(Análisis por José Juan Cano Vera).

No quisiera que fuera así, su colapso democrático, porque soy de los españoles que opinamos ( solo lo he votado dos veces ) con objetividad, que la vida política de este país en elevado riesgo, traumatizado, sin el partido socialista entraríamos en un vuelo en barrena, cuando la crisis institucional incendiada por delincuentes de un lado y otro, pagados desde el exterior, más otras faltas, es ya un volcán que da señales de mala vida, y sus siete cráteres-partidos. Los ríos de lava son los nuevos y viejos agitadores que configuran perfectamente  los retratos y marcos de la extrema izquierda armada de impaciencia, antisistema, los populismos radicales destruyendo el juego de sus enemigos-adversarios parece que no-ideológicos y cargando sobre los infinitos pesebres. Eso sí, evitando mostrar sus cartas marcadas, y sus planes activistas, que son estrategias que no mejoraran nuestra existencia del día a día. Se limitan a ofrecernos caramelos, amargos.

Los podemitas poliédricos-algunos depurados por sus dictadores-con música de fondo caribeña, en todas las elecciones celebradas, en los dos últimos años, en todo el territorio europeo, han logrado escaños, pero el coro de sus confluencias han transformado a podemos en un conjunto asambleario folklórico con excesos orales que desafinan en una civilización de raíces cultas. El espejo, manchado de sangre inocente, una realidad que da miedo, lo tenemos para su contemplación, en varias naciones latinas, cuyos líderes descamisados terminan luciendo trajes de lujo o ropa militar de combate con sus generales comprados. Se debaten entre la violencia mortal y el hambre que mata lentamente, con ciudadanos atormentados. En España los sentimos cercanos a la VOLUNTAD POPULAR del separatismo, una mezcla catalana de rollizos fascistas burgueses y elementos de la CUP antisistemas, que darían a luz una monstruosa República de Cataluña, como cuando la II República.

Es decir, sostienen la trama de la ruptura nacional, que no es solo un peligro inquietante para el pueblo español, sino así mismo para el resto de Europa y el mundo libre que ama democracias limpias. Y si a estas tentaciones sumamos el grave hecho de las maniobras de PABLO IGLESIAS, buscando desequilibrar a la izquierda constitucional, fagocitándola como a IU, la quiebra nacional  sería servida en platos fríos de la venganza y postres indeseables, extendiendo la desigualdad entre las dieciete counidades autónomas robadas por la Generalidad con las bendiciones de la Moncloa, la de hoy o mañana. Esta escrito si no se actúa enérgicamente y con sabiduría.
Todo lo contrario de lo que se necesita en una Democracia presentable y fiable, una España necesitada de amplias reformas negociadas, degastada política y socialmente, ávida de dirigentes de talla, estadistas o gobernantes firmes, para nada héroes, ni genios, ni partidos siempre partidos en guerras internas, sino organizaciones modernas. Se habla de una revolución tranquila para fortalecer una Democracia o un Reino parlamentario sin un Parlamento eficaz. Dos años lleva el que tenemos fajándose en broncas diarias, porque no se han superado los viejos enfrentamientos de la  izquierda y la derecha, parece como si quisieran hundirnos en la selva del odio, el rencor y el maniqueísmo relativista que suele finiquitar en la violencia frontal. Nada nuevo, desgraciadamente.
Creo que el «nuevo» partido socialista-qué paradoja, qué sarcasmo, qué frivolidad histórica-tiene el deber ético y pragmático, de liderar el nuevo perfil con su contenido intelectual y definiciones empirícas, nobles, para mantener la paz, de la que poco se habla en estos últimos años de charlas populistas y sus tertulias que los han dejado desnudos ante la opinión pública, alarmada de tanta basura informativa. Los frecuentes fracasos electorales del socialismo, en algunas naciones desaparecido como partido, entre ellas en la Grecia gobernada por el hermano listo de Pablo Iglesias, no son consecuencias o efectos meramente circunstanciales o coyunturales. Son resultados de sus problemas serios y no solo achacable al populismo alborotador, faltón y espectacular televisivo, sino a la necesidad de ofrecer alternativas creibles de impacto global, etapa por etapa. En España es todavía una posibilidad, si bien remota. 
Así lo entendieron después de la segunda guerra mundial Olof Palme, Willy Brandt, Helmut Schmidt, padre del Estado del Bienestar. También Felipe González, cuando se jugó su carrera política, sintiéndose más español que socialista, evitando el calificativo de marxista que arrastraba el PSOE. Fluía en 1977 la socialdemocracia, hoy necesita el socialismo un baño de imaginación, rigor intelectual en el pensamiento y cultura política. La Democracia española, una pálida imagen de la realidad democrática, vive en un estado permanente de crispación y navajeo, y cuando vemos los telediarios, oímos las tertulias y seguimos los debates en el Congreso de los Diputados, nos sentimos mal y como si estuviéramos pasando nuestros días de vida en una república bananera, a un paso de terminar como Venezuela, Grecia, México, Brasil o Rusia, y recibiendo lecciones de buen comportamiento de los profesores del Podemos, sonrojante por su carga de cinismo e hipocresía galopante. Nos parece una pesadilla, hasta los Tribunales de Justicia, que es lo más grave. El legado que dejarán a las nuevas generaciones, Rajoy y sus pandilleros investigados, sin duda en alto grado, no se resiste sin darte náuseas. El PP, su problema, son sus cúpulas. Ha aparcado sus principios y desde hace largo tiempo es solo el partido de RAJOY. 

                     JOSÉ JUAN CANO VERA