaleados y aplaudidos a rabiar durante minutos interminables. Lógico, el primero en dejar de aplaudir se jugaba el gulag o el fusilamiento. Algo así sucedió en 1937 en una reunión del partido comunista a las afueras de Moscú.
Cuenta Aleksandr Solzhenitsyn, en su obra Archipiélago Gulag, una anécdota que retrata muy bien la época más oscura del terror estalinista. El secretario local del partido pidió a los asistentes, antes de dar por cerrada la sesión, un aplauso para el camarada Stalin. Al cumplirse los once minutos de ovación ininterrumpida, cuando todos estaban ya al borde de la desesperación, por fin el director de una de las fábricas del distrito, que formaba parte del comité local del partido, dejó de aplaudir y se sentó. Los aplausos cesaron inmediatamente en la sala como por arte de magia. Aquella misma noche, ese director de fábrica fue arrestado por el KGB. Le condenaron a diez años de prisión en los campos de concentración del gulag soviético. Cuenta Solzhenitsyn que uno de sus captores, al acabar el interrogatorio, se dirigió a ese pobre hombre y le dijo, con toda franqueza: “Nunca seas el primero en dejar de aplaudir”.
El bucle terminará cuando alguien deje de aplaudir, sea desde el gobierno español, sea desde el gobierno catalán. Si no es así siempre tenemos la opción de ¡Todos a la cárcel! o Simón en el desierto, porque siempre, siempre habrá quien se crea que vive en El discreto encanto de la burguesía. Por lo pronto, Artur Mas ya ha pedido, a la Lola Flores, que los catalanes le paguen la multa.