Hace años, el periodista Henrique Cymerman, hablando del territorio palestino, sentenció: «Demasiada historia para tan poca tierra». Recojo la frase y la aplico a lo sucedido esta semana: «Demasiada censura para tan pocos días».
Porque esta semana han coincidido diferentes hechos que darían para varios meses de actualidad. Que en menos de 72 horas hayamos visto cómo se condenaba a un rapero a tres años y medio de cárcel, que un libro fuese secuestrado cautelarmente por un juez después de la demanda presentada por un exalcalde gallego de Alianza Popular, y que la feria de arte más importante del país retire –por primera vez en su historia– una exposición, simplemente porque algunos gestores públicos se pusieron muy nerviosos cuando vieron que la obra en cuestión versaba sobre presos políticos, es un síntoma de que algunos quieren que la España actual sea menos moderna que un capítulo de Cuéntame. Pero se han pasado de frenada. La reacción de muchísima gente, de ámbitos muy diversos, ante esta coincidencia en el tiempo de recortes de libertades, muestra una España que no tiene nada que ver con la España oficial, con ese aparato del Estado tan rancio.
Ya sé que cada caso tiene poco que ver con el otro: Valtonyc tiene que ver poco con Fariña, y Nacho Carretero poco que ver con Santiago Sierra. Pero todos tienen algo en común: que alguien ha querido coartar su libertad de expresión en pleno siglo XXI. Pero lo único que han conseguido los «censores» es todo lo contrario a lo que pretendían. Que ahora todo el mundo conozca al rapero balear, que el libro Fariña sea el más vendido, y que la obra de Santiago Sierra se convierta en todo un icono. Bravo. Y todo por el histerismo de un sector de este país que no se ha dado cuenta de lo que decía Albert Einstein: «La mente que se abre a una idea ya no volverá a su tamaño original». Querrían que la mente de muchos españoles disminuyese. Que volviésemos a tiempos pretéritos. Pero llegan tarde. Muchas mentes de este país –desde pensionistas que toman las calles (gracias, otra vez, por el ejemplo) hasta jóvenes que viven en precario– ya no volverán a cerrarse, y por mucho que prohíban, por mucho que censuren, esas mentes no volverán al tamaño que los censores querrían.
10 años de ‘Salvados’
Coincide esta semana de «gloria censora», con los 10 años de Salvados. Echo la vista atrás y pienso si ahora se nos hubiesen llevado por delante. Por ejemplo, con secuencias en las que nos llevábamos a dos actores disfrazados de falangistas al Valle de los Caídos a bailar un FaCha Chá mientras depositábamos un ramo de flores con los colores de la república en la tumba de Franco. ¿Pasarían ahora esas secuencias sin que algún colectivo nostálgico no presentase una querella y que algún juez la aceptase? Solo la duda, ofende.