El ‘Periódico de Catalunya’ acaba de publicar una amplia encuesta que refleja que el independentismo ya no está en sus máximos y que su electorado se inclina hacia la moderación. Pero electoralmente apenas se nota, ya que los partidos separatistas (JxCAT, ERC y la CUP) que tuvieron el 21-D, elecciones autonómicas del 155, un 47,3% de los votos repetirían resultados (47,2%) y mayoría si ahora hubiera elecciones.
¿Cómo puede Cataluña moverse hacia actitudes más consensuales y que el independentismo siga ganando pese a sus muchos errores? No es una pregunta fácil y desde luego no sirve el enfoque de brocha gorda de alguna prensa madrileña. La encuesta de ‘El Periódico’ permite explicarlo un poco.
Vamos por partes. La independencia sigue partiendo Cataluña en dos mitades, pero estas mitades no son exactamente iguales. Un 45,9%, con un ligero descenso, se afirma separatista mientras que un 52,8%, subiendo, se manifiesta en contra, y solo un 1,2% no sabe o no contesta (polarización máxima). Más relevante es que un 55% diga que el ‘procés’ ha afectado negativamente a la convivencia o que, preguntados sobre lo que hay que hacer en los próximos cuatro años, el 56% diga que negociar una mejora del autogobierno y solo el 35% (que no es poco) insista en la independencia. Y la quinta parte de los que se declaran secesionistas se inclina por negociar más autogobierno. Un dato capital.
Es más, contra lo que repite el ‘president’ Torra, solo el 29%, contra el 68%, cree que el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 justifica declarar la independencia.
¿Por qué el independentismo repite resultados si una quinta parte de sus votantes quiere negociar más autogobierno? No es fácil de entender. Puede que se deba a que la actitud de Casado y Rivera pidiendo demagógicamente (Rajoy y Soraya no lo harían) la aplicación inmediata de otro 155 haga que lo de lograr más autogobierno no resulte creíble. Con razón. Pablo Casado acaba de declarar al ‘Financial Times’, donde es más prudente que en las preguntas parlamentarias a Pedro Sánchez, que no se trata de dar más autonomía sino de todo lo contrario.
ERC ganaría unas elecciones anticipadas, superando a Cs y sacando 11 puntos de ventaja a la lista de los posconvergentes
Pero el 47,2% actual del independentismo no debe impedir ver que el bloque está en plena mutación. El cambio principal es que JxCAT, que el 21-D tuvo un 21,6% de los votos y 34 escaños, bajaría ahora al 14,5% y 22 o 23 escaños, con lo que perdería siete puntos de cuota electoral y 11 o 12 diputados.
Por el contrario, ERC, que quedó detrás por poco con el 21,3% y 32 diputados, saltaría ahora al 25,3% (cuatro puntos más) y 37-39 escaños, con lo que batiría claramente a la coalición malavenida de Puigdemont y arrebataría a Cs la primera posición.
Además, Junqueras es el líder más valorado, con un 6,2, mientras que Puigdemont suspende por primera vez en esta encuesta y se queda en el 4,7 con Miquel Iceta (4,6) pisándole los talones, lo que es meritorio porque los constitucionalistas acostumbran a ser castigados por el electorado separatista. Inés Arrimadas, que encabezó la primera lista en 2017, sacaba entonces un 3,1 y ahora está en el 2,9.
Y la razón es clara. Ni Puigdemont ni ERC se han movido del dogma independentista, pero mientras Puigdemont sigue apostando por la radicalidad, por plantar cara al Estado y por buscar el momento para otra DUI(su vicario Torra no cesa de repetirlo), ERC está apostando por la negociación, ha afirmado claramente (Joan Tardà) que “solo un loco puede creerse que la independencia es posible con el apoyo del 47%” y dice que la prioridad es gobernar y “ampliar la base”. Poca independencia pues a corto, ya que el secesionismo lleva años y tres elecciones seguidas (2012, 2015 y 2017) clavado en la misma base del 47%. Hay muchos ciudadanos que siguen siendo soberanistas pero que optan por el realismo que hoy por hoy y no sin sorpresa es la apuesta de ERC (la bestia negra de Aznar, que tan a gusto pactaba con CDC).
Los catalanes suspenden a Torra, que es superado por Miquel Iceta, pese al plus que normalmente tenía el ‘president’ de la Generalitat
Pero Puigdemont también baja porque su delegado en el interior, el ‘president’ Torra, dicen que personalmente un hombre afable, se ha demostrado un político incapaz que piensa que todos los que están fuera del 47% no son buenos catalanes y que además no lo disimula. Así, Torra, pese a que el presidente de la Generalitat siempre tiene un plus, suspende en su primera valoración con un 4,4, por detrás de Miquel Iceta. Y es que sus meteduras de pata, al pedir a los CDR que presionen y al conseguir que 12 horas después organicen un asalto al Parlament y ante la actuación contenida de los Mossos pidan su dimisión, o al amenazar a Pedro Sánchez con hacerle caer si no negociaba un referéndum antes de noviembre, originan sonrojo y consternación en muchos secesionistas e hilaridad o indignación en otros muchos catalanes.
Que el secesionismo haya perdido por voluntad propia la mayoría en el Parlament indica el carácter errático del liderazgo de Puigdemont
Encima, el independentismo se ha quedado por decisión de Puigdemont sin mayoría en el Parlament por el prurito de desobedecer al juez Llarena, que esta vez —no es siempre el caso— fue exquisitamente prudente. Llarena decretó —está facultado— la inhabilitación temporal, hasta la sentencia, de los diputados independentistas acusados de rebelión. Pero para no alterar la mayoría separatista brindó la solución de que los inhabilitados fueran sustituidos por un suplente provisional. Junqueras y ERC lo aceptaron para no perder peso parlamentario; por el contrario, Puigdemont obligó a los cuatro diputados del PDeCAT a no aceptar la inhabilitación, con lo que el independentismo tiró por la ventana su mayoría absoluta.
Puigdemont se ganó un indudable prestigio en el electorado independentista al plantar cara desde el exilio al Gobierno Rajoy y al ganar dos delicadas batallas al Tribunal Supremo en Bélgica y ante el tribunal superior de un ‘Land’ alemán que se negó a entregarlo a España. Pero la radicalidad y la torpeza política —la misma que le llevó hace un año a proclamar la DUI cuando después del 1-O al independentismo le convenían las elecciones— le han hecho perder mucha credibilidad.
Cataluña se mueve hacia la moderación y Puigdemont y sus incondicionales van perdiendo batallas. Ahora está empeñado en un pulso a la dirección del PDeCAT que es imposible saber cómo acabará pero que indica que el personalismo extremo (conmigo o contra mí) es el eje principal que guía sus actuaciones.
El 155 templado de Rajoy más la desinflamación de Sánchez están dando resultados, pero la derecha española no lo ve
Pero no todo es claro. Mucha Cataluña ansía moderación y negociación, pero Puigdemont sigue teniendo peso (un 14,5% del voto), y como Torra hace discursos incendiarios y crea el fantasmagórico Consell de la Republica, pero en la práctica no rompe un plato, no todos los que abandonan a Puigdemont se inclinan por el realismo. También pierde en el independentismo más extremo de los CDR y la CUP, que sueñan con la insumisión permanente.
Así, no todos los votos que pierde Puigdemont benefician a ERC o —mucho menos— al PSC o En Comú Podem. Una parte menor de ellos va a la CUP, que sube y puede ganar cinco o seis diputados, recuperando así los que sacó en 2015 y que Puigdemont le robó en 2017 prometiendo su inmediato regreso a Catalunya como ‘president’ si ganaba las elecciones.
Cataluña va hacia la moderación, sí. Pero mucho dependerá de la actitud del Gobierno de España. El 155 templado de Rajoy (timorato para Casado y Rivera) más la desinflamación de Pedro Sánchez están dando resultados, pese al grave problema de los presos. Poner otro 155, y duro, tras el 155 moderado de Rajoy sería muy aventurado. Nadie sensato, que no suscriba aquello de la letra con sangre entra, lo aconsejaría. Pero el sustituto de Rajoy y preferido de Aznar lo cree necesario. Nadie debe extrañarse, pues, de que el avance hacia “el constitucionalismo por imperio legal” del secesionismo esté impregnado de “ritmo lento”. Como el título de la novela de Carmen Martín Gaite.