Por fin brillaba el sol después de meses de mal tiempo y las terrazas de la Plaza Kiepenkerl de Münster estaban hoy a rebosar. Una furgoneta de color gris azulado, aparentemente un vehículo de reparto que cruzaba el barrio antiguo de esta ciudad universitaria y turística, aceleró antes de embestir contra las decenas de personas que se sentaban en torno a mesas de madera protegidas del tráfico solo por algunas macetas. «Escuché como un trueno y después los gritos. Me asomé a la ventana y apenas podía entender lo que estaba viendo. La gente por el suelo, ensangrentada, gritando ¡Dios mío! Y llorando», relataba a la radio local una vecina del restaurante. «Después escuché el disparo y fue entonces cuando me percaté de la furgoneta, que había frenado contra la gente y que casi se había incrustado en el edificio».

Se refería al disparo con el que el conductor de la furgoneta se había quitado la vida tras perpetrar el atropello. Eran las tres y media de la tarde. Los primeros coches de policía tardaron en llegar apenas dos minutos y la plaza fue rápidamente acordonada. Se trata del centro histórico de Münster, donde se encuentra el popular «Kieperkerl», estatua que sirve de imagen a la ciudad y que representa a un hombre con una cesta de mimbre cargada sobre la espalda. En las calles adyacentes viven varios miles de personas que fueron desalojadas de sus casas. La policía había descubierto una bolsa en el interior de la furgoneta, junto al cadáver del conductor, y había sido advertido el cuerpo de artificieros para que investigasen si contenía explosivos.

Sin antecedentes

«Esto no puede estar pasando. ¿Por qué ha pasado esto?», se lamentaba uno de los camareros que se había salvado por encontrarse en el momento del atropello recibiendo un pedido en la cocina. «¿Por qué no estaban las terrazas protegidas con bolardos? ¿No son obligatorios desde el atentado de Berlín?», se preguntaba un superviviente, indignado. «Seguramente no habían sido todavía instalados porque era el primer fin de semana que se instalaba la terraza», deducía otro vecino. Algunos de los viandantes que a esa hora recorrían el barrio antiguo, al percatarse de lo ocurrido, corrieron a refugiarse e invadieron las salas del vecino cine Cineplex, saliendo solamente horas después, cuando la policía evacuó el edificio.

Algunos testigos declararon, en los primeros minutos de gran confusión, que habían visto a otras dos personas abandonar la furgoneta y salir corriendo, por lo que la policía se desplegó por el centro de Münster en busca de dos posibles cómplices. En un primer momento, la policía admitió que «no puede descartarse que se trate de un atentado terrorista», pero apenas fue identificado el conductor como Jens R. de 48 años, oriundo de Olsberg, en Sauerland, de nacionalidad alemana y con el expediente de penales limpio, la policía allanó una vivienda relacionada con el caso, apenas a dos kilómetros de distancia del lugar de los hechos y la agencia oficial DPA informó que se trataba de una persona «con problemas mentales». Aun así fueron incorporadas a la investigación las fuerzas especiales de la policía de Renania-Norte Westfalia y un grupo de policía anti terrorista BFE, especializado en resguardo de pruebas y detención en escenarios difíciles. También fue puesta en alerta la unidad anti terrorista GSG9. Además, por la coincidencia de una manifestación de kurdos programada para la tarde de ayer, decenas de policías habían sido trasladados a la ciudad desde distritos vecinos y muchos de ellos fueron añadidos al dispositivo de urgencia.

Varios helicópteros aterrizaron en la Plaza Schloss, el único espacio abierto en el mapa de la intrincada ciudad medieval de Münster, y comenzaron a trasladar heridos. La Clínica Universitaria de Münster hizo un llamamiento a donar sangre. Durante varias horas, el barrio permaneció cerrado al tráfico y se pidió a los habitantes de Münster que lo evitasen porque la policía estaba rastreando sus calles en busca de dos posibles cómplices. Fuese cual fuese la motivación, el ataque ha dejado, hasta el momento, un saldo confuso de muertos, que oscila entre las dos y las cuatro vícitmas, y una treintena de heridos, cinco de los cuales permanecían en estado grave.

Rápida investigación

«Escuché un golpe y gritos. Corrí hacia la plaza, estaba a unos cien metros. Vi a gente en el suelo, sangre. Ayudé a una mujer a levantarse, se le habían clavado las astillas de una de las sillas de la terraza en la pierna y le dolía, pero enseguida llegó la policía y me pidieron que me marchase de allí. Necesitaban despejar la plaza», relataba Sigmund, un estudiante que visitaba Münster con varios amigos y que se encontraba en una calle adyacente al Kieperkerl . «La gente estaba tirada en el suelo sin saber lo que había pasado. Otros salían del restaurante y otros corrían en todas direcciones asustados».

«Vi a gente en el suelo, sangre. Ayudé a una mujer a levantarse, se le habían clavado las astillas de una de las sillas», declaró un estudiante que estaba de visita en la ciudad con varios amigos

Pronto comenzaron a publicarse los mensajes de condolencias y el recién nombrado ministro de Interior, el hasta ahora presidente de Baviera Horst Seehofer, prometió un «rápido esclarecimiento de los hechos». Desde la canciller Merkel hasta el Imán de la mezquita Ahmadiyya de Múnster, Mustanar Ahmed, expesaron su pesar y su solidaridad con los familiares. Esta ciudad es especialmente pacífica y ajena al malestar que la presencia de refugiados o extranjeros a despertado en otros puntos de Alemania. El partido anti europeo y anti extranjeros, Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo aquí el peor resultado de toda la República Federal en las últimas elecciones, el 4,5%, y el ministro regional de Interior, Herbert Reul, cuando todavía no estaba clara la motivación del atropello, pidió de camino al lugar de los hechos no llegar a conclusiones precipitadas y permitir que la policía hiciese su trabajo en las mejores condiciones posibles.

«Eran pobres gentes que lo único malo que hacían era celebrar la semana de Pascual al sol, con sus familias», lloraba una monja teresiana de visita en la ciudad. «Estamos en shock, esto es terrible, solo puedo decir que lo siento mucho a los familiares de los fallecidos, que deben estar destrozados», comentaba una profesora también de excursión en Münster y que se había refugiado en una casa particular durante las primeras horas de confusión, «agradecemos mucho la ayuda que nos han prestado los vecinos de Münster, con los que hemos compartido estas horas aciagas».

 

 

 
FUENTE: ABC