En una semana, toda la crudeza de la política estalló en la Región de Murcia. Las intrigas, las traiciones y los planes de venganza se conjugaron de una manera insólita, a la vista de los ojos de toda España. Porque el nombre de la Región resonó en todo el país: Murcia, prime time de la política. Desde la moción de censura hasta el plan para contrarrestar el proceso de destitución de López Miras, todo se urdió en secreto, entre bambalinas. Cual Juego de tronos, el serial deja también víctimas -políticas, se entiende-: partidos heridos de muerte, políticos que buscan refugio en otras moradas y un electorado atónito ante tanto movimiento increíble de naipes. Un circo, que dicen los descreídos de la política; un show, que sostienen los amantes de la política.

El volcán -esta historia también ha imbuido de metáforas sísmicas la jerga periodística- entró en ebullición en la noche del martes. Centrofama, sede murciana de Ciudadanos, acoge un cónclave de alto nivel: todos los diputados regionales y los concejales de Murcia eran convocados ante la presencia de Carlos Cuadrado, vicesecretario general y hombre de máxima confianza de Inés Arrimadas. Sobre la mesa, dos mociones de censura: una para la Comunidad, otra para el Ayuntamiento. Sólo unos pocos lo sabían; otros lo barruntaban, se esperaban que esto podía pasar en algún momento. La tensión con el PP es máxima. «Tenemos que estar todos de acuerdo; si no, no se hace», se dice en la reunión. Todos firman. La operación que dinamitaría la política regional se ponía en marcha. Todavía quedaba una larga noche de contactos con el PSOE.

El golpe llega a oídos de Fernando López Miras. Un amigo en común de un concejal de Ciudadanos -cuyo nombre no ha trascendido- avisa al presidente, que rápidamente llama a Teodoro García Egea, el todopoderoso secretario general del PP. Génova enciende todas las alarmas esa noche. El feudo de Murcia estaba en peligro y quién sabe si era un movimiento en cadena. Madrid se pone en guardia y se decide convocar elecciones anticipadas. Murcia no. No quiere Miras, que argumenta que ha repetido por activa y pasiva su rechazo a convocar elecciones en pandemia. En realidad, no puede presentarse a unos comicios. No con la actual ley, que acota la Presidencia a dos mandatos (y el lorquino ejerce su segunda legislatura). La noche se complica para la Región, pero hay una opción. Un clavo ardiendo al que se agarraría Teodoro, que toma el mando del contraataque: la debilidad de Ciudadanos. O sea, las rivalidades internas del partido.

En Princesa, el cuartel general del PSOE regional, también se hace larga la noche. Ha llegado el momento, después de mucho tiempo preparándolo con discreción. Meses, apuntan algunas fuentes. En realidad, es un deseo de 26 años, el tiempo que lleva el PSOE fuera del Gobierno murciano y del Ayuntamiento capitolino. Muchos años de frustraciones electorales. El mazazo más doloroso fue en 2019: cuando los pactos electorales entre populares y naranjas arrebataron al PSOE la victoria de las urnas. Es la oportunidad de cobrarse esa venganza. Pocos lo sabían también en el PSOE, en una operación planificada desde las altas esferas -con José Vélez al frente y en contacto con Diego Conesa– y en conexión con Moncloa -como así apuntan varios medios-. No puede haber filtraciones. Las mociones de censura no se anuncian, se presentan. Antes de la pandemia, Conesa dedicó mucho tiempo a decir que iba a presentar una moción de censura; un error, en opinión de analistas políticos. Ahora al fin tienen el apoyo de Ciudadanos. Van en serio.

El miércoles amanece con Carlos Herrera (Cope) anunciando que una trama se cuece en Murcia. Un plan se está pergeñando en la Región para derrocar a López Miras. A las 9.07 horas, Javier Ruiz (Ser) da la noticia política del año: se va a presentar una moción de censura en la Comunidad. A las 9.50 horas, Juan José Molina (portavoz liberal en la Cámara) y los diputados socialistas Francisco Lucas Carmina Fernández registraban el texto en la Asamblea Regional. Poco después, a las 14.30 horas, hacían lo propio en el Ayuntamiento capitolino Mario Gómez y los portavoces locales del PSOE, José Antonio Serrano,y Podemos, Ginés Ruiz Maciá. Acaban de activar la bomba nuclear para acabar con 26 años de hegemonía del PP.

La política murciana entra en shock. La Asamblea Regional suspende -momentáneamente- su agenda, a la espera de poner día y hora a la moción -una fecha que se decide este lunes-. Las reacciones políticas se suceden. Ana Martínez Vidal y Mario Gómez proclaman que su partido no puede ser cómplice de la corrupción del PP. López Miras es el último en intervenir. Cuando conoció la noticia del escándalo de la vacuna de Villegas también tardó en salir. Lo hace al filo del mediodía. Arropado por sus consejeros del PP, comparece en un ambiente de funeral para clamar contra «la traición». Y anuncia una medida sorprendente, que deja con la mosca detrás de la oreja a muchos: destituye a dos de los cuatro consejeros de Ciudadanos. Fulmina a Martínez Vidal, pero no a Isabel Franco. El movimiento fue crucial: se carga a la principal cabecilla del golpe, pero deja incólume a su gran adversaria interna en Ciudadanos.

El jueves es un día de contrastes. Mientras el PSOE y Ciudadanos estrenan su matrimonio, ya público, tras muchos meses de desaires -el suyo ha sido un amor tardío, no correspondido hasta ahora-, el PP avanza entre las sombras. Otros partidos también se mueven. Vox desplaza a su principal referencia a Murcia, su territorio fetiche. Santiago Abascal se presenta en la plaza de Belluga para enardecer a las masas y cargar contra «el pacto de los traidores». Vox va a quedar en fuera de juego con esta nueva alianza -socialistas y liberales suman mayoría absoluta- y eso el socio parlamentario de Miras no se lo puede permitir. La convocatoria es un éxito, siempre lo son en Murcia para Abascal.

Los discursos se van sucediendo. Martínez Vidal pregona la buena nueva para los murcianos, Diego Conesa explica que no formará parte del flamante Gobierno, Isabel Franco guarda silencio y López Miras se lame las heridas, lamentando la jugada en su contra, lamentando el momento elegido y lamentando que los murcianos «no se merecen esto». Lo dice durante todo el día ante todos los medios nacionales, que han centrado su foco en la Región de Murcia. Entre tanto, el PP continúa sondeando el entorno de Ciudadanos. Isabel Franco no soporta a Martínez Vidal (ni viceversa). Ha perdido la batalla por el liderazgo, se siente cada vez más excluida, pero ella es una superviviente en política, siempre lo ha sido. Además, respeta a Miras. Y no le termina de cuadrar la idea de un cambio de Gobierno en este momento. A su lado está Francisco Álvarez, del mismo municipio que ella. El clan de Alcantarilla. Álvarez, que otrora tuvo mucho peso en el partido, apenas influye en el nuevo organigrama de Vidal. Pero dos no son suficientes para el PP. Falta un voto más, porque Podemos ha anunciado que apoyará la moción de censura.

Franco sigue sin pronunciarse. Nada en redes ni en medios. Curiosa reacción ante el gran terremoto que se había creado en la política regional. Su firma aparecía entre las 23 de la moción de censura. Pero su presencia en el Gobierno levantaba todo tipo de suspicacias. La dirección nacional recibe rumores de que hay dudas y presiona a sus diputados. El ruido de un tamayazo coge fuerza. Este diario también cuenta que los apoyos a la moción no están tan claros, tan nítidos, en Ciudadanos. Hay que esperar. Entre tanto, el PP explora un apoyo más complicado, más retorcido. Aunque en el fondo no lo es tanto. Valle Miguélez, la exsecretaria de Organización, la persona de confianza de Fran Hervías –que ha fichado por el PP– sigue vinculada al aparato, pero no las tiene todas consigo con Martínez Vidal. La líder de Ciudadanos lo sabe, quiere hacerla sentir importante y le designa un puesto estratégico: la nombra miembro de los equipos negociadores para el pacto con el PSOE. Ironías de la política: Miguélez fue la persona que anunció en 2018 que Martínez Vidal regresaba a la primera línea de la mano de Ciudadanos.

El viernes es el día clave. El PP, tras 48 horas de esfuerzo incansable, lo consigue: amarra el pacto con tres diputados de Ciudadanos. Acaba de neutralizar la bomba. Lo cuenta Federico Jiménez Losantos (EsRadio), que ha recibido la llamada de García Egea. Desde el PSOE y desde Ciudadanos lo niegan. «No puede ser. Si nos decían que nos apoyaban». Martínez Vidal apela a la unidad de su grupo parlamentario. Ya no había unidad. Todas las ilusiones de socialistas y liberales se hacen añicos. Sólo un instante antes habían protagonizado su primera puesta en escena juntos, con un acto en Lorca. Pero mientras exclaman que no había tamayazo, el gabinete de prensa de San Esteban anuncia que Miras y Franco van a ofrecer una comparecencia juntos.

El presagio se consuma a la hora de la comida, en horario de informativos: las imágenes enfocan al ‘nuevo’ Gobierno de la Región de Murcia. Aparece López Miras, le siguen los consejeros del PP -los mismos del ‘anterior’ Gobierno- y a continuación irrumpe la gran sorpresa: Isabel Franco sale acompañada de Valle Miguélez y Francisco Álvarez. La imagen de la decepción para Ciudadanos, cuyas filas internas contemplaban incrédulas la escena. La imagen del éxtasis para el PP, cuyas filas internas estallaban en júbilo.

«Nos han robado el cambio», protesta poco después Vidal. «La dignidad de algunos diputados tiene un precio: 76.000 euros brutos anuales y un chófer en la puerta de su casa», recriminaba. Conesa da un discurso parecido: «Son tránsfugas sobornados». Franco se defiende, justifica sus actos: ella se mantenía fiel al pacto de Gobierno de 2019. Ella -decía- cumplía su palabra con los murcianos. Ella había firmado la moción de censura por disciplina de partido. Y ella se seguía sintiendo de Ciudadanos. Pero su futuro en Ciudadanos acababa de terminar. También el de Álvarez y Miguélez. Su maniobra implosionaba el partido. Franco lanza además una advertencia: no está sola, también la secundan concejales, altos cargos y afiliados del partido. ¿Qué hay detrás de todo este movimiento? Posiblemente se conozca en los próximos días.

Por la noche, Teodoro, exultante, presumía de la hazaña del PP posando en la tele con la Catedral de Murcia de fondo. «Vinieron desde Madrid con un pacto cocinado en la capital de España y en Murcia se han llevado una derrota clara contra los murcianos», decía a Antena 3. Todos dan por hecho que Miras seguirá como presidente. Pero, ojo, la moción aún no se ha votado. PSOE y Ciudadanos prometen luchar hasta el final. Los votos de los diputados expulsados de Vox también serán decisivos. Ellos no responden a la disciplina del partido. No reciben órdenes de Abascal. Van por libre. A priori, su posición es clara: los tres parlamentarios detestan los gobiernos socialistas, quieren el ‘pin parental’ y acabar con las subvenciones a patronal y sindicatos. Y el PSOE aborrece a Vox. Pero socialistas y naranjas necesitan un giro para dar la vuelta a la situación. El espectáculo murciano aún no ha dicho su última palabra.

 
 

FUENTE: MURCIAPLAZA