En Ciudadanos conviven dos almas: la liberal y la nacional, el germen del Bien y el germen del Mal en las democracias contemporáneas. El alma liberal es laica, tolerante, y quiere unir a todos los habitantes de un país bajo una economía de mercado y un Estado que garantice la igualdad de oportunidades. El alma nacional divide con celo religioso a los habitantes en patriotas y traidores. ¿Qué alma conquistará el corazón de Ciudadanos?.

Ciudadanos tiene credenciales liberales impecables. Está apadrinado por Guy Verhofstadt, uno de los políticos más experimentados e incisivos de la Europa actual. Y está moldeado ideológicamente por un economista prestigioso como Luis Garicano, quien estos días presenta su libro El contrataque liberal, un manual de resistencia para liberales. Mezclando rigor académico y valentía intelectual, Garicano señala con nombres y apellidos a los responsables de los problemas socioeconómicos de nuestro tiempo y traza una interesante hoja de ruta no solo para el liberalismo español, sino también europeo.

Se puede criticar a Garicano. Los conservadores pueden denunciar sus propuestas de regulación de la economía o de libre circulación de personas. Y los progresistas que no les den la debida importancia a los impuestos a la riqueza o a las sucesiones, que también pueden favorecer la igualdad de oportunidades. Quizás Garicano defiende un catenaccio liberal más que un contrataque, pero su proyecto merece ser debatido.

Para empezar, por los propios líderes de Ciudadanos. Son las páginas del libro de Garicano, y no las banderas de Colón, con las que deben enfundar su discurso. Albert Rivera acierta al valorar el patriotismo, pero yerra al usarlo negativamente contra su adversario. Acusando al PSOE de que haya dado las llaves de España a quien quiere “romperla”, señala como traidores a quienes son tan patriotas como él, pero han elegido un camino distinto, criticable pero respetable, para defender España. Fotografiándose con el PP y Vox, Ciudadanos cae en la tentación nacionalpopulista por excelencia: culpar a los rivales políticos de traición a la patria.

Rivera debe elegir entre el programa de Garicano y la foto de Colón. Porque, parafraseando a Solzhenitsin, la línea que divide el liberalismo del populismo no pasa entre Estados ni entre ideologías, sino que atraviesa el corazón de cada partido.

 

 

FUENTE: ELPAIS