Esta es una historia de amistad y política. También de traiciones y reencuentros. De tres amigos, Pedro, Óscar y Antonio, conocidos en Ferraz -hace ya más de una década- como ‘los chicos de Blanco’ (no por sus camisas, sino por servir a Pepe Blanco, entonces secretario de organización del PSOE). Juntos crecieron y los caprichos del destino quisieron que el primero de ellos alcanzara la Secretaría General. Para entonces ya eran Sánchez, López y Hernando. Después vendrían los sinsabores en las urnas, una crisis sin precedentes que dinamitó el partido y, en un nuevo giro, el renacimiento sanchista, la moción de censura y, al fin, el Gobierno. Esta semana, Sánchez cerró el círculo y terminó el desembarco de sus antiguos amigos en la Moncloa. Porque, ahora que la política española empieza a oler a precampaña, todos los apoyos son bienvenidos. Ya no son aquellos ‘chicos de Blanco’. Ahora son los hombres del presidente.
Pero comencemos por el principio. Año 2000. El socialista Almunia acaba de perder las elecciones a manos del PP de Aznar, que ha obtenido una aplastante mayoría absoluta -la primera de derechas en esta etapa democrática-. El partido está en crisis y convoca su 35º Congreso, en el que José Bono, presidente de Castilla-La Mancha, parte como favorito. Y, sin embargo, salta la sorpresa, y el millar de compromisarios del cónclave -por un estrechísimo margen de nueve votos- acaba decantándose por un desconocido José Luis Rodríguez Zapatero. En su dirección entra Blanco como responsable de Organización, y López -a quien ya conocía-, Sánchez y Hernando pasan a formar parte de su equipo.
En las generales de 2004, Hernando y López se convirtieron en diputados, mientras que Sánchez recaló en el grupo municipal en el Ayuntamiento de Madrid. Cuatro años después, en 2008, Hernando entró en la Ejecutiva federal del partido, López se convirtió en el secretario general en Castilla y León, y Sánchez formó parte de las listas a la Cámara baja. Aunque no logró escaño, se hizo con un puesto de diputado un año después, tras la renuncia de Pedro Solbes. En 2011, López fue el encargado de coordinar la Conferencia Política que serviría a Rubalcaba para sentar las bases de su programa -poco después, éste le recompensaría con la Secretaría de Organización del PSOE-, Hernando revalidó su escaño en el Congreso y Sánchez volvió a quedarse fuera de la Cámara baja, regresando al Parlamento -de nuevo de rebote-, en 2013, tras la renuncia de Cristina Narbona. En aquellos años el hoy presidente era el que iba un paso por detrás de sus amigos, pero todo estaba a punto de cambiar.
De la llegada de Sánchez a Ferraz al fatídico Comité Federal de 2016
Porque, en uno de esos giros inesperados de guión habituales en política, los barones socialistas se fijaron en aquel joven diputado para impulsarlo a la Secretaría General y cerrarle el paso a Eduardo Madina. Corría el año 2014 y, en pocos meses, Sánchez pasó de ser casi un desconocido a tomar el mando del PSOE. Cuando lo hizo, situó a Antonio Hernando como portavoz en el Congreso y, aunque descabalgó a López de la Secretaría de Organización, lo colocó como portavoz en el Senado. Sánchez estaba en principio llamado a ser un líder de transición, hasta que Susana Díaz diera el salto a Madrid para competir por la Presidencia del Gobierno, pero pronto dejó claro que había llegado para quedarse y reclamó su oportunidad para intentar el asalto a la Moncloa.
Los resultados no acompañaron. En plena emergencia de Podemos, el PSOE marcó su mínimo histórico en 2015 con 90 escaños. Sánchez intentó formar Gobierno, pero no hubo acuerdo. En la repetición electoral de 2016 perdió otros cinco diputados, hasta los 85, y evitar el sorpasso de los morados -que muchas encuestas daban por hecho- fue el único consuelo de los socialistas. Fue entonces, tras constatar que no podrían llegar al Gobierno, cuando en Ferraz estalló el debate entre las terceras elecciones y la abstención. Sánchez enarboló el no es no y planteó al partido ir a un Congreso para reforzarse en el cargo. Pero los barones le torcieron el brazo, la mayoría del PSOE decidió que tocaba dejar gobernar al PP y se forzó su dimisión tras un bronco Comité Federal celebrado el 1 de octubre de 2016. El PSOE estaba roto y quedó en manos de una gestora.
Del renacimiento ‘sanchista’ al reencuentro en la Moncloa
López, de hecho, fue el primero en anunciar su candidatura, en lo que algunos interpretaron como un intento de cortar el paso a Sánchez y construir una candidatura de consenso frente a Susana Díaz.
Pero el hoy presidente tomó el pulso a las bases del partido, vio que había agua en la piscina y se lanzó a recuperar el timón del PSOE, al principio, rodeado de unos pocos colaboradores. De aquel grupo de sanchistas de primera hornada, donde no estaban ni Hernando ni López, quedan ya pocos en primera línea -Santos Cerdán, Adriana Lastra o Margarita Robles-. Y aunque comenzó como una candidatura outsider y vista con desdén por el aparato, fue ganando fuerza y terminó por imponerse.
Así, en mayo de 2017, en contra de los expresidentes socialistas, de los presidentes autonómicos -salvo la balear Armengol- y de una amplísima mayoría de cargos del partido, Sánchez recuperó la Secretaría General del PSOE. Hernando le presentó entonces su renuncia como portavoz en el Congreso, fue excluido del Comité Federal del PSOE y, tras quedar fuera de las listas para las generales de 2019, se embarcó en una consultora privada. López, por su parte, siguió como senador, pero con perfil bajo, y en 2018, tras la llegada del PSOE al Gobierno, fue nombrado presidente de Paradores.
La reconciliación definitiva comenzó este verano, cuando López fue nombrado nuevo jefe de gabinete de Sánchez en la Moncloa, en sustitución de Iván Redondo. Con sus conocimiento del partido y su experiencia en campañas, su reto es rehacer la conexión entre Ferraz y el Ejecutivo, rota en los primeros años del Gobierno socialista.
Este lunes, Sánchez anunció que Hernando será el adjunto de López, porque «es un gran político» y hay que «tener a los mejores» cerca, dijo, culminando el reencuentro de los tres amigos en la Moncloa. Veinte años después, ‘los chicos de Blanco’ tienen una nueva misión: que el PSOE resista en el poder en las próximas elecciones generales.