Serán infinitos los nuevos temas, dilemas y problemas que el nuevo Gobierno español, próximamente, se verá obligado a considerar, pero de todos ellos, entre los más prioritarios, por ser vital y consustancial para la propia vida humana y de toda la fauna y flora del globo, del que no se ha dicho ni una palabra, aunque durante la reciente moción de censura en el Congreso de los Diputados, ha estado presente físicamente con todos los intervinientes en la tribuna de oradores: es la imprescindible regulación de las aguas españolas. Donde hay agua hay vida, sin agua no hay nada.
La madre naturaleza no distribuye equitativamente su pródiga lluvia por la península Ibérica y la intervención del ser humano se hace imprescindible para embalsar, encauzar y administrar sus caudales eficientemente, cuando no producirla mediante depuradoras de la existente en el mar.
Y la realidad es que a lo largo de las legislaturas –de uno u otro signo– que se han sucedido desde hace cuarenta y dos años en que se instauró la democracia en España no ha existido ninguna política hídrica, ni construido presas, ni recrecido pantanos, ni modificado los de contención (como podría haber sido en el de la pedanía de Los Rodeos en Campos del Río, Murcia) para convertirlos en embalses. Nada de nada, salvo construir algunas depuradoras.
La ideología socialista del ejecutivo que acaba de asumir el poder en España ha mostrado en anterioridad ser proclive preferentemente a solucionar los desequilibrios mediante las depuradoras, y éstas pueden ser un paliativo o complemento, pero nunca una solución definitiva. Primero porque generan problemas en sus procesos y originan masivos residuos de salmuera, y además porque sus tratadas aguas carecen de oligoelementos (hierro, potasio, sodio, bicarbonato, magnesio, calcio…) metales o metaloides que están en el cuerpo humano, en dosis infinitesimales, pero que son imprescindibles como catalizadores de las reacciones bioquímicas del organismo. Cada oligoelemento tiene un intervalo óptimo de concentración y tanto su escasez como su exceso son perjudiciales para la salud.
Buscando soluciones al desequilibrio hídrico, dentro de la intercomunicación reversible de todas las cuencas de las tres vertientes (cantábrica, atlántica y mediterránea) evitando que sus aguas se pierdan en el mar, en el Congreso Nacional de Regantes celebrado a mediados del pasado mes de mayo en Torrevieja, se ha expuesto que hay en España cinco trasvases «viables» desde el Duero, Pisuerga, Adaja, Tajo medio y Ebro, desde su desembocadura, aparte de otros en estudio.
Paralelamente en Murcia se ha evidenciado, desde hace un par de años, que la transformación del secano del campo de Cartagena en regadío –durante el último medio siglo– y explotación con cultivos intensivos y exceso de vertidos de nutrientes y pesticidas en el Mar Menor, este se ha resentido manifestándose con sus aguas turbias. Esta perla de laguna de aguas casi termales de 170 kilómetros cuadrados no puede empobrecerse y quedar a nuestros sucesores en precaria situación abocada a una futura desertización. Hay que legislar –queridos políticos– para proteger su entorno, la posidonia de su lecho, su salinidad y la pureza de sus aguas.
La solución es muy sencilla. Está dentro de la misma región de Murcia y aprovechando igualmente el trasvase Tajo-Segura. No hay más que desde el azud de Ojós desviar esas aguas y conducirlas a la cuenca próxima del río Mula para regar las enormes llanuras de las pedanías muleñas de Yechar, Cagitan, Los Baños, La Puebla y después continuar por los municipios de Albudeite y Campos del Río, donde no hay que hacer nada porque los atraviesa ya el propio acueducto, solo darles mayor dotación del líquido elemento. Finalmente concluir en la cola del río Mula en los términos de Las Torres de Cotillas y Alguazas. En las nuevas zonas citadas se tendría además el beneficio añadido de algún grado más de temperatura que en el litoral marmenorense y se paliaría, como tercer aspecto positivo, el deterioro que sufre esta comarca al ser altamente deficitaria de caudales –con pluviosidad casi inexistente– y en acentuada regresión desde que desaparecieron múltiples fábricas de conservas vegetales que le dieron pujanza desde los años 50 a los 80. Con el complemento de autorizar la apertura de criaderos de animales (aves, porcino, cabras, ovejas y vacuno) se volvería a regenerar estos parajes, ahora con acentuado envejecimiento de su población, abandono de habitantes y con peligro de desertización.
En la reciente moción de censura en el Congreso de los Diputados cada vaso de agua que los ujieres renovaban a cada orador parecía como si trajera el mensaje subliminal de que el agua, como principio de todas las cosas, debería ser tenida en cuenta en todas las tesis expuestas y el necesario plan nacional hidrológico –que vertebraría además a España– debería ser consensuado.
Señores políticos de nuevo cuño, no caigan en los mismos errores e ineptitudes que han reincidido sus predecesores desde que se instauró la democracia. Dejen ambiciones personales o de partidos y peleas dialécticas, pónganse el «mono laboral», y dedíquense humildemente a trabajar para promocionar todo aquello que incentive el desarrollo, el progreso, la creación de riqueza, la equidad y más puestos de trabajo. Solo así el pueblo se sentirá suficientemente pagado y podrán cosecharse frutos para todos.