ASÍ ME PARECE

 

Algo se mueve en la sociedad española. Los acontecimientos extraordinarios suelen incidir profundamente en la conciencia colectiva de los pueblos. A veces, incluso, se llegan a modificar los criterios de valoración de la propia realidad social, o la perspectiva con que se delimitan las esperanzas de futuro. El intento de secesión de Cataluña constituye, sin ninguna duda, un acontecimiento extraordinario, de los que ocurren muy pocas veces a lo largo de la Historia. Y, como era de esperar, estos acontecimientos no han sido recibidos con indiferencia y pasividad por el pueblo español. Por el contrario, se están produciendo importantes reacciones. En las profundidades del alma colectiva de los españoles se están removiendo algunas corrientes de opinión. Como observador de la sociedad en la que vivo, quisiera destacar algunas de esas corrientes de fondo que he detectado:

1.- Renacimiento del patriotismo español. Siempre ha estado ahí. Pero ahora, ante el odio a todo lo español manifestado por los separatistas, está rebrotando con mucha energía. Durante las primeras décadas de la actual democracia, el “patriotismo” estaba mal visto por los progresistas. Se sobreentendía que eso era cosa de franquistas. La crisis catalana parece que ha permitido superar por fin este error. El patriotismo no se puede confundir con el nacionalismo. El nacionalismo es una ideología; el patriotismo es un sentimiento. Consiste en el orgullo de estar integrado en una determinada comunidad política. Ser patriota es asumir con orgullo nuestro pasado común, con todos sus éxitos y sus fracasos, con todas sus grandezas y sus miserias. Ser patriota es estar orgulloso de nuestro presente compartido, de nuestra realidad actual, de nuestros hospitales y nuestras escuelas; de nuestras carreteras y ferrocarriles; de nuestra Seguridad Social y de nuestro sistema tributario; y de todo lo que nos hace interdependientes y solidarios, cualquiera que sea el rincón de España en que vivamos. Ser patriota es creer que tenemos un futuro común, un destino ilusionante, un camino que debemos recorrer juntos en beneficio de todos. Pues bien, este es el patriotismo que percibo que está rebrotando con fuerza en la sociedad española. Las banderas de España en los balcones son sólo un síntoma. Hay mucho más. Y, además, el patriotismo no es patrimonio exclusivo de nadie; ni de la izquierda, ni de la derecha, ni del centro. Es de todos.

2.- Autocrítica de la izquierda española sobre sus relaciones con los nacionalismos. Durante las primeras décadas de la democracia actual, la izquierda española se ha dejado influir excesivamente por los nacionalismos catalán y vasco. Quizás fuese por el recuerdo de que durante el régimen de Franco fueron compañeros de exilio. Lo cierto es que la izquierda padeció cierto deslumbramiento ante los nacionalistas. Parecía como si para merecer ser calificado de demócrata hubiera sido necesario contar con el visto bueno de los nacionalistas. Y, de este modo, la izquierda incurrió en la ingenuidad de creer en la lealtad constitucional de los nacionalistas. Parece que la crisis catalana les ha abierto los ojos. Ahora, hasta el P.S.C. ha llegado a comprender que los nacionalistas son absolutamente desleales con la Constitución, y que sólo han aceptado la descentralización autonómica como una etapa necesaria para alcanzar la independencia.  Y ahora empiezan a comprender que el nacionalismo es identitario y excluyente; que no es progresista, sino retrógrado; que fractura a las sociedades y a los pueblos; que divide y traza fronteras; que ha utilizado las escuelas para adoctrinar y envenenar de odio a los niños; y que los planteamientos nacionalistas vulneran los principios de igualdad y solidaridad, que son los cimientos del pensamiento de la izquierda. Todo ello ha originado el comienzo de un proceso de reflexión en la izquierda española sobre los que tantas veces fueron sus compañeros de viaje. Nunca es tarde.

3.- Revalorización del régimen del 78. La crisis catalana está haciendo que muchos españoles redescubran los valores de la Constitución de 1978. Y los cimientos de reconciliación nacional en que se fundamenta. Se empieza a recordar que los padres de la Constitución, al redactar ese texto, que no era el de un partido, sino el resultado de  un consenso, lo que pretendían era alcanzar lo que desde el exilio recomendó D. Manuel Azaña: paz, piedad y perdón. Y que durante casi cuarenta años lo hemos conseguido, lo que nos ha permitido modernizar este país, alcanzar cotas elevadas de prosperidad y de libertad, e integrarnos plenamente en el proyecto europeo. Quizás este reconocimiento estaba latente en el alma colectiva durante todos estos años. Pero ahora, cuando los separatistas violan reiteradamente la Constitución y los populistas y demagogos desprecian groseramente lo que llaman el régimen del 78, ha rebrotado y se está generalizando un sentimiento colectivo de respeto y consideración a la Constitución española.

Anima al optimismo constatar lo expuesto. Sin embargo, tengo una duda muy negativa que no puedo dejar de exponer: estas corrientes o tendencias quizás expresen también una línea de fractura de la sociedad, una división entre los que así pensamos y los que piensan lo contrario. Tendríamos entonces de nuevo esas dos Españas de las que hablaba Don Antonio Machado. Y volvería el riesgo de que la división termine en enfrentamiento.

 

Fdo. Juan-Ramón Calero Rodríguez