Al día siguiente de concluir su grado en Terapia Ocupacional en 2017, Desiré Romero ya trabajaba en una residencia de ancianos. “Desde que terminé no me ha faltado trabajo. He podido elegir, aunque siempre he querido estar en residencias porque es lo que me gusta. Es un trabajo muy gratificante, en el que tratas directamente con el paciente, no como en infantil, por ejemplo. Además, te permite muchas especialidades y salidas”, cuenta esta jienense de 23 años.
María Moreno, por su parte, estaba cansada de no encontrar trabajo como administrativa cuando se lanzó a estudiar un grado de Auxiliar de Enfermería para dedicarse también al cuidado de personas mayores. Desde que terminó hace tres años, tampoco le ha faltado trabajo: “He estado en hospitales, residencias y domicilios, y la verdad es que me gusta bastante”, reconoce esta madrileña de 27 años.
Lejos de ser aislados, los casos de Desiré y María ejemplifican una tendencia en auge. Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), el sector sanitario es la nueva locomotora española en la creación de empleo, por encima de otras profesiones tradicionalmente masivas como la hostelería o la construcción. Mientras que las actividades sanitarias y de servicios sociales emplean ahora un 35% más de personas que en el primer trimestre de 2008, la construcción ha caído a la mitad. En la última década, el empleo en la sanidad ha ido ganando tanto peso que ahora mismo se sitúa en los mismos niveles que la hostelería: más de 1,6 millones de personas trabajan actualmente en cada uno de estos dos sectores.
El principal motivo de este auge se encuentra en el cuidado de los más mayores. El envejecimiento de la población española está multiplicando el número de residencias y servicios de atención tanto en hospitales como en centros de día o en domicilios. “Es una tendencia inevitable, porque cada vez vamos a vivir más; y hacia lo que se apunta es a un envejecimiento saludable para el que harán falta cada vez más especialistas”, explica Beatriz González López-Valcárcel, vicepresidenta de la Asociación de Economía de la Salud(AES).
Aunque el crecimiento de la EPA engloba a todas las actividades sanitarias, un análisis pormenorizado de los subsectores evidencia que el trabajo en residencias es el que más ha crecido: un 33% desde el último trimestre de 2012, cuando el empleo empezó a subir. De hecho, ahora mismo hay en España el mismo número de personas cuidando a los más mayores que informáticos y programadores. De hecho, uno de cada nueve empleos nuevos se dedica ya a este sector.
Los más viejos en 2068
Jesús Marta es profesor asociado del grado de Terapia Ocupacional de la Universidad de Zaragoza y suele insistir a sus alumnos sobre las salidas de la especialización en geriatría: “Siempre les digo que entre el 70 y el 80% acaba en ese ámbito porque la población española está envejeciendo mucho y hay un nicho de trabajo ahí”.
Efectivamente, España está a la cabeza en cifras de envejecimiento. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), dentro de 50 años el 30% de la población tendrá más de 65 años (casi 15 millones de personas frente a los nueve de ahora). Seremos el país más envejecido de la OCDE, superando incluso a Japón, lo que afectará sustancialmente a las pensiones, pero también al reparto del empleo. “Tenemos que ir hacia una economía basada en los cuidados. El concepto de economía productiva debe cambiar, y el PIB, por ejemplo, deberá incluir este tipo de trabajos porque jugarán un papel cada vez más importante en la sociedad”, añade González, de AES.
Dentro de 50 años, habrá casi 15 millones de españoles mayores de 65 y superaremos a Japón en cifras de envejecimiento
Para González, el crecimiento en el empleo se debe también a otro factor: la introducción de nuevas tecnologías relacionadas con la salud. “A diferencia de otros sectores como la industria, la tecnología no sustituye a las personas en la sanidad, sino que demanda perfiles más especializados”.
Además, según los expertos, ya no envejecemos igual que antes, lo que requiere cada vez más especialidades que sepan dar respuesta a las distintas etapas y necesidades desde la jubilación hasta el aliento final: “Hay muchos estereotipos en torno a la geriatría que tienen que cambiar. Se ve a la persona mayor como que está al final de la vida y eso ya no es así. La geriatría ahora empieza desde el día siguiente a jubilarse, con talleres de memoria, centros de convivencia o fisioterapia, que sin tener todavía una especialidad para los más mayores, ya cuenta con muchos profesionales que se están centrando en ella por su cuenta”, explica Jesús Marta.
Cada vez más especialidades
Auxiliares de enfermería, técnicos ocupacionales, médicos y enfermeros especializados en geriatría… Los perfiles de la ‘asistencia dorada’ van creciendo año a año, pero según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, el ritmo no es suficiente para las demandas de una población que no espera para cumplir años. “Hacen falta muchísimos más. Por ejemplo, este año en el MIR han salido 66 plazas para geriatría, cuando tenemos nueve millones de personas mayores. Claramente, no es suficiente y nos vamos a quedar sin respuesta asistencial”, señala Carlos Verdejo, su vicepresidente.
Según Verdejo, el crecimiento en los datos de la EPA es muy desigual según la comunidad autónoma, e influye también el mayor o menor desarrollo de la Ley de Dependencia. “Madrid, Cataluña, Aragón, Extremadura o Castilla-La Mancha sí están implementando áreas geriátricas, pero, lamentablemente, otras comunidades como País Vasco o Andalucía no lo han hecho».
Estamos atendiendo cuando aparece la enfermedad y la discapacidad, cuando deberíamos adelantarnos a eso
También varía mucho, asegura, entre el sector público y el privado. Mientras que la sanidad pública sí está apostando por la geriatría en sus hospitales o centros de día, la privada está poniendo en marcha más residencias, centros de día y viviendas tuteladas. Según datos del observatorio sectorial DBK Informa, cada año la facturación de las residencias aumenta en torno al 3%, y de las 379.800 plazas que había al cierre del informe en 2017, más del 75% era de gestión privada.
Sin embargo, donde más necesidades laborales habrá en el futuro cercano es en la prevención, según considera Verdejo: “En estos años, se está dando respuesta sobre todo a la persona mayor enferma, incapacitada o con dependencia. Estamos atendiendo cuando aparece la enfermedad y la discapacidad, cuando deberíamos adelantarnos a eso. Si no, tendremos a mucha gente mayor incapacitada y con peor calidad de vida, que es mucho más caro para la sanidad que alguien que se vale por sí mismo”.
Empleo sí, pero precario
A pesar del optimismo de las cifras, desde el sector sanitario advierten sobre el tipo de trabajo precario que se está creando. Aunque la atención y el cuidado de personas mayores no es un empleo estacional, como lo son la hostelería o el turismo, este sector también se enfrenta a una de sus dificultades más complicadas de resolver: la imposibilidad de conseguir un contrato indefinido.
Es lo que le ha ocurre a Cristina Martín, de 26 años. Se graduó como técnica de enfermería nada más cumplir la veintena e hizo sus prácticas en el hospital de Zamora. Luego se pasó a la residencia y desde entonces ha ido cambiando de empleador, pero siempre encadenando contratos de sustitución. El último acabó en diciembre y ahora está esperando a que otra compañera finalice su contrato de un año para que la cojan. “No puedo quejarme, pero todo han sido sustituciones de vacaciones o bajas”, explica.
Si bien la contratación ha visto una mejora en la sanidad y los servicios sociales desde la crisis, solo un 7% de los contratos firmados han sido indefinidos. Los más comunes, después de los interinos, fueron los contratos eventuales, aquellos que tienen una duración determinada y que se realizan por acumulación de tareas. Por cada nueve de estos, tan solo se firmó un contrato indefinido.
Los sindicatos insisten en que uno de los problemas que llevan a crear contratos temporales es la sobrecarga de trabajo en la plantilla. Se exige una atención demasiado breve en una población con la que hay que ir despacio. Por ejemplo, para asear y dar de desayunar a una persona mayor se invierten casi dos horas. Con los ratios actuales de plantilla, un auxiliar de enfermería debería de hacerse cargo de más de una decena de usuarios. Eso significaría emplear casi 20 horas al día solo en empezar la mañana. El tiempo se reduce en la práctica porque los auxiliares trabajan en grupo, pero aun así es un buen indicador para comprender la carga laboral a que se enfrentan.
Para la persona mayor, se considera que va a empeorar de todas formas y buscan lo más barato
“Estar con personas que requieren un cuidado constante mina muchísimo física y emocionalmente,” explica Isabel Lozano, secretaria general del Sindicato de Auxiliares de Enfermería. “La gente se satura y eso conlleva una mayor tasa de incapacidades que luego se cubren con contratos temporales”.
El profesor Jesús Marta lo achaca también a la escasa valoración social de esta profesión por parte de muchas familias que miran en exceso el bolsillo. “Para el cuidado de niños no hay problema, se gasta lo que haga falta; pero a veces, para la persona mayor, se considera que va a empeorar de todas formas y buscan lo más barato”, explica sobre su experiencia como socio de la empresa Gesto Terapia Ocupacional Zaragoza, que lleva varios centros de asistencia. “Eso también influye en que se precaricen las tarifas, los contratos y el tamaño de la plantilla”.
La asistencia a domicilio, en auge
Juan José García, de la Fundación Lares, insiste en que para dignificar los puestos de trabajo en geriatría también es urgente acabar con la alta rotabilidad en las residencias. “Cuando una persona gana poco más de 900 euros por realizar un trabajo tan importante, corres el riesgo de que el talento se vaya a otros puestos de trabajo y los modelos se perjudiquen”, analiza.
El sector sanitario ya es el tercero con más contrataciones por ETT, con un 25% más que en 2009
La escasa valoración también va en los contratos. Por ejemplo, los auxiliares de enfermería llevan años reivindicando que se les reconozca dentro de los convenios en la categoría C1 (la que corresponde a su formación) y no la C2 (la misma que tiene una persona que solo ha completado la ESO). “No se nos valora. A mí me han pedido hasta que planche sábanas cuando he cuidado a domicilio, y ese no es mi trabajo”, explica María Moreno. “Siempre se nos conoce como los ‘limpiaculos”, comparte su colega Cristina Martín. “No solo hacemos eso: les damos de comer, estamos con ellos… Y también hay atragantamientos y otras situaciones que ponen en riesgo su vida”.
El sector sanitario se convirtió en 2017 en el tercero con más contrataciones por empresas de trabajo temporal (ETT), y según la EPA este tipo de contratos ha aumentado un 25% desde 2009. Desde Adecco, una de las ETT líderes, aseguran que el creciente interés por la gerontología también se ha notado en sus cifras. “Ha crecido todo, tanto la atención a domicilio como en residencias. Es un sector que promete estabilidad en el futuro”, analiza Carlos Pérez, director del departamento de Healthcare.
Precisamente los cuidados a domicilio han experimentado un fuerte crecimiento en los últimos 10 años. Si en el primer cuatrimestre de 2018 había 152.800 empleados acudiendo a casas particulares, en los últimos meses de 2018 la cifra superó los 220.000.
Veía a compañeras que no limpiaban los morteros de las medicinas del todo para acabar cuanto antes
Alba (nombre ficticio) es una de esas empleadas que decidieron cambiar la residencia por la atención a domicilio para acceder a un puesto estable. Tras acabar su curso de gerocultora, estuvo durante un mes de prácticas en una residencia de Madrid y decidió no seguir más. Sentía que todo iba con prisas y que la falta de tiempo no dejaba prestar la atención suficiente a los mayores. “Veía a compañeras que no limpiaban los morteros de las medicinas del todo para acabar cuanto antes o cómo los duchaban muy rápido para seguir trabajando”, relata. “Lo hacían por las prisas, porque había 12 usuarios por cada técnico de enfermería”.
Por eso decidió apostar por trabajar como gerocultora a domicilio a través de una subcontrata de la Comunidad de Madrid. Atiende a menos de cinco personas a diario y casi siempre acaba sobre las seis de la tarde. Y, además, tiene un contrato fijo. “Hacerte indefinida en atención a domicilio es mucho más fácil que en las residencias ahora mismo”, observa. “No digo que no vaya a volver a trabajar en una residencia, pero no puedo dejar un trabajo fijo por uno en el que me van a ofrecer contratos que terminan en menos de seis meses”.