Pegué un brinco. Estaba ordenando periódicos viejos en mi casa de ‘entre meses’ en Ortigueira (A Coruña) un pequeño pueblo que en julio de cada año festeja las raíces ancestrales de Galicia organizando el mejor festival del Mundo Celta. Y leo este titular, díganme ustedes si no es una casualidad: «El peligro es que en tiempos de crisis busquemos un salvador». Y lo dice el Papa Francisco, argentino, jesuita y franciscano. Pensé que había que tener en cuenta esas palabras, aunque no estuviera influido directamente por el Espíritu Santo o por alguna de las altas autoridades celestiales. Pero no: se refería a Donald Trump, en una entrevista del director de El País, Antonio Caño, y de Pablo Ordaz, en Roma, el 22 de enero de 2017.

Desde los idus de Xabier Arzalluz y del ‘estadista’ Pujol, ambos ególatras y endiosados, siempre me parecieron como los tontos del pueblo que van delante del santo en las procesiones, sacando pecho. O como esos beatos, sobre los que siempre me prevenía mi padre, que estaban en los primeros bancos de la iglesia, llevaban los tronos y comulgaban entre aspavientos. «Esos, Ángel, son los mayores putañeros y sinvergüenzas, pero necesitan la imagen, que los pobres diablos confíen en ellos. Solo es teatro».

Gran ejemplo de prestidigitación. El ‘España nos roba’ no solo era una mentira, es una cortina de humo para ocultar la realidad del latrocinio.

Era evidente que la empresas emigrarían en el instante preciso en que los accionistas vieran tomar forma de genio maléfico el riesgo en sus cuentas de resultados. José Manuel Lara fue el primero que se atrevió a decir en octubre de 2012, alto y claro, como era él, que si Cataluña elegía la independencia él se llevaría la edición en español de ‘Planeta’ a Madrid o Zaragoza; no solamente la sede social. Ahora, cuando los registradores de la propiedad y los notarios hacen horas extras para atender la demanda en el mostrador de ‘salidas’, ya van más de medio millar de empresas que huyen de la quema, hay quien trata de minimizar el caos. El tabaco no mata, el cáncer es bueno, porque nos acerca a Dios, y el humo de los coches es como el incienso del botafumeiro de la Catedral de Santiago de Compostela, empleado desde la Edad Media para disimular el olor a tanta humanidad peregrina.

Hasta que desaparece el calor, y entre las palmeras del oasis de plástico entra un ventarrón de aire gélido que señala la llegada de una inmediata glaciación. Entonces el capital huye entre las dunas. Por la misma razón que los delincuentes políticos y económicos temen el fin del secreto bancario de Andorra con fecha de transparencia formal el 1 de Enero de 2018.

Y si esto sucede, lo primero que debe hacer un político es huir del… ridículo. El ridículo mata.

Como decía Mark Twain, con el mismo enfado con el que discrepaba del «con la patria, con razón o sin ella», «se puede andar con una pistola cargada, se puede andar con una pistola descargada, pero no se puede andar con una pistola que no se sabe si está cargada o descargada».

 

 

FUENTE: HUFFINGTONPOST