ÁNGEL MONTIEL
El delegado del Gobierno, José Vélez, podría postularse a la secretaría general del PSOE ante el desgaste del actual titular, Diego Conesa
Ferraz es un desierto. Diríase que es el único lugar de España donde todavía se cumple el protocolo covid, puesto que no hay nadie o casi. Apenas unos cuantos voluntarios y voluntariosos que trabajan en la organización de las primarias de Pedro Sánchez, y un solo despacho ocupado, el de Santos Cerdán, secretario de Coordinación Territorial en la ejecutiva del PSOE, una especie de segundón del secretario de Organización, cuya plaza está vacante tras la dimisión de Ábalos. El partido está en la Moncloa y se confunde con el Gobierno. El partido en realidad es Pedro Sánchez, y nadie sabe lo que éste piensa acerca del partido, si es que algo pensara en este momento. Por tanto, hay como un vacío, una sensación de estar todo el mundo en sala de espera.
Al delegado del Gobierno en Murcia, José Vélez (como cargo más importante, el de secretario regional de Organización del PSOE) le suena y hace sonar el teléfono de Santos Cerdán, pero éste, provisional y espeso, está en Ferraz de amo de llaves de una mansión vacía, y esa relación es como la de quien tiene un tío en Graná.
Sin embargo, hay cosas que se saben. Una, que Pedro Sánchez tiene un proyecto: ganar las próximas elecciones, y todo debe estar condicionado a ese objetivo. Dos, que las elecciones autonómicas serán antes que las generales, de modo que éstas deben estar sometidas al plan principal. ¿Y en qué circunstancias se encuentra el PSOE murciano para responder al reto?
CONESA, UN PERFIL DE DISEÑO. A Diego Conesa, el líder socialista regional, se le da por amortizado. En Madrid y también en Murcia, en su propio partido no solo entre los extraños sino entre los propios. Y también fuera del PSOE. Sin embargo, no hay que olvidar que Conesa ganó por primera vez las elecciones autonómicas después de que el PP mantuviera mayorías absolutas desde mediados de los años 90, superó el listón del 30%, y presentaba un perfil casi de diseño para entenderse con los sectores políticos, empresariales y sociales moderados de la Región de acuerdo a las necesidades del momento, que preveían una entente con Ciudadanos para desbancar a un partido que parecía querer eternizarse en el poder generación tras generación.
El hecho de que Ciudadanos, ya desprendido de su ala socialdemócrata, le diera plantón y de que después, en el ecuador de la legislatura, cuando el aparato central de ese partido decidió dar el giro, la operación acabara en catástrofe por los problemas internos de ese no partido, aportaron dos frustraciones sucesivas a Conesa, que no tuvo capacidad de reacción para superar la melancolía. Se pasó los dos primeros años insistiendo en que había ganado las elecciones, y después de la fracasada moción de censura denunciando a los ‘tránsfugas’. Una política contra la realidad, sin perfil propio de alternativa, y hasta haciéndose perdonar un radicalismo inexistente al apoyar leyes del PP como la del Mar Menor, tan insuficientes que el propio Gobierno regional ha acabado derogándola en la práctica al tomar decisiones que rebasan los límites de actuación fijados en dicha Ley, sin pudor por el hecho de que tales decisiones coincidan ahora con lo que la oposición de izquierdas proponía entonces.
Por si fuera poco, las grabaciones indiscretas difundidas por sus propios compañeros de partido de sus alocuciones ante el comité regional socialista, lo han puesto en un brete: ‘estirar el chicle de la corrupción’ como estrategia política; sugerir soluciones extravagantes para escapar del cerco mediático al que se sentía sometido o trasladar a la nueva mano derecha de Sánchez, Bolaños, la responsabilidad del fracaso de la moción de censura contra el PP en el supuesto de que estaba advertido por él mismo de las disfunciones internas del Grupo Parlamentario de Cs han acabado minando su fortaleza política inicial. Tal es así que en la crisis del Mar Menor, una cuestión que debiera haber puesto al Gobierno del PP en estado tambaleante por razones obvias, Conesa ha estado poco menos que desaparecido, y en su intervención parlamentaria en el debate sobre la última anoxia (una iniciativa que se dejó arrebatar por Podemos) se mostró casi ajeno, maquinal y rutinario, como si estuviera pensando en otras cosas. La portavoz de Podemos, María Marín, calculadamente efectista, mucho más incisiva y desprejuicida fue la que se encaramó por méritos propios a las portadas, mientras el PSOE casi jugaba a la defensiva.
Un alto cargo del PSOE me dijo antes del verano que «en la nueva temporada se va a dar a conocer a un Diego Conesa que no conocéis», pero si se había preparado algún efecto de impulso éste se ha desinflado, a causa probablemente de su imprudente referencia pública a Bolaños, que podría haber significado la puntilla. La percepción generalizada es que el actual líder está amortizado, justo cuando el Gobierno del PP está en una situación más comprometida y se requería de una oposición socialista más refinada.
¿HAY ALGUIEN MÁS? Ahora bien, ¿hay alternativa a Conesa en el PSOE? Cuando alguien hace esta pregunta todas las miradas giran hacia María González Veracruz, quien fuera su rival en las primarias, derrotada entonces por un pequeño puñado de votos. Veracruz está, desde luego, en una posicion muy favorable, pues si en su día fue ‘castigada’ por Sánchez, a cuyo círculo más cercano pertenecía, por apoyar a Patxi López en un momento de vacío de poder en la cúpula, el reciente giro del presidente del Gobierno consistente en incorporar a su equipo a personalidades con posiciones entonces equivalentes a la de Veracruz, crean expectativas nuevas. Pero Veracruz está varada; acaba de aprobar las oposiciones para el sistema de enseñanza y para afianzar su plaza debe dedicar un año de docencia ‘en prácticas’ que no le permite pedir una excedencia hasta junio del año próximo, razón por la que, al parecer, ha rechazado ofertas de cargos públicos en alguno o algunos de los ministerios encabezados por Félix Bolaños, Óscar López o la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez.
Por otro lado, aunque ahora se le sumen apoyos, el aparato del partido gobernado con mano firme por José Vélez desde la Delegación del Gobierno con la intendencia de Jordi Arce desde la sede de Princesa, puede acumular una mayoría interna muy por encima del 50% (hay quienes asuguran que controlan el 80%), sobre todo tras la crisis de Cartagena, Molina de Segura y la agrupación más importante del municipio capitalino, la de Vistalegre en Murcia. Pero todo esto no significaría mucho si desde Madrid se decidiera que el nuevo liderazgo regional correspondería a Veracruz. El recurso al Dedazo en cualquier dirección no está descartado, así como la actitud de ‘dejar hacer, dejar pasar’. Todo depende de la valoración que Sánchez otorgue a Murcia para la consecución de su propio objetivo electoral. Si considera que Murcia no tiene arreglo, dejará que todo se resuelva por los cauces habituales; si estima que los diez diputados que Murcia aporta al Congreso son importantes para su mayoría, tal vez decida intervenir por las bravas.
VÉLEZ, AQUÍ ESTOY YO. En ese contexto aparece la opción José Vélez. Uña y carne de Diego Conesa (fue quien propuso a Sánchez al entonces alcalde de Alhama como mirlo blanco), el delegado del Gobierno es consciente, como todos, en Madrid y en Murcia, de que se trata de una mata que, al final, no echó. Como solución de urgencia, Vélez podría optar a la secretaría general del partido, consciente de que su perfil no alcanza a ser el del candidato electoral. En tal caso se ensayaría un modelo de bicefalia que, como se demostró en tiempos de Carlos Collado, no funciona en el PSOE, pero que en esta ocasión vendría forzado por las circunstancias.
Hay algo que no podría producirse de ninguna manera, aunque estemos hablando de política: Vélez, secretario general, y María González, candidata a la presidencia. Pero el futuro del PSOE no pasa por sustituir una mayoría por otra sino en hacer converger a las partes o a las ‘familias’: recordemos de nuevo que el pulso entre Conesa y Veracruz (votaban todos los militantes) se resolvió por muy pocos votos. Y Sánchez, con su última remodelación, ha anunciado el camino: todos sin exclusión, un lema implícito que que ha pillado a Vélez y a Conesa al traspiés.
Aparte de María González, si es que ésta no se mostrara disponible o Sánchez la convirtiera en la exclusiva paganini de su proceso de primarias, el PSOE tiene una importante reserva entre sus alcaldes: hay que recordar que los municipios con alcalde socialista superan ampliamente a los gobernados por el PP, y este granero es el principal capital de que dispone el PSOE para impulsarse en las próximas elecciones. Caída en desgracia Esther Clavero, de Molina de Segura, el pincipal nombre que aparece en el imaginario socialista es el de Mari Carmen Moreno, alcaldesa de Águilas. Su gestión municipal es intachable, y su experiencia política está probada más allá de su municipio, pues ha sido secretaria regional de Organización del PSOE y diputada regional. Sin embargo, quienes la frecuentan aseguran que no está por la labor, quizá porque podría haber alcanzado algún nivel de escepticismo. Pero si la empujan, quién sabe.
Los otros nombres referenciales que provienen de la etapa previa a Conesa son Joaquín López, vicesecretario general, y Francisco Lucas, portavoz del partido. El primero, que en su día tuvo alcance en la organización, permanece refugiado en un chiringuito del Gobierno extraordinariamente remunerado, lo que parece haberlo desactivado definitivamente como líder influyente en algún sector de la organización, y el segundo, promovido en su día por el grupo de veteranos de Ramón Ortiz, hizo su papel al entregar sus votos en la primera vuelta de las primarias, por indicaciones de Ferraz, a la opción Conesa frente a la de Veracruz. Desde Madrid podrían valorar sus cualidades de obediencia, pero en Murcia se le ve inmaduro y proclive a la crispación.
ADRIANA LASTRA, DE VISITA. La reciente visita de la ya exportavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, con el pretexto de la crisis del Mar Menor ha podido ser interpretada en este contexto. Habría venido a constatar lo que pasa en el PSOE en Murcia, a hacer campaña para su próximo cargo de secretaria federal de Organización o sencillamente habría sido llamada equivocadamente como importante interlocutora por no saber que Sánchez no cuenta con ella para el futuro. Y es que respecto a Lastra, ante el mutismo del líder nacional, hay opiniones encontradas: va a sustituir a Ábalos o se va a quedar, como éste, en la cuneta. Mientras tanto, por si sí o por si no, la actual dirección regional, la cultiva, o bien es ella la que ha venido a ver. Ya está dicho que lo que vaya a ser solo lo sabe Sánchez, que habita en Moncloa. En Ferraz no hay interlocutores, porque está más vacío que el último libro de Antonio Botías.