FERNANDO ÓNEGA

 

Algo inquietante está pasando. Cada vez que se publica un dato económico, viene acompañado de una coletilla: «vuelve a los niveles del año 2011», «nos sitúa en los primeros tiempos de la recuperación», «no se veía desde el 2013», «el peor dato desde la crisis»… Ocurrió ayer mismo, cuando se publicó la evolución del paro durante el mes de septiembre: la creación de empleo cayó a su nivel más bajo desde el año 2013. Y ocurrió un poco antes, cuando se nos dijo que durante el último trimestre la actividad solo creció un 0,4 por ciento, cuando estábamos acostumbrados a porcentajes del 0,7 y del 0,8. La palabra más utilizada para describir este ambiente es «desaceleración», que, por la experiencia vivida en este país, es el peligroso antecedente de la crisis. A los españoles nos queda la mínima satisfacción de que otros países europeos, empezando por Alemania, crecen todavía menos y hasta pueden entrar en recesión. Pero mal de muchos solo es consuelo de tontos.

Hay otros acontecimientos nacionales, como el desentierro de Franco, la interminable historia catalana, que actúan de árboles que no dejan ver el bosque, pero las luces de alarma se empiezan a encender y quizá se pueda decir, como en el 2008, que se empieza a terminar la fiesta. Quizá estemos ante los primeros síntomas de los famosos cambios de ciclo. Puede ocurrir también que influyan las tensiones que está provocando Trump con su política proteccionista, o la amenaza de un brexit salvaje que desestabilizará todo, o que la «nueva economía» que se está engendrando no acaba de dar sus frutos o produce efectos desastrosos en el empleo, como sucede en la central de As Pontes. Doctores tiene la economía que lo sabrán explicar. Este cronista solo puede decir que los signos negativos están ahí.

Y tienen, naturalmente, efectos en la sociedad. La gente vuelve a ahorrar porque desconfía del futuro. No hay alegría en el gasto, según confiesan comerciantes y taxistas. La inestabilidad política empieza a perjudicar inversiones y consumo. Así llegamos a las elecciones. Planteo: ¿van a cambiar los partidos sus programas? ¿Valen las recetas de abril? Creo que son las preguntas de este tiempo. La crisis anterior también empezó con una campaña electoral que enfrentó a los socialistas gobernantes partidarios de disimular y al PP que parecía tener ganas de que esto se hundiera para aparecer él como salvador. Dios mío, que no se repita la historia. Dentro de mes y medio estaremos hablando de gran coalición. Tranquilizaría mucho al país que los dos partidos con posibilidades de gobernar estuvieran trabajando un programa común para evitar lo que empieza a parecer inevitable. Pero no lo harán. Se lo impide su egocentrismo y su falta de generosidad.