YO ME CONFIESO (Anális de José Juan Cano Vera)

La censura es una amarga realidad en nuestro país. Los medios de prensa en sus diversos aspectos pretenden ser un negocio, generalmente ruinoso que no viven del aire. Que se sepa solo tres regionales han cerrado, el resto se mantienen después de sufrir una crisis de caballo. Sus ingresos no se han clarificado. Y aquí está el quid de la cuestión. Sus fuentes son la publicidad, que ha bajado fuertemente, la venta que ha descendido y los ingresos que les ha llegado a través de un invento cínico que se llama PUBLICIDAD INSTITUCIONAL U OFICIAL, que es el reparto de miles de millones de euros que se distribuyen generosamente por las cuatro administraciones. Más sus televisiones en manos de los virreyes regionales descarados. Los ayuntamientos con sus amiguetes del empresariado local, la autonómica, la que llega de las diputaciones y la abundante del Gobierno de turno. Del PP-SOE o Nacionalistas en manos de populistas como la CUP o Bildu ahijada de ETA. Todos están en la lista, si los amos son buenos, cobran. Si no se portan del todo bien, se restringen y si eres malo y criticas a las eminencias políticas, te cortan el grifo radicalmente.
Servidor ha tratado infructuosamente de conocer los millones que se ha empleado a repartir entre los medios de la Comunidad Autónoma de Murcia, y he buscado la ayuda de los nuevos partidos «salvadores». Respuesta, cero al cociente, con la sorpresa desagradable que ni los angelitos de Podemos han sido capaces de llevar el oscuro tema al PARLAMENTO REGIONAL. Naturalmente ni nos han buscado para intercambiar información y abrir un hueco para que entre un rayo de luz. Como afirma mi panadero con algo de desprecio, TODOS SON IGUALES, NO SE MOLESTE. No me molesto, conozco el percal. Siendo director del diario LINEA tres hombres importantes de la UCD pretendieron «regalarme» doscientas mil pesetas de entonces metidas en papel de periódico para más sonrojo, y un hermoso pollo salvaje de Beniel. Estábamos en plena campaña electoral. Y un padrino de la construcción, quinientos metros cuadrados en La Manga. Pero los malos no solo son los partidos políticos, también las grandes y medianas empresas te atacan los flancos y castigan el hígado si se te ocurre darle suave y dulce caña. Inmediatamente llaman a los dueños de la empresa o a sus jefes políticos, y la cabeza del director puede rodar por los suelos, como los entrenadores de los equipos de fútbol o baloncesto. Las hay, las grandes empresas, que pudieran darte un aviso taurino, por boca de los caciques políticos: «Oye, a esa emisora ni un puto euro. Ya sabes que hablo en serio».


